lunes, 24 de diciembre de 2012
Capitulo 3
Fiebre de sábado por la noche
Ya llevaban una semana en Seúl y habían vivido más cosas
malas que buenas. Morena se había declarado enemiga natural de la vecina de Regina,
Cassandra maldijo al invierno de Seúl y a su resfrío, Sara no volvería a entrar
a aquella cafetería llena de “bastardos hipócritas”, por más delicioso que
fuera su café y luego de varios encontronazos con los peatones coreanos Janet
ya había tenido suficiente con los paseos.
-Bueno, chicas hay que ponerle onda. Si pensaron que íbamos a vagar todo el día,
sin hacer nada y que sólo íbamos a gastar, nos volvemos. Porque eso no iba a
ser así. No se puede estar viva la pepa tres meses de corrido –sentenció
Cassandra, cuando miró al desinflado y aburrido grupo de chicas que se
congregaba en el living del departamento de Regina.
-Cómo se nota que ya estás mejor de tu resfriado. Venís a
lanzar “buena onda”, como si fueran ordenes. “¡Diviértanse, mierdas!” –Dijo Janet
y todas empezaron a reír. Comenzaron a recordar
las desventuras que tuvieron a lo largo de la semana y haciendo
representaciones de cada ocasión, volvieron a tener ánimos.
-Chicas, ¿quieren salir esta noche? Podemos ir a un boliche
–propuso enérgicamente Regina mientras aplaudía, que hasta hace unos momentos
se sentía mal por sus amigas–. La música que pasan acá es igual a la de
cualquier otra parte. ¡Dale! Vamos, vamos, vamos.
-Pero si lo decís así, quién se va a negar. Vamos, sí…
¿Quieren? –preguntó Morena que estaba cien por ciento convencida.
-Bueno, pero vamos a un lugar copado ¿Vos conoces un buen
boliche? –le preguntó Sara a Regina que ya estaba discutiendo con Morena qué se
iban a poner.
-¡Sí! Conozco uno que es súper copado. De vez en cuando va
algún famoso, porque el lugar es muy conocido y los sábados suele llenarse, porque
las mujeres entran gratis- Regina suspiró al venirle a la mente un recuerdo de
sus primeros meses en Corea. Y sobre todas las cosas, su primera salida a la
noche. Jamás lo olvidaría. Con los pocos amigos que había hecho en la
Universidad, se había ido a bailar para olvidarse de sus cosas y ahí lo había
visto por primera vez. Aquel amigo con quien había hablado por chat durante
largos años de adolescencia. No sabía
qué decir ni cómo reaccionar. Estaba emocionada de conocerlo- Conocí por primera
vez a Shin Wook en una disco.
Sus cuatro amigas clavaron sus ojos en ella con cierto
brillo de interés.
-¿Qué no lo conocías de antes? -le preguntó Cassandra.
-Claro -secundó Sara-
y, ¿no es también ese chico que es tu compañero de estudios?
- Si, lo conocía desde antes y también vamos a la misma
universidad -afirmó su amiga-, pero lo conocí por vez primera en una salida con
mis compañeros…
-¿Esos que vinieron a comer la vez anterior? -cuestionó
Morena con cierto tono de asco en la voz. Al mencionarlo, Cassandra se puso
incomoda por el recuerdo de ese hecho.
-Sí, esos -contestó Regina sin darle importancia-. Lo había
conocido ahí personalmente. En la universidad no lo conocí, porque él estaba de
viaje en ese momento. Fue a visitar a su madre. Él no es de Seúl. Es de Busan
–aclaró-. La cosa es que teníamos conocidos en común y ellos lo invitaron a la
salida.
-¿Y cómo fue esa primera impresión? -se aventuró a
preguntar Janet, a quien la duda la carcomía.
-Muy buena -dijo la morocha con una autentica sonrisa-. No
puedo creer que estuve tan nerviosa. Cuando nos conocimos personalmente, era
como si hubiéramos sido vecinos toda la vida. No sé cómo explicarlo.
Las otras la miraban con expresión atontada, como cuando a
un niño al que le cuentan su cuento favorito por las noches.
-A todo esto -volvió Regina al tema de ese día- ¿Qué hora
es? Porque si queremos arreglarnos bien…
-Entonces vamos a prepararnos, que hay que salir –apuró Janet,
que ya se había convencido en un primer momento, pero que ahora estaba aún más
convencida.
Pasaron una hora pensando en qué ponerse y procurando que
nadie se pareciera a nadie. La siguiente hora discutieron sobre qué iban a
cenar, ya que si iban a tomar mucho debían tener una buena base, pero al final
se conformaron con unos sándwiches y algo de soju.
-¡Pero! Cinco mujeres y ninguna buena cena. Qué vergüenza,
chicas. Así nunca se van a casar –bromeó Morena.
-Yo no me voy a casar y si lo hago, va a ser con un
multimillonario para pagar una cocinera –aseguró Cassandra mientras se
terminaba su vaso.
-Y yo sé cocinar cinco o seis comidas. Con eso remo toda la
semana ¿no? –preguntó Sara algo dubitativa.
-La cosa es que por el momento nadie busca marido, ya
comimos algo, por más simple que haya sido y nos vamos de joda solteritas y sin
apuro. Vayan a lavarse los dientes –les ordenó Janet que estaba prácticamente
lista.
Los preparativos estaban terminados. Se dieron el lujo de
desfilar de la habitación hasta el living para mostrarse, jugar un rato y
sacarse algunas fotos antes de que el ajetreo de la noche, les haga perder la
frescura que tenían en ese momento. Regina demostró que no sólo había aprendido
el idioma en sus días en Corea, también se había complementado bastante bien
con la moda de las chicas de la región. Tenía un saco, que podría pasar por una
camisa muy gruesa y gris de botones grandes, con adornos en los hombros y
detalles a un lado del frente; una pollera negra típicamente asiática con
muchos pliegues seguida de unas medias negras y terminando en unas botas de
medio caño de cuero gris con muchos pelos en la parte de arriba. Se había
recogido el cabello en una media cola dejando que sus largos rulos cayeran
parejos en su espalda y ningún accesorio.
-¡Oh! Regi… ¡Sos toda una coreana! Jajaja –Cassandra podía
parecerse en un par de cosas a su amiga, pero la forma de vestir,
definitivamente, no era una de ellas. Llevaba un saco de jean oscuro y al
cuerpo que cubría un vestido negro con muchas capas superpuestas bien corto y
de escote profundo con un cinturón muy fino que resaltaba su cintura y
acentuaba sus caderas. Debajo, unas buenas medias de encaje que contorneaban
sus piernas, terminando en zapatos acordonados de charol negro. Con el cabello
lacio y en puntas y un anillo de muchas púas, estaba más lista para el rock que
para salir a bailar y eso es muy típico en su forma de vestir.
-Qué bueno que sólo en eso se parece. ¿Se imaginan a Regi
trabajando de mesera y que se ofenda por algo de propina? Ahí nomás, mueren
todos… Jajaja –todas estuvieron de acuerdo con la idea. También todas estaban
de acuerdo en que Sara era la más top a la hora de vestirse para salir. Se
había puesto un saquito negro (que si el valor emocional tuviera un número, con
aquella prenda se salvaría a un país en medio de una crisis económica), sobre
una remera suelta y corta a rayas horizontales que acentuaba su cintura y su
generoso pecho. Tenía una pollera roja lo suficientemente corta como para
llamar la atención, pero no tanto como para mostrar algo. Los zapatos eran de
plataforma y tan rojos como su cabello que estando suelto, la dejaba con un
look muy parecido a las hollywoodenses. Sin olvidar mencionar el pequeño bolso
de mano de piedras negras y carmesí.
-Si fuera yo, me agarraba todas las propinas y el escándalo
se los hago, si no me lo dan - Janet empezó a rebolear una pierna simulando la
patada que le daría a quien no le pagara y sus botinetas de gamuza gris con
tacos, casi vuelcan la mesa ratonera junto con la botella del ya casi
inexistente soju. Se había puesto una campera negra corta, sobre una
camisa blanca a rayas verticales negras, muy finas, que marcaban su silueta y
si eso no marcaba suficiente, un pequeño cinturón negro de cuero rodeaba su fina cintura. Por debajo, unos jeans chupines de un gris
bien oscuro completaban el atuendo. Su cabello largo iba suelto, pero con el
flequillo recogido y puesto hacia atrás, su look era muy rockero.
