“Hasta una hoja es más liviana, si la levantan de a dos”
Provervio coreano
Eran las nueve de la
mañana cuando Sara atravesaba la puerta del hotel, camino al estudio, para
practicar un poco con ese hermoso piano de cola. Se había mensajeado con Yun
Jae media hora atrás, averiguando si era muy temprano para pedir que le
abrieran el estudio, pero para su sorpresa, el chico parecía estar esperando
aquel mensaje. Su respuesta fue instantánea y prometió estar pasada las nueve.
Así que ésta, prometía ser una mañana perfecta, con pura música de piano, como
no la había tenido en más de un mes.
Al llegar, encontró la
puerta sin tranca y decidió entrar sin más. De adentro salían sonidos parecidos
a un bajo desganado y una batería sin mucho ritmo. Siguió el lánguido ritmo de
los instrumentos y encontró a Yun Jae y Joe, fingiendo tocar mientras hablaban
sin parar, al parecer muy animados, en un coreano muy provinciano. Los miró algo
confundida, no se esperaba que Yun Jae tuviera ese acento, o simplemente no se
esperaba nada, porque nunca se lo imaginó hablando en su idioma. Los chicos la
notaron luego de que Joe hiciera un comentario que los hizo reír fuertemente.
-Buenos días –se apresuró
a recibirla Yun Jae mientras se levantaba de su asiento e iba hacia a ella-.
Llegaste pronto.
-Si… vine en taxi, no
quería caminar –era extraño verlo, tal vez porque era muy temprano o porque ya
su cara se le hacía familiar. La llevó al salón del piano y la dejó sola. Le
debía eso, no la molestó durante dos horas. Estaba sola, tal como lo deseaba,
acompañada del sonido del piano y sus pensamientos mezclados con la melodía que
iba produciendo con el golpeteo de sus dedos ligeros, sobre las teclas. Es extraño
cómo los músicos se complementan con la música, la forma en que el instrumento
parece ser una extensión de sus miembros, la música una forma de decir lo que
piensan y la melodía un reflejo de su alma. Pero hasta los oasis en el desierto
no son eternos, así que pasado ese tiempo, pensó que era suficiente. Volvió a
la sala donde se encontraba la batería y los encontró tumbados en el suelo
jugando a las cartas, por lo visto era un juego que requería de gritos, porque
a cada carta lanzada, uno gritaba y el otro respondía igual. Casi parecía una
pelea.
-¿Chicos? –Sara no sabía
si debía interrumpir, pero esa pregunta fue suficiente para que ambos la
llamaran muy animados a unirse al juego. Ella les agradeció y prefirió sólo
mirar. Después de un rato, parecía que Joe ganó la partida y estaban dejándolo de lado cuando Ji Soo se
presentó en el cuarto de ensayo.
-¡Hey, Joe! –entró con
mucha energía, levantando una mano por arriba de la frente, con la palma recta
y mirando hacia fuera, podría haber sido un saludo muy formal, si él no le
hubiera dado ese aire despreocupado.
-¿A quién le decís “Hey,
Joe”, maleducado? Te voy a dar con… Aish, cómo me exaspera desde tan temprano
–Joe había perdido la actitud relajada y segura que lo caracterizaba.
-Perdón, hyung… -dijo Ji
Soo algo apenado, por el enojo de Joe- ¡Hola, Sara! –Pero lo olvidó pronto y
fue a sentarse junto a Sara-. ¿Viniste a practicar con el piano?
-Si… acabo de dejarlo,
estuve como dos horas.
-¡Qué mal…! Yo quería
escucharte, si tan sólo alguien me hubiera avisado –Ji Soo miró con reproche a
Yun Jae, que fingió no darse cuenta mientras abría una botella de agua-. Pero
en lugar de eso, simplemente llegué a la hora de ensayo, qué pena….
-¿Ensayo? ¿Siempre
ensayan tan temprano? –Joe miró a Ji Soo de la misma forma que los tripulantes
del Titanic debieron haber visto el iceberg, como lo inevitable.