-Y si yo trabajara en el mismo lugar, con vos. Sería la que
lo sujeta al tipo mientras lo castigas -Morena llevaba un saco blanco largo
hasta la cadera y de mangas tres cuartos, sobre una remera negra algo suelta,
pero que no dejaba de marcar su silueta y con el estampado de la cara de un
tigre, un short negro con detalles en dorado junto con un brazalete enorme,
iban a juego con el estampado, a demás de dejar ver sus piernas que terminaban
en unas botinetas blancas con tacones. Le daban un look moderno y sexi. Usaba
el flequillo alisado y de lado, dejando el resto de los bucles a libre
albedrío.
-¡Ay, no! Chicas no anden golpeando gente, que son señoritas.
-Si, Regi. Lo dicen en chiste nada más. Bueno, vamos
saliendo –Cassandra se paró y las demás la siguieron. Y mientras iban saliendo
le entró una duda–. Este… Janet ¿vos te
pintaste?
-No, estoy bien así.
-Ah… no, no, no, querida. O le pones algo de maquillaje a
ese lindo cutis o de acá no sale nadie –amenazó firmemente Morena mientras reboleaba
un dedo aún más amenazador.
-Vení, Janet. No nos hagas pasar vergüenza. Un poco de
rubor, rímel, delineador y labial alcanza –Sara la llevó al baño y después de
escuchar un par de quejas y una breve discusión, Janet salió más linda pero con
una expresión un poco menos bonita.
Al fin estaban en la entrad del boliche. El portero vio
llegar a un grupo de atractivas chicas occidentales y les hizo señas para que
entraran. No sea que se decidieran por ir a otra parte, así que al pasar por su
lado, le agradeció a cada una con una reverencia y un “kamsamnida” algo
nervioso. Las chicas se rieron mucho con esto, parecía que la noche ya estaba
poniéndose mejor. El lugar era muy grande, estaba dividido en dos pisos de los
cuales el de abajo era la pista de baile, con los bares a los lados y el DJ
estaba en el centro del lugar sobre una plataforma bastante elevada. El segundo
piso era más pequeño, consistía en anchos balcones que hacían de galerías para
la parte de abajo, era la zona VIP, así que las chicas se quedaron en el primer
piso, junto a una de las barras. La música era buena y aunque no había
reggaetón, los temas servían para que bailaran de forma graciosa. Se pasaron la
mitad de la noche haciéndose muecas y parodiando a las bailarinas de los videos
musicales, hasta que Cassandra imitó demasiado bien a una y todas empezaron a
reírse muy fuerte. A Morena se le fue la cabeza para atrás, por la carcajada y
no pudo evitar ponerse muy nerviosa. Dejó de bailar y fue hacia la barra a
pedir un trago, todas la vieron pasar y como esa no es una actitud propia de
ella, les dio curiosidad.
-More, convidame eso ¿Qué te pasó, desde cuando no seguís
las payasadas de Cass? -preguntó Regina que se terminó el vaso de su amiga.
-No… lo que pasa es que… No sé si lo digo, es muy estúpido.
-¡HABLA! –gritaron todas al unísono.
-Cuando Cassandra hizo ese pasito chistoso y todas nos
empezamos a reír, yo miré para arriba, al sector VIP y vi cómo un chico muy
lindo me estaba mirando. Y me miró tan fijamente que me puse nerviosa y me
agarró vergüenza por estar payaseando.
-¿Dónde está? -preguntó Janet.
-No vayan a mirar mucho. Él está bien enfrente de nosotras.
Y como si no hubiera dado ninguna recomendación, todas
miraron al lugar indicado, girando las caras con brusquedad. Todas menos
Morena, que al verse traicionada se golpeó la frente moviendo hacia ambos lados
la cabeza en una expresión de auto lamentación, vergüenza y frustración. El
chico en ningún momento le había sacado la mirada de encima, así que pudo darse
cuenta de que todas voltearon para verlo a él y, soltando una sonrisa de
triunfo, se encaminó al primer piso.
-Está muy lindo ¡Y está bajando! –chilló Sara.
-Ay, Dios… Si viene para acá las voy a matar a todas, lenta
y dolorosamente con un cuchillo sin filo –Morena estaba empezando a ponerse muy
nerviosa.
-Bueno… no creo que esté bajando sólo para hablarte a vos.
Puede bajar para cualquier cosa ¿no? -intentó razonar Sara que estaba junto a
Morena, ambas de espalda a la barra y con una vista panorámica de toda la
pista.
-Si… es cierto. Tal vez bajó para ir al baño.
-¿No se te pudo ocurrir una excusa más original, Cassandra?
–Janet, Cassandra y Regi estaban de frente a Sara y Morena y daban la espalda a
la pista. Por lo que para enterarse de algo sin ser muy obvias, debían escuchar
el parte de Sara, porque Morena estaba muda.
-Ahí giró, como si se fuera al baño. Ah, no… le estaba
esquivando a un grupo de gente nomás.
¡Viene para acá! -advirtió Sara.
-Las voy a despellejar y con sus cueros me voy a hacer un
abrigo a lo Cruella De Vil, si es que ese chico viene para acá. Porque si lo
hace, es porque cree que yo hablé de él y que me fijé en él.
-Pero fue así, More –dijo Janet.
-Eh… la cosa es que el chico no tiene por qué saber que fue
así. –explicó Cassandra, ya que Morena había quedado muda con las palabras de
Janet, que una vez más la traicionaban.
-Huy… está acá -anunció la pelirroja.
El muchacho venía acercándose sin apartar los ojos de la
chica muda. Caminaba con mucha seguridad y sonreía de una forma muy sensual,
según los pensamientos censurados de Morena. Cuando llegó en donde se
encontraba el grupo de nuestras protagonistas, extendió una mano en
ofrecimiento y mientras le dedicaba una mirada sexi a la morocha, agarró la
mano de Regina y la sacó a bailar. Regina lo tuvo de frente y al ver quién era,
con temor buscó alguna señal en su amiga. En shock por esa maniobra, Morena
comenzó a reírse por lo bajo y le dio una sutil señal de que todo estaba bien.
Todas quedaron en shock, sin entender muy bien, pero viendo lo alegre que
estaba su amiga mientras charlaba con el chico, decir que estaban en shock era
poco. Se limitaron a beber lo que se les ocurría pedir y a observar que en
realidad no estaban bailando, sólo estaban allí parados muy sumergidos en su conversación
entre señas y gestos. Al final de la conversación, el muchacho se despidió con
una sonrisa. Regina se dio media vuelta y regresó a su grupo, con una enorme e
imborrable sonrisa que llenaba toda su cara redondita.
-¿Qué pasó? ¿De qué te habló tanto? -preguntó Cassandra.
-¡Ay, no…! –fue todo
lo que Regina dio como respuesta.
-¡Contá, mierda! –ya Sara estaba al borde de la curiosidad.
-Es que ese chico es Taeyang. ¡Es Taeyang!
-¿Quién? –preguntaron todas.
-Es miembro de un grupo musical muy conocido en Corea.
Tienen un montón de temas buenísimos –mientras ella hablaba, sus amigas no
entendían muy bien a qué se refería y cuando se dio cuenta de ello dijo-. Su
grupo es como 2NE1 versión masculina.
-¡¡¡OH!!! –se emitió por cualquier tipo de respuesta
posible.
-¿Y de qué hablaron tanto? –preguntó Janet, tratando de
volver a la cuestión principal.
-Él preguntó por la morocha de rulos –respondió Regina
mientras lanzaba una mirada pícara a su amiga la muda, quien sólo dejó escapar
una mueca parecida a una risa pero llena de incredulidad.
-Pero si iba a preguntar por ella, entonces ¿por qué no la
sacó a bailar a ella? –preguntó Sara, a quien siempre le molestaron los
jueguitos de indirectas e histeriqueadas.
-Por que yo siempre vengo acá con mis compañeros y por lo
visto, él también, porque dice que me reconoció. Así que supuso que yo sabía
coreano, pero primero me preguntó en inglés si yo hablaba coreano y le dije que
sí, en coreano –y soltó una risa muy contagiosa que trató de tapar con la
mano-. Y de ahí me preguntó por More y si ella era de esas chicas que rebotan a
los hombres sin darles oportunidad.
-¿Y qué respondiste? -la interpeló Janet, que conocía muy bien
a su amiga y temía lo peor.
-Bueno… Morena es una chica que los rebota, efectivamente,
pero si el chico es lindo o sabe bailar o las dos cosas, ella les da
oportunidad ¿No?