-Es para la fiesta de
esta noche. ¿Noona, tus amigas van a venir también? Porque sé que no vas a
faltar –comentó inocente al principio y con intención después, mirando a Yun
Jae que lo fulminaba a través de su botella.
-¿Fiesta? –Sara miró a
Yun Jae y Joe le propinó un pequeño golpe en la nuca a Ji Soo. Ella no notó que
la volvieron a llamar noona.
-Yo… no sabía si estaría
bien invitarte. Hasta ahora… nuestros encuentros han sido normales y me pareció
que no estaría bien el que nos viéramos tan de seguido. No quisiera que tus
amigas malinterpretaran algo… -Yun Jae trataba de sonar recatado, pero en
realidad le molestaba el tener que decir cosas que no pensaba; aunque esa fuera
la manera correcta de proceder, la estaba detestando. Descargaba su incomodidad
jugando con su pañuelo flameado. “Si sigue así… lo va a rasgar” pensó Sara al
ver en acción el tic del chico. También pensaba en lo molesta que estaba con
ese comentario. ¿Qué tenía de malo que se vieran tan de seguido? ¿Qué estaría
mal en lo que pensaran sus amigas? De seguro no supondrían mal. ¡¿Ahora qué
estaba pensando ella?! No importaba… iría a esa fiesta de una forma u otra y se
lo diría en ese mismo momento.
-Yo quie… -su teléfono
sonó y la dejó con el discurso colgado. Al otro lado del auricular Morena no se
había dado cuenta de que la atendieron y seguía hablando con una de sus amigas
sobre una lista de víveres. Sara llamó su atención un par de veces hasta que la
notó.
-¡Hola! ¿Ya terminaste
de hacer tus cosas? Porque estamos por ir al súper a comprar un par de cosas.
Pelamos la heladera de Regi, pobre.
-Ya terminé, hay un par
de cosas que quiero. ¿Dónde es el súper? Así voy, porque no les confío que
encuentren lo que quiero.
-Ah… Muchas gracias ¿eh?
Pero no sé dónde queda, si querés te pasamos a buscar.
-Bueno, vengan –Sara se
estaba despidiendo cuando recordó-. ¡Ah! Y esta noche tenemos una fiesta –dijo
en inglés y cortó rápidamente. Los tres chicos la quedaron viendo, con tres
diferentes sonrisas.
No se necesitó más de
veinte minutos para que Morena y Cass, estuvieran atravesando las puertas del
estudio. Se saludaron entre todos enérgicamente. Al ver que Dak Ho no estaba
allí, Cass se mostró con más color que en su primer encuentro.
-Wo… Noona Cassandra
está muy linda hoy –dijo Ji Soo, muy suelto.
-¡Ya! No podés hablarle
así. ¿Es que de verdad querés hacernos quedar tan mal? –después de lo de hace
unos momentos Yun Jae se había prometido vengarse con el próximo error de su
amigo.
-No, está bien. Él es
como una de esas criaturas que se quedan tontas viendo algo lindo, así que no
me ofende –lo defendió, o insultó Cassandra, sintiéndose muy alagada por el
comentario y deseando, de repente, que el malhumorado vocalista pudiera verla. Pusieron a las chicas al tanto de la fiesta lo más rápido que pudieron, luego de preguntar por las que faltaban. Al parecer, Janet estaba tan hambrienta que tratarla en ese momento, no era muy recomendable, así que Regina había ido directamente con ella a un seven eleven, cerca del estudio, para ir viendo algunas cosas. Les contaron que la fiesta sería en una casa y quién
vivía allí. Dak Ho y su hermanastro serían los anfitriones de la fiesta en la
que enseñarían sus últimas canciones.
-Él siempre invita a mucha gente -decía Ji Soo con cierta
hostilidad-. Es un tipo muy presumido, pero nadie puede quejarse de sus fiestas
–agregó, codeando a Joe en busca de complicidad. Joe sólo lo miró con ensayada
paciencia.
-Ese del que ustedes hablan, es el hermano de Dak Ho ¿No?
-aventuró a preguntar Sara, porque no creía que se refiriera a su amigo, o por
lo menos, al que ella conocía.
-Es su hermanastro -respondió Yun Jae al instante, señalando una
de las fotos que tenían en el estudio- y
es un tanto diferente a él…
-¿Un tanto diferente? –Cuestionó Joe con un toque de sarcasmo–
Podrías decir que no hay personas más opuestas… Dak Ho es un tipo al que no le
gusta estar rodeado de multitudes, a menudo odia tener que conocer gente nueva
y muchas veces prefiere estar solo. La única compañía que disfruta es la de Yun
Jae y sólo porque nuestro amigo aquí, también es de pocas palabras -aclaró Joe
dando golpecitos en la espalda a su amigo, y éste le respondió con un codazo.
-Ustedes no lo entienden -replicó el pelilargo a sus amigos- y
además, son como viejas chismosas… -se quejó- La verdad es que hasta a mí,
algunas veces, me sacan de quicio.
-¿Pero qué harías sin nosotros? -bromeó Ji Soo con una sonrisa
de par en par- Tu vida sería muy triste –Entonces Joe y Ji Soo hicieron muecas
que producían ternura, mientras miraban a su camarada.
-Esperen… hay algo que no entiendo -se detuvo Sara un poco
confusa-. Si a Dak Ho, como dicen, no le gusta estar rodeado de multitudes
¿cómo es que está en una banda, tocando en un montón de lugares y fiestas y
trabajando arduamente para que sean conocidos? -preguntó con suma curiosidad. Y
algo sacada.
-Si… -agregó Morena- ¿Acaso no pensó que cuando sean famosos, la
posibilidad de tener privacidad va a ser muy escasa?
-Pero capaz sea como esos artistas que a pesar de todo, le gusta
ser solitario… Todos necesitamos nuestros momentos de soledad -aseveró
Cassandra con aires de obviedad-, pero
una cosa es esa y otra es ser indiferente a las personas -cuando dijo eso, fue
más bien como un pensamiento en voz alta y al caer en la cuenta de lo que dijo,
trató de arreglarlo-. No me refería con eso que su amigo sea…
-¿Antisocial? -continuó Ji Soo sin un ápice de preocupación y
luego se rió de ello- No te preocupes,
aquí más de uno lo piensa -garantizó, señalando a los demás integrantes de la
banda-. Eso sí, nadie niega su talento
extraordinario. Es por eso que lo tenemos en tan alta estima.
-No es por eso y lo sabés -negó firmemente Yun Jae-. Aunque ésa
sea razón suficiente para que esté en nuestra banda. Lo importante para él
-aclaró-, no es ser famoso, sino
conectarse con la gente a través de la música y lograr que tanto el artista
como quien lo escuche, sientan un conjunto de emociones intensas y únicas; y en
este punto, debo decir, que estoy de acuerdo con él.
Al decir estas palabras, Cassandra se acordó de la primera vez
que vio a Dak Ho. Era cierto. Jamás había experimentado algo parecido. Al
escuchar esa melodía, sentía que podía transportarse al lugar que el artista
deseaba llevarla, mientras ella trataba de descifrar sus verdaderas emociones,
pretendiendo querer estar cerca y en realidad, estando muy lejos de saberlo. Al
mismo tiempo, sintió que quien tocaba aquella melodía, podía descubrirla por
completo, saber algo acerca de ella que creía enterrado o muy cubierto, como
para que alguien se diera cuenta. Nunca una melodía fue lo suficientemente
poderosa para provocarle cosa semejante. La voz de uno de los integrantes de la
banda la sacó de sus pensamientos.
-Como sea, esta noche nos
van a oír tocar de verdad y eso me hace sentir un poco nervioso -siguió Ji Soo
un tanto ensimismado.
-¡¿Qué dicen?! -soltó
Morena- Ya los oímos y son bastante buenos, asique nada de nerviosismos.
-Sí, chicos -secundó Sara-. No se preocupen por nosotras -y
luego añadió en su particular tono modesto-. Personalmente creo que su estilo
es bastante original y tocan muy bien. Asique aflojen con el pesimismo.
-Asique… ¿Te gusta nuestro estilo? -la tentó Yun Jae- Qué bueno saberlo… hay gente que no le gusta
tanto porque no es la típica banda coreana -agregó pensativo.