-Si, así es More –respondió Cassandra, como si la mujer en cuestión no estuviera presente-. ¿Pero vos que le dijiste a Tao… Teayi… al chico?
-Exactamente eso.
-¡¡¡NO!!! –gritaron todas, como si fueran una sola mujer
alterada.
-Maldita traidora. Me mandaste al muere, Regina.
-¿Y qué te respondió él? -preguntó Sara, que se dio cuenta
de que el cuento no terminaba ahí.
-Me dijo: “Entonces no me va a rebotar. Vuelvo a buscarla
cuando pasen mejor música.”
-¡¡¡NO!!!
Todas concordaron en que el chico era muy creído y luego de
hacer una mini investigación por internet desde sus teléfonos, también
acordaron en que tenía un muy buen cuerpo. Planearon cada movimiento, cómo
debía mirarlo y cuándo hacerse rogar para así, por último, desecharlo. Ya
estaban bailando otra vez, cuando alguien tocó el hombro de Morena. Ninguna se
percató de que Taeyang estaba acercándose, sólo lo vieron cuando su amiga se
apartó un poco con él. Bailaron un rato largo y todo el tiempo Morena siguió lo
planeado con sus amigas. Lo seducía y abrazaba y él hacía lo mismo, se sonreían
y todo el tiempo se miraron fijamente, excepto cuando los nervios la traicionaban y agachaba la mirada, que era
cuando él se sonreía más y la abrazaba. Por dentro una gallina mojada trataba
de mostrarse indiferente, mientras que por fuera, una linda latina bailaba con
soltura. Y en uno de esos momentos en que los nervios la ganaron y agachó la
cabeza, el muchacho se la levantó con un
beso que la dejó helada. Cuando la soltó, la gallina infló todas sus plumas y
le propinó una bofetada que hizo exclamar a las personas de alrededor, que no apartaban
la vista de la súper estrella, un fuerte “¡Uh!”.
-¡I-sekia! (cabrón, hijo de p***) -fue lo único que pudo
decir Morena antes de salir corriendo, sin saber si estaba ofendida o
sorprendida, pero muy segura de que el sopapo estuvo bien dado.
-¡Ya! ¡Chankanman! (¡Oye! ¡Espera!) -gritó el abofeteado chico mientras la
seguía.
Morena se apoyó en la barra junto a sus amigas que sólo la
miraban boquiabiertas y pidió algo para beber y cuando le llegó el pedido,
también le llegó el besucón. Él la miró aún sorprendido por la reacción que había
tenido y ella lo miraba más sorprendida que antes, por haberla seguido y más
ofendida que antes, al ver las ganas con que él se reía.
-¿Por qué me pegas?
-Ah… sabes inglés. No sos tan bruto entonces –Taeyang
volvió a reírse-. No entiendo de qué te reís tanto. No tiene gracia ser un
acosador.
-¿Acosador? Si Hubiera besado a cualquier otra chica de
este lugar después de haber bailado así, puedo asegurarte que estaría enredada
en mis brazos y colgando de mi cuello.
-Sos un maldito engreído. Ni que fueses un adonis. ¿Adonis
se dice así en inglés? -la pregunta la formuló en español y confundió a Taeyang-.
Nada, nada. Andate, por favor. Tu cara me da asco.
-¡Já! Di algo que pueda creer.
-¡Ay! ¡Te odio! Ándate, morite.
-¿Por qué estas tan enojada? Ni que el beso hubiera sido la
gran cosa –Morena apretó los labios con indignación, sintiéndose tocada por ese
desprecio y al ver esto, Taeyang se quedó pensando un momento en la reacción
que Morena había tenido y al parecer tuvo una idea-. Oh… ya veo. Ahora lo
entiendo –la rulienta no movió ni un músculo, pero sus ojos la traicionaron y
se abrieron enormes al sentirse descubierta. Se abrieron grandes, como cuando
se trata de negar algo que es cierto y pensamos que los ojos así de abiertos
nos darán credibilidad.
-Te gusto.
-¿Michoso? (¿Te volviste loco?) -al decir esto su voz sonó tan aguda, que sólo
consiguió confirmar las sospechas de Taeyang e informar a sus amigas, que
estaban del otro lado, lo que no esperaban escuchar. Morena se dio vuelta y las
vio con las bocas tan abiertas que la impotencia de que todos sepan, la hizo
querer salir corriendo de allí. Asique volvió a girar y lo miró con ira. Estaba
cómodamente apoyado sobre la barra, vestido como se lo veía en las fotos que le
mostró Regina, con una camiseta blanca con estampado de grafitis, una campera
de cuero roja con adornos metálicos, unos jeans holgados muy a la moda y unas
zapatillas blancas con detalles en rojo. Al verlo así todas pensaron que era
genial, sobre todo por la sonrisa de portada de revista que le regalaba a
Morena.
Ante tal situación, no supo qué hacer y ya empezaba a pedir
que se la tragara la tierra, cuando la intervención divina la salvó de ese
momento tan incómodo. Un muchacho algo tomado pasaba por su lado antes de
tropezar y volcar su bebida sobre el saco de Sara. La alarmante reacción de las
chicas desconcertó al muchacho, que trató de soltar un “Miane” algo
desarticulado. Pero no pudo terminar, debido a que Cassandra lo agarró de la
camisa y, aunque el chico le sacara dos cabezas con ella usando tacos, lo
arrastró hasta su altura diciéndole de forma muy amenazadora.
-¿Chugul-le? (¿Quieres morir?)
-Chicas, me tengo que ir. Si esta mancha no sale me muero
–dijo una muy alarmada Sara.
-Nos vamos, Cass. Deja al pobre chico que ni idea tiene –le
pidió Janet.
-Mira, nene. No me importa si entendes o no. Pero si eso no
se quita, vengo, te busco y te mato. Porque por ese saco ya casi mueren muchos.
¿Araso? –el joven temblaba y si bien no entendió nada, a la imagen de cinco
furiosas extranjeras no paró de pedir disculpas, dejar algo de dinero y salir
corriendo.
-¡Vamos, por favor! –Sara estaba al borde del colapso.
-Me voy, imbécil. Me alegra no tener que seguir hablando
con vos. Pero quiero que sepas que estás muy bueno y si no se hubieran dado así
las cosas, otra sería yo haciéndote de todo –la confesión, por supuesto, la
dijo en español y por los gestos que hacía con el puño, Taeyang pensó que lo estaba
amenazando por última vez. Así que, a modo de despedida, agarró ese puño con
las dos manos para atraerla hacia él y la besó en la mejilla. Morena empezó a
alejarse llevada por sus amigas y en total estado de ebriedad.
Cuando estaban por tomar el taxi, se dieron cuenta de que
faltaba Regina, pero antes de que la llamen por teléfono ella apareció de
repente.
-¿Dónde estabas? Casi nos fuimos sin vos –la retó Janet
mientras le hacía un lugar en el taxi.
-Me tardé porque Taeyang me pidió el número de Morena y yo
se lo estaba dando.
-¡NO!
Ya una vez en el departamento de Regina, decidieron quedarse
a dormir allí y volver al hotel a la mañana siguiente. Sara puso a remojar el
saco y todas rogaron porque no quedaran manchas. Nuestra pelirroja había
ahorrado durante un tiempo para comprarse esa valiosa prenda, pero la razón de
su valor, no era el precio. Tuvo que ahorrar porque en ese tiempo la mayor
parte de sus ingresos se iba en el tarro que decía “Boleto a Corea”, pero el
valor indescriptible se debe a que el día que lo iba a comprar, salieron todas
juntas a presenciar el evento que tanto habían esperado y con el que tanto su
amiga les había taladrado el oído. Ya en la tienda, la vieron correr hacia el
perchero en el que había escondido el saco y mientras Sara lo retiraba, otra
persona hacía lo mismo del otro lado. Ambas se miraron profundamente desafiantes y mientras Sara
intentaba persuadir a la chica de que había llegado primero, ésta la amenazaba
para que soltara la prenda, poniendo a nuestra amiga en un aprieto muy incómodo.
El asunto se puso feo, cuando la enemiga de Sara tiró con fuerza del saco y
todas se sintieron desfallecer al pensar que había soltado la costura. El miedo
hizo que las chicas entraran en acción y fueron a persuadir a la extraña para
que soltara el botín. Pero tan decidida estaba, que empujó con furia a
Cassandra y Janet, entonces Morena empujó a la chica en defensa de sus amigas y
comenzó un alboroto que terminó con las cuatro en la calle y a Sara, que se
había apartado disimuladamente de ellas, en la caja con su saco. Cada vez que
lo recordaban pensaban en la pobre chica. Regina ya llevaba un tiempo viviendo
en Corea cuando eso pasó, pero conocía todos los detalles, como si hubiera
estado ahí.
martes, 18 de diciembre de 2012
Las chicas de paseo(Cap.2)
Este es un modelo de la ropa que usan las chicas al salir de paseo por Corea al principio del capitulo 2:
Las imágenes están en orden de aparición.
Regina:
Janet:
Morena:
Cassandra:
Sara:
Las imágenes están en orden de aparición.
Regina:
Janet:
Morena:
Cassandra:
Sara:
domingo, 16 de diciembre de 2012
Mensaje
Esto es algo especial que me gustaría compartir en el blog y me gustaría que cinco personas muy importantes para mi la lean (Espero sinceramente que no se lo tomen como un atrevimiento de mi parte, subirlo acá y espero que les guste)
Esto va para ustedes...
Las quiero, porque me demostraron que cinco personas diferentes pueden tener algo en común
Las quiero, porque somos “el complemento” y no tiene porqué ser perfecto.
Las quiero, porque aceptan mis clichés, como el de ahora por ejemplo.
Las quiero, porque están en todo momento y más cuando las necesito.
Las quiero, por esas pequeñas cosas…ustedes saben a qué me refiero, y las quiero más por eso.
Las quiero, por esos “chócalos” infaltables….
Las quiero, porque hacen de un viernes, un día especial.
Las quiero, hasta con sus errores y los míos.
Las quiero, a las que llegan temprano y a las que llegan tarde también.Las quiero, sobre todo cuando me desesperan.Las quiero, porque si…
Las quiero, no tengo más para decir.
Y si de alguna manera estoy olvidándome de algo (que es muy probable) o no alcanza lo suficiente para decir mis sentimientos (que de hecho así es) Me gustaría reforzarlo con una canción...
"Son las mas ciertas en horas inciertas..."
martes, 11 de diciembre de 2012
Algo de CNBlue
Hola! les dejamos este video de CNBlue recomendado, muy buena banda! ademas...les digo un secreto shhh, a medias igual, uno de los 4 estara en la historia...quien creen que sera? esperamos sus comentarios! :) xxo
Capitulo 2
-“Le prometí que no le ocurriría nada.”
-“¿A quién se le ocurre prometer eso? No puedes impedir que le pasen
cosas.
(Buscando a
Nemo)
A la mañana siguiente, más bien ya estaban sobre el mediodía, se
levantaron con dificultad. Sentían que durante la noche, alguien las metió
dentro de una lata y las hizo rodar por todo Seúl. La que se encontraba bien
era Regina, que ya estaba acostumbrada. Al parecer, el constante movimiento de
la ciudad, el trajín de la gente, la excitación de las chicas por su primera
impresión de Corea y el vecino de Regina, les habían jugado una mala pasada. La
noche anterior se habían pasado casi toda la velada asomadas al balcón del
departamento haciéndole señas a los peatones y aturdiéndose con la música de
los shows que la gente acostumbra presentar en las calles peatonales, sin
mencionar que acababan de conocer el soju y ya lo hicieron su mejor amigo.
- ¡¡¡Buen día!!! ¿Cómo amanecieron las mujeres más hermosas del mundo? –
Morena se había despertado y si bien no se sentía en condiciones de llamarse
hermosa, no podía dejar de levantarse sin hacer algo de bochinche primero.
- Amanecieron más feas que nunca. – Fue toda la respuesta de Cassandra
antes de entrar al baño.
- ¿Quién estuvo bailando encima de mí, anoche? Me siento apaleada por
todos lados. – Se quejó Janet y trató de levantarse estirándose hacia todos
lados, como un gato.
- ¿Quién se quiere ganar el paraíso haciéndome el desayuno? – Preguntó
Sara, que todavía tenía la cara enterrada en su almohada y sacudía una mano
alentando a quien sea a hacer el desayuno.
- Yo se los preparo, chicas. Ustedes levántense y lávense un poco. More,
saca todas las almohadas y frazadas, por favor. En un ratito está todo. – Avisó
Regina que ya estaba dando brincos y giros por la cocina.
Comenzó la danza de los zombis. Morena acarreando, más que a las
frazadas, a Sara; Janet que daba adormilados golpes a la puerta del baño para
sacar a Cassandra; Sara que comenzaba a levantarse y a mirar con odio el sol y
Cassandra que salía del baño con una cara más somnolienta que con la que entró.
Después de un momento, ya todas estaban vestidas y se asomaban al balcón a sentir
el calor del sol. Parecían cachorritos recién nacidos que ante los estímulos de
quienes los rodean empezaban a moverse más alegres y vivaces. Ya estaban de
nuevo a los gritos y carcajadas mientras tomaban su tardío desayuno y
recordaban lo que planearon en el avión y la noche anterior antes de dormir.
Acordaron en salir de paseo en ese mismo momento.
El lunes se presentaba muy frío, asique por esta vez, dejaron un poco de
lado la imagen y salieron bien abrigadas y con zapatos cómodos. Regina estaba de
jean con un sweater negro y algo parecido a un poncho azul, muy tierno, y unas
botas de gamuza. Janet también usaba jeans con sus amados borceguíes color
arena, una camiseta, debajo de una camisa a cuadros, y una campera del mismo color
de su calzado. Morena se había puesto una camiseta cuello de
tortuga debajo de su campera de jean, a juego con sus borceguíes
rojos y una bufanda (ya no volvería a salir desabrigada).
Cassandra llevaba un sweater lila y sobre él, una cazadora con tachuelas, un jean ajustado y unas zapatillas con detalles parecidos a los de
su cazadora. Sara no podía andar tan casual, por lo que se puso unos jeans, sí,
pero también un sweater escote en V de un lindo verde menzana, un tapado negro con un enorme pañuelo
colorido y una de esas botas de gamuza con plataforma.
Estaban muy entusiasmadas, entraban a una tienda y se probaban lo que
les gustaba, desfilaban y salían sin comprar nada, esto enojaba a los
vendedores y la actitud de ellas al ir de tienda en tienda hizo pensar a
muchos, que tal vez se trataba de famosas, o modelos, o actrices de alguna
parte. Muchos chicos se les acercaron a pedirles una foto, Janet se mostró
reacia a esas cosas igual que Sara, Morena le decía que sí a todos y cuando le
preguntaban qué era, siempre respondía en inglés “I’m a model from Victoria
Secret” o cualquier cosa que le viniera a la mente. Cada tanto Cassandra y
Regina se sumaban a ella, sobre todo si el chico era lindo. Así se pasearon
hasta la tarde, compraron algunas cosas, como una bufanda violeta a lunares
blancos, unos guantes rosados con detalles en negro, unos lentes de sol muy
chic, una muñeca de Sailor Moon que parecía ser un pisapapeles y varios
alimentos para los días siguientes, ya que, si bien estaban hospedadas en un
hotel, se la pasaban la mayor parte del tiempo en el departamento de Regina.
Pero esto no duraría mucho, porque en Corea no era temporada de vacaciones y
Regina tenía clases casi todas las tardes y algunas veces a la mañana, así que
debían aprovecharla en ese momento y memorizar pronto las calles para poder
salir solas.
- Y si vienen por esa calle, que es la que sale a su hotel, sólo caminan
seis cuadras y ya están en el centro. Aunque prácticamente todo es centro, como
ya vieron. – Indicaba Regina señalando las esquinas, como una azafata las
salidas de un avión.
- No te preocupes Regi, ya me armé un mapita con las calles y las rutas
de tu departamento y el hotel. Vamos a estar bien. – La tranquilizó Cass, que
notaba lo nerviosa que se estaba poniendo su amiga. Ella había tenido muchos
problemas para ubicarse al principio, sobre todo por que su coreano aún era
precario y pensar en sus amigas, que casi no sabían nada del idioma o de las
costumbres del lugar, la preocupaba mucho. No quería que volvieran a sufrir un
incidente como con el mozo de aquella cafetería.
– Esta bien, pero por las dudas les voy a anotar en coreano la dirección
del hotel y mi departamento, cosa de que si se pierden puedan pedir que las
lleven.
Habían decidido volver al hotel y no intentar nada raro por lo que
quedaba del lunes. Ya mañana sería otro día y tratarían de manejarse solas.