-Deberías saber que nunca nada que sea típico le gusta a ella
-reveló Cass mirando a su amiga de reojo-. Es bastante… peculiar -Sara la miró
con expresión de suficiencia.
- Así es…
-¿De verdad? -se sorprendió él ante esa revelación- No suelo
conocer chicas muy peculiares –Yun Jae se perdió en la visión del cabello rojo
sacudiéndose con altanería ante su comentario. Cuando notó que estaba colgado, cambió
el tema-. Retomando lo de esta noche, ¿cómo van a ir ustedes? Podemos buscarlas
y…
-No se hagan problema -lo interrumpió la pelirroja-. Vamos a
alquilar un auto y vamos a ir las cinco -concluyó-. Tienen que darnos la
dirección. Regina puede ubicarse sin problemas.
-¿Están seguras? -preguntó Yun Jae dudoso- Miren que perderse en
Corea no es cualquier cosa.
-¿Y quién dice que nos vamos a perder? -lo desafío Morena.
-Chicos, en serio, no se preocupen -los tranquilizó Cassandra-.
¡Estén tranquilos! Pásennos la dirección -y le acercó un manojo de post-it que
siempre llevaba encima. Él escribió en la hojita con bastante rapidez y se la
regresó.
-Cualquier cosa, llámenme, por favor -pidió el baterista con
cierta preocupación.
-Eso no va a ser necesario -insistió Sara, decidida y confiada-.
Bueno, en unas horas nos volveremos a ver…
Se despidieron de los chicos y ya estaban cerca de la puerta
cuando alguien la abrió desde afuera. Dak Ho estaba llegando, un poco atrasado,
para el ensayo. Saludó a las chicas y sus amigos lo pusieron al tanto de su asistencia
a la fiesta. Él se mostró muy alegre con la idea y les sostuvo la puerta para
que pudieran salir, despidiendo a cada una. Cassandra se odiaba por ser la
última en salir. Soltó un débil “Adios” y apenas lo miró, pero el fugaz paneo
que hizo, le dejó ver que él la miraba con ojos bien abiertos. Intentó
entenderlo. No pudo.
Una vez en el departamento, guardaron toda la comida y empezaron
a organizarse. Pensaban en cómo se iban a vestir. Lo cual, dependiendo de quién
fuera, se podía tardar media hora o dos horas y media. La que menos tardaba era
Janet. Ella no daba muchas vueltas para elegir prenda, se vestía y, dado que su
cabello era lacio flecha, se peinaba solo una vez. Con el maquillaje tampoco
era problema ya que casi nunca se pintaba y cuando lo hacía, se ponía un poco de base, se delineaba los
ojos y se retocaba los labios con gloss.
En cambio, la que tardaba horas era Sara. Ya elegir ropa le llevaba un
poco más de media hora de tanto que se probaba y sacaba. Una vez vestida,
seguía su cabello. Que siempre le llevaba bastante tiempo, sobretodo porque,
primero, debía elegir qué hacer con él. Y por último, pero no menos importante,
debía maquillarse. Para ella lo fundamental siempre era resaltar sus ojos,
máscara de pestañas nunca faltaba en su rostro. Se ponía un poco de rubor
siempre y sus labios los pintaba con tonos pálidos y mate.
Las demás eran bastante parecidas con el tiempo. Cassandra, por
ejemplo, tardaría lo mismo que Janet por
el hecho de que siempre tenía una imagen mental de lo que se iba a poner, pero
lo que le llevaba tiempo era su cabello y el hecho de que usaba un poco más de
maquillaje. Religiosamente debía ponerse productos para el cuidado de cabello y
plancharse y eso tomaba como una hora. En su pack de maquillaje nunca faltaban
ni los correctores de ojeras ni las pinturas de labio. Siempre prefería los
tonos oscuros de labios antes que los claros y se pintaba los ojos con un poco
de máscara de pestañas y lápiz delineador. Morena era un tanto variada. Algunas
veces tardaba bastante y otras no tanto. Algunas veces, como en esta ocación,
porque se arreglaba el cabello o resaltaba los bucles. Otras, porque se hacía
un maquillaje bastante elaborado o porque se pintaba las uñas; o porque se
fijaba qué accesorios ponerse. Los accesorios para ella eran muy importantes.
En el caso de Regina, tampoco era mucho tiempo. Solo se quedaba
pensando un rato en lo que debía usar, ponérselo y maquillarse de forma
natural. Su problema era que siempre estaba pendiente de otras cosas o se
distraía con algo más. Como en ese momento, por ejemplo, estaba hablando por
teléfono con Shin Wook y hace horas que hablaba y hablaba, como un loro y se
oían sus risitas cuando las chicas pasaban. Cassandra se preguntaba por qué era
tan entretenida la conversación.
-Cass pasale la dirección que te dio Yun Jae a Regina -le pidió
Janet-, para que trate de ubicarse.
Cassandra asintió y fue hacia el balcón, donde estaba su amiga.
Una vez allí, su amiga le hizo señas para que esperara un momento.
-Tengo que cortar… -dijo Regina a su interlocutor por el
auricular- Si, sí, tengo que cortar, te digo -parecía que la persona del otro
lado le insistía para que no cortara la llamada, pero ella le respondió entre
risas-. Bueno, pero hablamos toda una hora, casi. Bueno, nos vemos. Besos… -se
rio por algo- Chau –Cortó al fin la
llamada y miró a su amiga con una sonrisa a flor de labio. Cassandra le
devolvió una sonrisa pícara.
-¿Qué te tenía tan ocupada? -preguntó a Regina muy interesada-
¿Qué onda ustedes dos?
-Nada más allá de una muy buena onda -se defendió su amiga
cambiando la expresión y luego, volvió a tener una sonrisa dulce al recordar la
charla con Shin Wook-. Es que es demasiado gracioso y por ahí parece que
hablamos sólo un poco, cuando en realidad pasó mucho tiempo. Me estaba contando
una anécdota que le pasó de chico. Dijo que no se lo contaba a casi nadie,
porque era muy vergonzoso.
-¿Y eso no te dice nada? -le espetó levantado una ceja, pero
Regina le respondió frunciendo el entrecejo- Nada, no importa… -farfulló
Cassandra y agitó su mano en señal de restarle importancia a la cosa- Mirá -le
pasó la nota donde Yun Jae había escrito en coreano antes-, ésta es la
dirección donde los chicos van a tocar…
-A ver… -Regina agarró la hoja y la miró con atención- Mmm… si –asimiló,
perdida en sus cavilaciones-. Creo que es un barrio privado, pero no estoy
segura. Igual el auto tiene GPS.
Después de un rato largo, las chicas ya estaban todas listas.
Sara llevaba un vestido corto y negro, ceñido al cuerpo con una manga larga y
un hombro descubierto, acompañados de unos zapatos color mostaza bien altos con
plataforma y una campera de cuero negra. En su cabello se hizo ondas que caían
de forma voluminosa a lo largo de su espalda. Cassandra llevaba unos jeans
oscuros bien apretados, una remera azul de mangas cortas con estampado animal
print y una campera de cuero negra con cierres. Calzaba unos zapatos azules y
usaba el cabello lacio. Janet en cambio llevaba unos jeans negros que cerca de la rodilla traslucían en un tono grisáceo hasta volverse un blanco pálido y desgastado, una blusa gris al cuero y una camisa negra transparente bien holgada con botitas del mismo color y un abrigo largo negro, que le daba un aspecto muy grunge. Regina se había puesto una minifalda negra
con una camisa blanca por dentro y un saco corto, grueso y armado de un azul
metalizado y con detalles en dorado, junto con unos zapatos negros cerrados. Usando
el cabello planchado y atado en una coleta alta. Morena llevaba un
estilo muy glam: tenía puesto una calza negra de vinilo, una blusa con mangas
cortas, holgada y larga hasta por debajo de sus caderas con apliques de
lentejuelas brillantes blancas y negras que daban forma a un estampado muy
interesante. Calzaba unas botinetas negras, de taco aguja y se abrigaba con una
campera larga y negra satinada.
Se fueron del departamento y subieron al auto que habían
alquilado. Una vez las cinco adentro, Regina cargó la dirección en el GPS.