Regina se despidió de ellas con un fuerte abrazo a cada una, dándoles
constantes indicaciones y pidiéndoles que tengan mucho cuidado. No tenía miedo
de que les pasara algo, todas eran capaces de cuidarse solas, lo que temía era
lo que sus amigas eran capaces de hacer. Definitivamente no eran del tipo cute,
como ya habrán notado y su imán para atraer problemas era muy grande, así que
por más consejos que diera, por más “si” que respondieran, Regi se alejó con un
nudo en el estómago.
- ¿Qué vamos a hacer? Me aburro en este cuarto. ¡Salgamos a tomar algo a
la noche! – Propuso Janet que estaba tirada boca arriba sobre el sofá del
recibidor, mirando sus borceguíes mientras los hacía chocar.
- Podemos salir, si… no creo que nos perdamos ni nada. ¿Verdad? – Sara
estaba haciendo zapping sentada junto a Janet y casi tan aburrida como ella.
- ¡Salgamos! De alguna forma u otra tenemos que aprender a manejarnos
solas ¿no? ¡¡¡More!!! Salí de una vez. – Cassandra golpeaba la puerta del baño,
como si tocara la batería, porque Morena llevaba media hora atrincherada. – Bueno,
al parecer la ducha está muy buena, voy a bañarme yo también. – Cassandra se
retiró a la habitación que compartía con Janet a buscar sus cosas y en ese
momento salió Morena con una frescura ideal para las propagandas.
- No saben lo rica que está esa tina. El agua se mantiene bien
calentita. – Morena caminaba fingiendo que flotaba mientras se dirigía a la
habitación que compartía con Sara.
- Entonces me voy a bañar ya. – Sara agarró su equipo de baño que ya
tenía preparado, a su lado y cerró la puerta del baño en el momento justo en
que aparecía Cass con sus cosas.
- ¡Mierda, Sara! Siempre haces lo mismo. – Cassandra tiró sus cosas en
el asiento que estaba más cerca y fue a recostarse en el sofá junto a Janet,
que ahora estaba boca abajo y seguía zarandeando los pies. Morena volvía de la
habitación con ropa cómoda e imitaba a las chicas de los comerciales coreanos
que promocionaban una crema para el rostro, acariciando el contorno de su
rostro con el reverso de la mano, mientras guiñaba un ojo y ponía una expresión
de frescura. – Estás para una de esas propagandas, More.
- Gracias, pero no me pagarían lo suficiente por hacer esa ridiculez. –
Dijo, a la vez que se tiraba junto a Cassandra. Comenzó a acariciar el cabello
de Cass, mientras se enganchaban con una novela, que según ellas, lo único
lindo era el protagonista. Por la complejidad del idioma, no estaban muy
seguras de seguir bien la línea de la historia pero de alguna manera lo seguían
interesadas. Y es que no era tan difícil de comprender, por que parecía la
típica historia de amor: una chica pobre, un chico lindo y rico pero bastante
frio para el gusto de las chicas. Ya iban por la mitad de la historia, cuando
Sara salió del baño en una nube de vapor que alentaba a pegarse una de esas
duchas.
- ¡Oh! Parece que esa tina de verdad está muy buena. ¿Vas a entrar,
Cass? – Janet la miró y advirtió que se había dormido por las caricias de
Morena. – Bueno… parece que no… Asique entro yo. – Se levantó con mucho
cuidado, para no despertarla y el resto es historia.
Sara y Morena comenzaron a hablar sobre música y chicos (sus temas
preferidos) y de tanto entusiasmo despertaron a Cassandra que, una vez que
advirtió lo que había pasado, profirió varios insultos a Janet, quien la estaba
pasando demasiado bien en el cuarto de baño. Todo esto fue muy gracioso hasta
que le tocó el turno a la pobre Cassandra y descubrieron que se habían
terminado el agua caliente. No tuvo más remedio que bañarse con agua más fría
que tibia, lo que provocó un resfriado que la dejó tumbada toda la noche. Por
lo que nadie salió a ningún lado y todas hicieron de enfermera hasta las cuatro
de la madrugada, cuando el resfrío dejó dormir a su victima y sus asistentes.
A la mañana siguiente, Morena y Janet salieron en busca de alguna
farmacia para comprar analgésicos, ya que en la noche se acabaron los pocos que
tenían. La aventura fue intrincada, no había forma de hacer entender a la gente
lo que buscaban y cada vez que estornudaban, para dar a entender lo que
querían, la gente las miraba horrorizadas y varias veces recibieron un castigo,
por parte de los mayores y varias veces Morena se peleó con esos mayores.
Cuando al fin encontraron una farmacia, el entrenamiento previo las ayudó a
hacerse entender con el farmacéutico, pero entonces el problema estuvo en
pagar. Decidieron confiar en el hombre y le dieron algo de dinero, esperando
que el tomara lo justo, pero Janet no estaba tan segura con esta idea y anotó
cuanto tenían y cuanto tomó el hombre, para después consultárselo a Regina. Al
parecer el señor fue honesto, porque les dio bastante cambio.
Ya a la tarde, Cassandra empezaba a sentirse mejor y todas habían
resuelto la trama de la novela de la noche anterior (al parecer estaban pasando
una maratón). Estaban en contra de la ricachona mala y apoyaban a la chica
humilde que estaba enamorada del joven heredero, que al parecer le
correspondía. “¡¡¡EH!!! La besó. Es un capo. ¡Por fin!”, “Y yo creí que era un
témpano el chico…”, “Chúpate esa mandarina, fulana!” eran los comentarios que
salían de su habitación de hotel.
Sobre la noche, Regina ya había vuelto de sus clases y las fue a ver.
Quisieron salir a comer algo, pero Cass todavía no estaba en condiciones de
arrojarse al invierno de Seúl. Así que Sara y Regina salieron a comprar comida
al terminar de ver la novela, a eso de las diez de la noche. Mientras iban a
uno de esos puestos callejeros de comida, la gente las miraba al pasar y Sara
quería esconder su cara con la bufanda, porque no se había preparado lo
suficiente como para pasear de noche, pero como Regina estaba a cara lavada,
ella se veía bastante arreglada. Aquellos puestitos vendían sopas, carnes
asadas, ensaladas y varios platos tanto calientes como picantes, a demás de
diferentes bebidas. Levaron sopa, algo que parecía un guisado muy tentador y
varias botellas de soju.
- ¿Cómo hacen para levantar estos puesto al terminar la noche? – Preguntó
Sara, que estaba sorprendida por la variedad de comidas que ofrecía el puesto
ambulante.
- No lo hacen. Lo cierran todo a la mañana y se van. Después vuelven a
la noche y lo abren. No hay peligro de que les roben porque acá el crimen es al
estilo Hollywood. Bueno… casi siempre, por supuesto que hay uno que otro ladrón
de cuarta, asaltando tiendas. Pero la policía es rápida y como lo atraparon, lo
enrejaron. – Explicaba Regina, que una vez vio cómo reducían a uno de esos
asalta tiendas. – Y acá te castigan por todo. Si estas molestando a alguien y
la policía te pide que te vayas y no lo haces, te ponen en prisión hasta que
alguien te busque, como cuando de
chiquitas hacíamos algo malo y nos mandaban al rincón.
- Ah… con razón todos acá se reverencian con los mayores y a los policías
los reverencian más.
- Es que el grado de reverencia indica la cantidad de respeto hacia la
persona. No se olviden de saludar así siempre y mientras mas vieja sea la
persona, más profunda la reverencia. ¡No se olviden, porque la gente se ofende!
Una vez en el hotel, Regina repitió este consejo al resto de sus amigas
y terminó siendo vapuleada por Janet y Morena, que de haberlo sabido antes, se
hubieran ahorrado un par de peleas y coscorrones, también le mostraron la
factura de la farmacia y las notas de Janet, para confirmar lo del cambio. Todo
estaba en orden, el hombre les había cobrado lo justo. La noche transitó
lentamente y pronto se despidieron de Regina que debía volver a su
departamento, porque tenía clases a la mañana.
- No se olviden de llegar al mediodía, vamos a almorzar con mis amigos.
– Les gritó Regina desde la ventanilla del taxi cuando lo recordó. Ahí empezó
un alboroto. Ninguna se esperaba eso y como la anfitriona ya se había ido, se
quedaron con varias preguntas en el aire.