Enseguida el programa indicó el camino y Sara, quien estaba al volante, puso
las llaves en contacto. Entonces…
-Chicas… No arranca -anuncio Sara frunciendo el ceño-. No puedo…
-Intenta otra vez -la animó Morena. Sara volvió a poner las
llaves y al ver que no consiguió el efecto deseado...
-No… Nada.
-No se puede trabar así… -se quejó Janet-. Probá de nuevo.
-A ver…
Y volviendo al mismo procedimiento y obteniendo el mismo
resultado, las chicas empezaron a inquietarse. Morena insistía con que pruebe
de nuevo. Regina estaba perpleja y Cassandra fruncía el ceño. Janet se volvía
más y más histérica.
-¡Esto es el colmo! -explotó Janet- Dame, yo lo voy a hacer
–saltó, decidida a hacer andar la chatarra.
-¡Para! -exclamó Sara para detenerla- Calmate… así, como estas,
vas a romper la llave seguro… -Janet la
miró indignada.
-Primero, no soy una bestia y segundo ¿de qué nos sirve, si así
de completa, como está, no hace andar al maldito auto?
-Yo tampoco me considero una bestia, asique dame para acá la
llave -ordenó Morena de tal manera que a cualquiera intimidaría.
-Chicas no se pongan así - Regina intentó frenar a sus amigas-.
Eso va a ser peor…
-Bueno, hagamos una cosa -propuso la pelirroja con serenidad-:
Déjenme intentar por última vez y si no arranca, le doy la llave a cualquiera
de ustedes.
Todas asintieron y esperaron el milagro. Hacía frío, debían ir a
una fiesta en una casa que no conocían, ubicada en una dirección que ni
siquiera sabían cómo se pronunciaba y, por último, el auto que alquilaron (y
que, por cierto, no les salió barato) no arrancaba. Si eso no era un panorama
jodido, ¿qué lo era?
-Ojalá que esta joyita inútil arranque… -pidió Cassandra- No por
nada lo alquilamos. Y nos van a sacar más plata, si se lo regresamos así de
inservible.
Todas miraron a Cassandra sombríamente, excepto Sara que estaba
por meter de nuevo las llaves.
-Enhorabuena tu comentario, Cass… -ironizó Janet- ¿Algo más para
agregar antes que nos hundamos a nuestras desgracias?
-Perdón… -murmuró con voz aguda la pelinegra, un tanto
avergonzada.
Justo en ese momento, se escuchó el ronroneo del motor y las
chicas dieron tan grande suspiro de alivio, que fue como si dieran el último.
-¡YES! -lanzó Sara con energía- Así se habla… el poder de la
perseverancia… -Luego prendió la radio y la puso a todo volumen. Pasaba un tema
que ninguna conocía a excepción de Regina, claro. Era bastante movido y
enérgico, como las canciones de 2NE1 pero no eran ellas.
-Son las f(x) -señaló Regina a las chicas.
-Nada mal… -opinó Morena que se movía al son de la canción.
-Cualquier cosa calma mis nervios ahora… -dijo Janet, sin
prestarle el más mínimo interés.
Cambió el tema y esta vez, era un grupo de chicos. También era
movido.
-¡Ese es el grupo que les decía! –Apuntó Regina emocionada- Son
los de Big Bang. ¡Ese es el grupo donde esta Taeyang!
-El fulano que More conoció en la disco… -aclaró Cassandra e ignoró la mirada
furiosa que le dirigió Regina- Debo admitir que es un grupo que escucharía…
¿No, More?
Morena no la escuchaba. Después de lo que dijo Regina, se dejó
absorber por sus pensamientos y Janet también.
- …boom shakalaka…boom shakalaka…. –Sara intentaba seguir la canción
de la boyband mientras se volteaba para dirigirse a sus amigas. -Por cierto,
chicas… lo de recién, cuando no arrancaba el auto… ERA UNA JODA –se confesó,
tratando de no tentarse y reír a carcajadas. Todas fijaron sus ojos tan abiertos, como una caricatura, cundo la escucharon. Y sus expresiones de furia
eran indescriptibles. Pero Sara se hacía la desentendida-. Debieron ver sus
caras… -y se rio por unos pocos segundos. Todas siguieron contemplándola de la
misma forma- Ah… ésta es mi parte
favorita: Uh… fantastic, baby. -Y el auto dobló en una esquina.
Todas estaban más aliviadas y tarareando cuanta canción sonara.
Se estaban divirtiendo con una canción de F(x), “Hot Sumer” cuando Regina
comenzó a mostrar la coreografía con las manos a las que iban atrás y sin
querer, golpeó a Sara en la cara. Todas saltaron tapándose la boca por la
gracia que les dio. Pero mientras trataban de preguntar si estaba bien, dejaron
salir las irresistibles carcajadas.
-Perdón, Sara…
-Está bien, sólo me sacaste un ojo –dijo Sara bromeando y codeó
a su amiga. Pero las risas terminaron de repente. Sara ejecutó una brusca
maniobra para esquivar un auto que apareció de la nada en una esquina. Por
suerte, ya se habían adentrado en el barrio privado y las calles estaban casi
vacías. El hombre que conducía el auto se bajó y pegó un portazo en señal de
ira. Las chicas se quedaron dentro del auto y miraban paralizadas, sin saber
qué hacer, observando al hombre que se acercaba hacia ellas con un bastón en la
mano y unos lentes con tanto aumento, que era casi chistoso. Él se colocó junto
a la puerta del acompañante y comenzó a gritar en coreano, señalando
reiteradamente su auto, el de las chicas, la calle y de nuevo su auto. De vez
en cuando variaba y también agitaba el bastón. En uno de esos movimientos,
golpeó el auto con la mano y todas saltaron.
-¡Tenga cuidado, que es un auto alquilado, anciano! –Gritó Janet
agitando un puño, a lo que el señor entendió como una amenaza y encolerizó aún
más.
-Alguien tiene que hablar con él –sugirió Morena y todas sus
amigas asintieron–. Bueno… ¿quién va? –Todas se la quedaron
mirando- Ya entendí –Morena se bajó del auto y comenzó a intentar tranquilizar
al hombre–. Mire, señor. No le entiendo nada, hable más despacio. Miane, miane…
(Lo siento, lo siento)
El hombre no cedía y parecía que sólo buscaba molestar. Ahora
señalaba a su auto, a Morena, a la calle y agitaba el bastón. Definitivamente
estaba mejorando su coreografía. Hasta que en un momento la empujó con el dedo
índice y le hizo reproches con el mismo dedo. Morena no se quedó allí para
recibir el reto, como los coreanos acostumbran. Corrió su saco hacia atrás para
apoyar una mano en su cintura, con la otra lo apuntó y sin mucha meditación
comenzó a decirle:
-Mire, viejo bicentenario –Ante la postura y su tono de voz, el
anciano quedó petrificado–. Usted además de casi calvo ya está casi ciego ¿qué
hace manejando? –De alguna forma, el hombre entendió que lo estaban insultando
y como las personas de esa sociedad acostumbran a cierta edad, ser insultados y
regañados; y a otra cierta edad, insultar y regañar. Éste hombre, que ya estaba
muy entrado en el segundo grupo, no aceptó que lo devuelvan al primero, y por
toda muestra de desentendimiento, alzó su bastón y comenzó a picar por los
costados a Morena. Todas se alarmaron y Regina salió precipitadamente del auto
para intervenir. Mientras ella también recibía picotazos intentó decir algo en
coreano, pero cualquiera que la oyera y no la entendiera, diría que estaba
pidiendo que ya no la piquen. Luego del asalto, el señor se detuvo y retomó los
gritos y las señas, apuntando esta vez, sólo a Morena.
-Dice que no entendió lo que dijiste, pero que por el tono, de
seguro le faltaste el respeto –tradujo Regina frotándose los costados.
-Entonces, por favor explicale a este vejestorio, que las
personas capacitadas para molestar a los demás deberían conseguirse un chofer
antes de andar matando gatitos, por no poder ver más allá de su nariz –Todo
esto, dicho con sonrisas, reverencias y un tono suave, hizo sentir mejor al
anciano y puso en un aprieto a Regina.