A la mañana siguiente, Cassandra había mejorado notablemente, aunque aún
necesitaba sonarse cada tanto y una ligera tos persistía. Ya habían acordado
que se vestirían de forma casual, sin grandes ornamentos. Todas fueron de
tapado, bufanda y guantes sencillos, como el tapado verde de Sara con detalles
dorados en las mangas y los botones que hacían resaltar su piel y su cabello
rojizo, o el tapado mostaza de Cassandra con una bufanda azul tejida que la
hacía ver como una muñequita, o el tapado negro noche de Janet con botones
fucsias a un lado que hacían juego con sus guantes, o el tapado negro con forro
de satén violeta de Morena que combinaba con su boina a cuadrille. ¿A quién
engañamos? No podían vestirse de forma casual.
Estaban muy nerviosas, no
conocían a los amigos de Regina, que por cierto, se había puesto un pullover
tejido rojo con un enorme cuello de tortuga. Cuando llegaron al departamento,
los chicos ya estaban ahí y las presentaciones fueron algo incómodas. El grupo
consistía en tres chicos y una chica, los primeros las miraron con entusiasmo y
la última les dirigió una mirada despectiva. Nuestras protagonistas lo
advirtieron pero lo pasaron por alto, con tal de no dar una mala primera
impresión, pero Sara ya la puso en su lista negra. Durante el almuerzo, Regina
prácticamente no probó bocado, ya que estaba traduciendo las conversaciones de
los demás. Sus amigas no podían controlar su verborragia y los muchachos hacían
preguntas cada tanto, pero la chica coreana casi no hablaba. En cierto momento,
parecía que ya eran muy cercanos cuando Cassandra estornudó con fuerza, producto
de su aún no curado resfrío.
- ¡Salud! – Dijeron sus amigas al unísono y Janet, sentada junto a ella
le dio unas palmaditas en la espalda. En este breve gesto, los amigos de Regina
cambiaron radicalmente su opinión de las chicas. La muchacha coreana se apartó
de la mesa tapándose la boca con la manga de su suéter y diciendo un par de
cosas que nadie alcanzó a entender, los chicos también se tapaban la boca con
sus mangas y uno dijo claramente que Cass era una maleducada y la retó por
estornudar, otro apartó su bol de comida alegando que no seguiría comiendo, por
temor a los gérmenes y el tercero, que era el mayor en la mesa, le reprochó a
Regina el no educar a sus amigas y dejarlas hacer lo que querían, como hablar
durante la comida de forma tan escandalosa. Cuando Regina tradujo todo esto,
Cassandra se sintió muy mal y fue a refugiarse en el baño, Janet, Sara y Morena
se levantaron de la mesa, decididas a presentar batalla en defensa de su amiga
y Regina no sabía cómo detener ese conflicto de costumbres.
La cosa terminó con Sara caminando por todo el recibidor muy indignada
por lo que le habían dicho (según el adjetivo que usó Regina, la llamaron
sucia), sólo porque Cassandra estornudó y ninguna de sus amigas intentó
matarla. “¡Sucia! ¿Yo?” Decía cada tantas vueltas; Janet estaba discutiendo con
Regina, por dejar que esos chicos les hablen así. “Pedazos de coreanitos
infelices ¡Son unos sociópatas paranoicos!” gritaba Janet junto a Morena, a
quien no le gustó que ese chico tratara a Regina como su subordinada. Las tres
estaban hablando a los gritos en el pasillo, después de “despedir amablemente”
a los comensales coreanos, cuando la vecina de Regina salió a reprender a quien
estuviera haciendo alboroto. Al verla salir, Morena fue a su encuentro y en
postura de “si abrís la boca, te mato”, logró que la mujer volviera a su
departamento sin decir una palabra. Tuvieron que dejar las cosas a medio
terminar, ya que Regina debía ir a clases y ellas sólo querían olvidarse del
mal entendido cultural. La fracasada anfitriona se retiró de la zona de guerra
y las ofendidas muchachas comenzaron a mejorar su humor después de un rato,
escuchando música, criticando a la coreana y al final… viendo una película a
medio empezar mientras comían unos snack que encontraron en el aparador de
Regina. Ya llevaban un tiempo record de tranquilidad, entonces Cassandra volvió
a estornudar.
- ¡Dios mío! ¿Cómo me vas a faltar el respeto así? Aléjate de mí, ser
horrible. – Morena sacudía los brazos de forma dramática.
- ¡Sí! No quiero que tus gérmenes me dejen estéril. – Gritó Janet
sacudiendo las manos en una expresión de locura y todas se rieron del asunto.
Cuando volvieron a estar tranquilas…
- Ese hombre es muy lindo para ser coreano, para mí que es mitad
extranjero. – Dijo Sara muy compenetrada con la película.
- ¡Sara, por favor! ¿Es que no tenes honor? ¡Estamos comiendo! – La retó
Cassandra señalando enérgicamente el bol con los snacks.
- Si tuviera que medir mi honor,
por la cantidad de tiempo que hablo durante las comidas, sería la mujer más
honrosa del mundo. – Dijo Janet que empezó a sacar cuentas con unas matemáticas
raras.
- Si fuese por eso, mi honor sería el de una suripanta. – Confesó
Morena, que al parecer había entendido las reglas de cálculo.
- Y yo después de vos. – Se unió Sara.
- Es que no entiendo, cómo el hablar mucho en la mesa puede ser un
deshonor total, o un estornudo inocente una falta de respeto. – Cassandra aún
estaba molesta por lo sucedido.
Después de hacer catarsis, se sintieron mucho más alegres y cuando llegó
Regina, la recibieron con una cena bien occidental. Es decir, con un buen plato
de guiso. Pasaron la noche en su departamento, hablando de lo ocurrido al
mediodía por última vez y llegando a la conclusión de que no podrían dar marcha
atrás después de esa escena. Aunque Regina ya lo había supuesto, no sólo porque
conocía a sus amigas, sino también porque conocía a sus amigos. Estuvieron
hasta altas horas de la madrugada hablando a los gritos (como más les gustaba),
teniendo guerras de almohada y rompiendo un vaso, por lo que a la mañana
siguiente no se molestaron en levantarse temprano. Y como Regina no tenía
clases esa mañana, no había nada que las apurara, excepto la repentina fuerza
con que volvió el resfriado de Cass, que hizo saltar a todas cerca de las nueve
de la mañana. No sabían cómo alzarla para llevarla al hospital, Cassandra era
pequeña pero ellas estaban muy histéricas como para animarse a arrastrarla y
hacerle algún mal.
- More, anda a lo de Jung Bin y si está, traelo. – Pidió Regina, que
varias veces contó con su ayuda en ocasiones similares. Morena cruzó el
pasillo, ahora más nerviosa que histérica, y tocó coléricamente la puerta. El
muchacho salió de inmediato, curioso por tantos golpes, ella empezó a hacerle
gestos sin saber qué decirle y cuando se dio cuenta de que no estaba
articulando ni una palabra, lo agarró del brazo y lo llevó al departamento de
Regina. En poco tiempo le hicieron entender, el chico se fue a buscar un abrigo
y algunos analgésicos antes de volver y sin miramientos, cargar a Cassandra a
su espalda y salir sin decir nada. Las demás corrieron tras él, que ya estaba
en el ascensor esperándolas. Ninguna pensó en su atuendo, ni su peinado. Todas
miraban a Regina y Jung Bin dándole unas pastillas a Cassandra y hablando en un
coreano muy rápido.
Cuando llegaron al hospital, no tardaron en atender a la convaleciente
muchacha que sólo tocía y no tenía idea de dónde estaba, la fiebre la había
dejado casi inconsciente y algo delirante. Mientras la atendían, sus amigas se
quedaron en la sala de espera con un muy atento Jung Bin, que les traía café y
las tranquilizaba. Él también era propenso a los resfriados peligrosos y había
aprendido a cuidarse y tomar todas las medidas necesarias para evitarlos.
- Siempre tengo todo tipo de remedios y tés para estos casos. ¡Y comidas
muy saludables también! Cuando volvamos les haré un caldo. – Las invitó el
joven, que no paraba de sonreír ante las caras de perritos abandonados en la
lluvia, que tenían las chicas. Ellas nunca pasaron por algo así con Cassandra,
aunque un par de ocasiones, a lo largo de su amistad, la internada canceló una
salida porque estaba en cama con sus resfríos.
- Sos muy amable con nosotras, gracias. – Tartamudeó Morena, que ya se
le había pasado la conmoción por su amiga y ahora la conmoción era por el
chico. Todas la miraron. Janet entrecerró los ojos y no dijo nada, Sara se hizo
un bigote falso con un mechón de su cabello, como hacía cada vez que sospechaba
o algo no era de su agrado y Regina tapó una sonrisa delatora con una tos
falsa.