-Eh… lo voy a modificar un poco. ¿Está bien? –Regina comenzó a
hablarle y a hacerle reverencias y cada tanto el hombre miraba a Morena con
recelo, pero ella mantenía una enorme y falsa sonrisa inquebrantable, hasta que
se convenció con los ruegos de la intermediaria y bajó el bastón, que sostuvo en posición
de defensa todo el tiempo. Ya comenzaba a darse la vuelta para volver a su auto
y las dos chicas hacían lo mismo, cuando con una agilidad inesperada, el anciano
giró y le dio un coscorrón a Morena. “Para que te endereces” dijo en coreano. Las chicas agarraron a la coscorroneada de brazos,
cintura, de donde sea para que no fuera en busca del anciano, que con la misma
inesperada ligereza volvió al auto, arrancó y se alejó.
El programa del auto mostraba que ya estaban en la manzana de la
casa de Dak Ho. El problema residía en que todas las casas eran muy parecidas
entre sí y la numeración no estaba puesta en ninguna.
-Esto es extraño –se inquietó Sara, que por momentos veía la
calle y luego el camino que daba el GPS-. Es por acá, pero me temo que no es
específico -agregó.
-Pará el auto -ordenó Morena y ante la mirada de extrañeza de Sara, aclaró-. Lo mejor va a ser llamar a Yun Jae.
-Estoy de acuerdo -secundó Cassandra, a quien no le gustaba la
idea de que estén perdidas-. No podemos seguir dando vueltas.
-Los chicos van a preocuparse mucho si tardamos más tiempo
-comentó Regina.
-Llamalo, Sara -insistió Janet-. Él dijo que si llegáramos a
tener problemas para…
-No lo voy a llamar y no insistan -advirtió la pelirroja-. Me
parece innecesario estar molestándolo por pequeñeces… Además, no estamos
perdidas, sólo nos confunden un poco las casas –dijo, con una leve inseguridad
en su voz. No iba a admitirlo nunca pero la verdadera razón por la cual no
llamaba a Yun Jae, era porque no quería reconocer que se habían perdido y que
necesitaba su ayuda. Era estúpido y lo sabía pero ella podía llegar a ser muy
orgullosa y bastante terca a la hora de admitir que necesitaba algo de alguien
y en especial, si era alguien tan atento como Yun Jae. Aunque en el fondo
albergaba la esperanza de que él la llamara.
-¿Innecesario molestarlo por pequeñeces? -repitió Janet sin
poder creerlo- Si lo llamamos, nos facilitaría más las cosas -las además la
apoyaron.
-Ya estamos en la manzana, sólo tenemos que saber cuál de estas
casas es la suya... -argumentó Sara- ¿Qué tan difícil puede ser?
-Sisi, si en diez minutos no encontramos la casa… yo misma marco
el número por vos - amenazó Morena. Y como si esto fuera un mayor incentivo para
la acción, Sara agudizó la vista para encontrar algún indicio de que se estaba
haciendo una fiesta en alguna residencia. Y luego de un rato, efectivamente lo
encontró.
-¡Recién salieron tres coreanos jóvenes de esa puerta! –Exclamó
Sara, como si hubiera visto un faro en la oscuridad.
-¡Dobla para allá! –ordenó Janet, llena de euforia.
Habían encontrado la casa, no había duda. Hallaron un puesto
libre cerca de allí y luego de estacionar, exhalaron aliviadas. Tal vez
podrían reírse de las peripecias de su viaje al día siguiente, pero en ese
momento, el estrés que pasaron no les hacía ninguna gracia. Se pelearon por
verse en el espejo del copiloto, para retocarse un poco más y echarse algo de
perfume. Se miraron en complicidad y tratando de relajarse. Todo esto de ir a
una fiesta en Corea, con un montón de gente que no conocían, en una casa tan
ostentosa… Bueno, en las series norteamericanas, cada vez que se desarrollaba
una fiesta de ese tipo, alguien moría y los de C.S.I. tenían que ir a
investigar. Pero este no tenía por qué ser el caso.