Cerca de las una de la tarde, dieron de alta a Cassandra y le pidieron
que no saliera desabrigada y tomara los remedios que le indicaron, cada seis
horas durante una semana. En el camino de regreso, le fueron contando lo que
pasó mientras estaba internada. Que en un momento Sara se vio en un espejo y
quiso volver al hotel a maquillarse, y que todas empezaron a gritarle para que
no lo hiciera, hasta que una enfermera casi las hecha por escandalosas; que
Regina las abrazaba a todas, hasta el punto de la asfixia y el gracioso
contraste de esto, con las breves palmadas de gratitud que le daba a Jung Bin;
que después Janet se agarró con una máquina expendedora que tragó su dinero y
no le dio nada; que Morena estaba coqueteando con Jung Bin de una forma muy
patética; y que el pobre muchacho se la había pasado haciendo de mozo,
asistente, psicólogo de las chicas y en breve, también de cocinero. Esto último
agradó a Cass, que estaba realmente hambrienta.
Ya en el departamento de Regina, Sara se encerró en el baño a mejorar su
aspecto y todas hicieron algo parecido. La sorpresa de esa mañana no las había
dejado ni arreglar su atuendo, pero ante los insistentes “Se ven bien, no
necesitan arreglarse para venir a mi casa.”, o “De verdad, son todas bonitas”,
las chicas se conformaron con poco. Jung Bin les estaba preparando varias
comidas, muy al estilo coreano y Morena estaba junto a él haciendo de
asistente, pero de una distraída asistente, porque prestaba más atención a los
fuertes zumbidos que hacían los murmullos de sus amigas, que a las indicaciones
del cocinero sobre dónde poner las cosas. En cierto momento le había pedido que
pusiera unas zanahorias en un recipiente frente a ella y en lugar de eso,
Morena agarró una zanahoria, se dio vuelta de frente a sus amigas para
increparlas y le pasó la zanahoria por la cara a Jung Bin.
- Sabe bien. – Dijo el chico que pegó un mordisco para ayudar a la
atontada muchacha. Morena quiso tirarse desde un balcón y sus amigas deseaban
haber podido fotografiar su expresión en ese momento.
El tardío almuerzo estaba delicioso y Cassandra muy bien atendida. Jung
Bin le pasaba todo lo que tenía que probar y Regina le traducía los consejos
que él le daba. Las muchachas iban aprendiendo, por cualquier recaída y para
cuando el almuerzo y la sobremesa terminaron, ya eran casi las cinco de la
tarde. Se despidieron del chico con varias reverencias y “oppas” hasta
atravesar el pasillo y recordarle que lo esperaban el domingo, él devolvía las
reverencias y confirmó su asistencia para ese día, luego de dedicarle una
sonrisa a su asistente de cocina, que rió tontamente y se metió en el
departamento. Con esto tuvieron suficiente material para hablar hasta la noche,
cuando una llamada las dejó sin Regina, que se quedó en su cuarto durante casi
una hora riendo y hablando alegremente por teléfono. Todas sospechaban, pero
nadie decía nada. Para Regina, todas las personas eran amables y si sus amigas
querían hacerle entender que cierto chico era demasiado atento con ella, no
precisamente por ser amable, ella no lo entendía hasta que el interesado le
gritara en la cara lo que sentía o se limitaba a partirle la boca de un beso,
como le pasó una vez.
Todas volvieron al hotel, sin tener mucho conocimiento de con quién
había hablado Regina y pasaron la noche más pesadas de sus vidas. Si bien se
durmieron de inmediato, la adrenalina de ese día las mantuvo en un sueño
intranquilo y el despertarse fue de lo más difícil. Sólo los insistentes
portazos lograron que Janet se arrastrara hasta la puerta y preguntara
amablemente:
- ¡¿Quién mierda molesta a esta hora?!
- ¿Janet? No me digas que están durmiendo. ¡SON LAS UNA, POR DIOS! – Gritó
Regina desde el otro lado de la puerta y de seguro, las dos habitaciones de
cada lado la escucharon. – Vine para comer con ustedes, tengo clases a las
cuatro. – Janet abrió la puerta, recibió a Regina y acto seguido, se lanzó
sobre las demás para despertarlas. Tuvo que sacudir con fuerza a Morena, que
tenía el sueño muy pesado y volver a despertar a Sara cada vez que pasaba por
su lado, mientras Regina despertaba dulcemente a Cassandra, que lo primero que
hizo, fue retarla por molestar tan temprano.
Para las dos estaban más o menos despabiladas y al pasar junto al
portero del hotel, lo saludaron en inglés con frases, como “¿What’s up?”,
“Usted se parece al que estaba ayer en la puerta” y “Señor, ¿le puede bajar al
frio de la sala?”, a lo que el hombre daba reverencias algo confusas. Las
chicas salieron en busca de un restaurante, hasta que encontraron uno muy
llamativo y allí almorzaron. Tenía un sector con mesas y sillas, otro con sofás
y otro para los que quisieran una comida más tradicional, es decir, para comer
sentados en el piso. El lugar estaba lleno, a pesar de que ya era tarde para el
almuerzo y además debieron comer apresuradamente, porque ya se hacía tarde para
Regina. Quedaron en volver en otra ocasión para disfrutarlo más y salieron, sin
dar propina a nadie. Fue un viernes muy aburrido. Dieron un par de vueltas por
algunos locales y siempre miraban de reojo a Cass.
- ¡Estoy bien! ¡Dejen de mirar como si me fuera a caer en cualquier
instante! – Las retó Cassandra señalándose a sí misma con una expresión de
histeria.
- ¿Por qué lo decís? ¿Te sentís desfallecer? – Le preguntó Sara con
preocupación.
- Dios… ¡No!, estoy bien. Estoy tan abrigada, que ya hasta sudo por… - Una
repentina tos la interrumpió, provocada más por levantar la voz que por el
resfrío, pero eso fue suficiente para que la arrastraran de vuelta al hotel. No
sin antes comprar una mini torta para acompañar el té. Vieron una, dos y casi
tres películas entre infusiones y más tarde, una buena cena, cortesía del
puesto ambulante más cercano.
La preocupación por la salud de su amiga, la inacción de esos días y los
incidentes con algunos coreanos estaban
teniendo un efecto negativo sobre nuestras alegres protagonistas que, de manera
atípica, dejaron pasar el viernes sin bombos ni tambores, yéndose a dormir
temprano. Esperemos que las cosas mejoren pronto.
jueves, 6 de diciembre de 2012
martes, 4 de diciembre de 2012
PROPUESTA
Hola! hagamos algo divertido! dos cosas, primero : eligan que modelo les gusta mas de los atuendos de las chicas! y segundo: el personaje de nuestro querido vecino Jung Bin es alguien que se que todas conocen!..a ver si adivinan! :) xxo
Las chicas en el aeropuerto (Cap.1)
Para todas las que quieran saber cómo se vería el atuendo de cada una de las protagonistas... les ofreceremos una entrada paralela a la historia, donde se mostrará el modelo de ropa que usan.
Regina:
Cassandra:
Janet:
Morena:
Sara:
lunes, 3 de diciembre de 2012
Cinco chicas, una historia
Capitulo 1
“Las palabras no
tienen alas pero pueden volar mil kilómetros"
(Proverbio coreano)
Estaban las cuatro esperando el vuelo, el día había sido agobiante, las
horas habían pasado rápido, ya sus familias se habían despedido y no quedaba
nadie. Solo cuatro amigas ansiosas, en
medio de un aeropuerto internacional, con dos pares de boletos a Seúl. El altavoz
anunció el vuelo que estaban por abordar, todas se miraron sonrientes.
- ¿Se dan cuenta que es la primera vez que viajamos todas juntas? – Preguntó
Janet muy entusiasmada.
- Esto va a tener que estar bueno… - Anticipó Morena y todas se
empezaron a reír en señal de aprobación.
De pronto el celular de Cassandra comenzó a sonar.
- ¡¡¡Regi!!! ¿Cómo estas? - Todas empezaron a hablar a la vez a través
del teléfono – ¡Ya casi estamos subiendo al avión!
- ¡Decile que nos tiene que esperar en el aeropuerto entre las 21 y las
22! – Sara miraba constantemente su boleto.
- Decile que llevamos mas valijas que bombachas... – Dijo Morena
guiñándole un ojo al teléfono, como si su amiga pudiera verla.
- ¡¡More!! – Gritó Sara mientras
la empujaba amistosamente por el atrevimiento.
- ¡Que compre comida! – Le pidió
Janet, que si bien ya había desayunado en grande, comenzaba a frotarse el
estómago, pensando en el hambre que tendría al bajar del avión.
- ¡Esperen que no escucho! – Pidió Cassandra algo nerviosa - Quedate
tranquila, Regi, vamos a llegar bien, no tenemos tantas cosas y no necesitas
comprar comida, vamos a comer en el avión… ¡nos vemos en 12 horas! - y cortó
rápidamente. Todas subieron al avión, se sentaron de a pares en dos filas
contiguas de asientos para tres personas, Cassandra sacó un libro y comenzó a
leer, para tratar de pasar un poco el tiempo antes de dormirse, Janet, que
estaba junto a ella, cerró los ojos y se durmió en menos de lo que esperaba,
Sara encendió su playlist y se colocó sus auriculares, Morena, sentada a su
lado, abrió una bolsa que tenía una pila de revistas que habían comprado por si
se aburrían en el viaje, eligió una al azar y la comenzó a hojear.
En una hora o un poco más todas quedaran dormidas, restaban once horas
para llegar a Seúl, Regina también pensaba en descansar un poco, a pesar de que
allí era de día, todavía le quedaban cosas por hacer de la universidad y luego
iría a dormir para esperar a sus amigas que llegarían a la noche, pensaba en
todo el tiempo que había pasado sin verlas, eran como sus hermanas, así eran
todas, pensaba qué cosas interesantes podían hacer en Seúl, les costaría
acostumbrarse como le costó a ella, pero más le costaría a los coreanos
acostumbrarse a sus amigas.
En el avión, Sara se había despertado y fiel a la frase “Si yo no
duermo, no duerme nadie”, comenzó a despertar a sus amigas, primero a Morena
por estar junto a ella y luego, entre las dos, a Janet y Cassandra. Conversaron
sobre las cosas que harían una vez en Corea, los lugares que debían visitar,
las comidas que no podían dejar de probar, los shoppings en los que debían
pasear y también en las personas que conocerían. Se emocionaron mucho con todo
esto y empezaron a armar un alboroto con tantas risas. Tan así, que unas
señoras en los asientos contiguos las miraron con reproche y las chicas se
calmaron… un par de minutos.
- Bueno, chicas. Prepárense para romper corazones coreanos. – Dijo
Cassandra muy divertida con la idea y un par de nativos que estaban volviendo a
su país la entendieron y le dedicaron una mirada llena de reprimenda.
- ¡Shhh…! Que te escucharon – Janet le propinó un codazo y Cassandra
agachó la cabeza algo avergonzada.
- Yo te apoyo, Cass. Que no quede títere con cabeza.- Morena se había
dado vuelta asomando la cabeza entre los
dos asientos y con el mutuo apoyo se hicieron una seña al estilo “Fighting”.
Sara se limitó a abrir bien grande sus llamativos ojos al escuchar lo que
Morena susurró y Janet se resignó ante la incontrolable libido de sus amigas
que rompieron en carcajadas-
11 horas después…
-Me duele la cabeza de tanto dormir…- Janet comenzó a estirar su cuello
y a girar los hombros.
- A mi también me duele un poco, ahora busquemos un bar o algo para
tomar café, necesito uno bien fuerte. – Sara sacó un peine y comenzó a arreglar
su cabello, que estaba un poco alborotado.
- Lo mismo digo… - En este caso, el cabello sí estaba bastante
alborotado, pero tantos años le habían enseñado a Morena que no se puede remar
contra la corriente.
- Si, chicas, pero primero hay que buscar a Regina. - Todas empezaron a
mirar para los lados, estaban paradas en medio del aeropuerto Inchon, el
aeropuerto internacional de Seúl. Había tanta movilidad que parecía imposible
poder encontrar a alguien pues estaba lleno de
turistas, claro, pero todos parecían apurados e iban y venían a cada
segundo. Y ya que la mayoría eran coreanos, era difícil reconocer a alguien.
- Gracias a Dios que Regina no es coreana… - Comentó Sara, que el ver
tantas veces las mismas caras la estaba poniendo ansiosa.
- Totalmente de acuerdo, necesitamos un café ahora… - Pidió Morena que
ya se sentía adormilada por el compás de la gente al ir y venir.
- ¡Pero qué café ni café! ¿Vieron este lugar? – Dijo Janet. Realmente
ninguna había prestado mayor atención desde que habían bajado del avión, era un
lugar inmenso, lleno de negocios, tiendas de grandes marcas. Si no hubiesen
aterrizado en aquel lugar hubieran jurado que era un shopping, tenia parte del
techo vidriado, varios pisos, prácticamente gigante. Era increíble. Ellas
estaban paradas cerca de una columna donde habían apoyado sus valijas, y
miraban hacia todos lados.
- ¡Allá esta! – Gritó eufórica Cassandra.
Todos pudieron ver en la dirección que apuntaba el dedo de su amiga.
Allí estaba parada Regina, con los brazos hacia arriba, casi corría hacia donde
estaban ellas. Su amiga se distinguía bien de todos los coreanos. No era muy
alta, pero era muy occidental, tenia el cabello negro y rizado hasta casi la
cintura, era menuda pero bien formada, sus ojos eran cafés, su tez tostada y su
sonrisa contagiosa. Parecía muy abrigada con su buso blanco con estampados graciosos, su campera y esas botas color natural tal peludas sobre su jean rojo.
Corrió hacia sus amigas. Ninguna pudo evitar el alivio que fue verla, se la veía tan bien. Ella estaba en Corea por un intercambio estudiantil que duraba un año. Siempre le llamó la atención la cultura asiática así que había tomado algunas clases de coreano y japonés, cuando le propusieron ir a Seúl no lo dudó un segundo. Estaba allí hace casi seis meses, había ido en Julio, en primavera y le había encantado, casi todos los días hablaba con sus amigas, por skype, por e- mail, por teléfono, de todas las maneras en que pudiera comunicarse. Les contaba lo fascinante que le parecía Corea, lo amables que eran los coreanos con los extranjeros y aunque a veces podían parecer extraños o diferentes a los occidentales, no dejaba de ser una cultura interesante. Todos esos meses, planearon ese viaje para poder pasar todas las vacaciones juntas y visitar a su amiga antes que regrese. Había intrigado a todas con sus historias de Corea. Y ahí estaban, todas juntas, en un país casi remoto, con una cultura opuesta. Pero estaban juntas por fin y solo en eso pensaban.
Corrió hacia sus amigas. Ninguna pudo evitar el alivio que fue verla, se la veía tan bien. Ella estaba en Corea por un intercambio estudiantil que duraba un año. Siempre le llamó la atención la cultura asiática así que había tomado algunas clases de coreano y japonés, cuando le propusieron ir a Seúl no lo dudó un segundo. Estaba allí hace casi seis meses, había ido en Julio, en primavera y le había encantado, casi todos los días hablaba con sus amigas, por skype, por e- mail, por teléfono, de todas las maneras en que pudiera comunicarse. Les contaba lo fascinante que le parecía Corea, lo amables que eran los coreanos con los extranjeros y aunque a veces podían parecer extraños o diferentes a los occidentales, no dejaba de ser una cultura interesante. Todos esos meses, planearon ese viaje para poder pasar todas las vacaciones juntas y visitar a su amiga antes que regrese. Había intrigado a todas con sus historias de Corea. Y ahí estaban, todas juntas, en un país casi remoto, con una cultura opuesta. Pero estaban juntas por fin y solo en eso pensaban.
- ¡¡¡CHICAS!!! – Regina las abrazó una por una, todas empezaron a reírse
y a gritar al mismo tiempo, al mejor estilo de un rencuentro de amigas
occidentales. La gente que pasaba por ahí las comenzó a mirar y pasaban más
rápido si iban por su lado.
- ¡No puedo creer que estén acá! ¡Ya las extrañaba! – Dijo Regina con
una enorme sonrisa en la cara.
- ¡Por supuesto que nosotras también! Ya no veíamos la hora de llegar. –
Cassandra era ligeramente parecida a Regina en algunas cosas, era menuda, de
proporciones parecidas, de cabellos oscuros solo que con un corte carré y
lacio, de ojos cafés, piel mas blanca y facciones finas, llevaba tacones, un
vestidito mini negro con pantimedias negras – ¡Hace mucho frio! Sabíamos que
era invierno pero no para tanto. - Se puso un tapado color mostaza, que
resaltaba el negro se su cabello y su ropa.
- Creo que perdí la noción de los días, todo pasó tan rápido. ¡Qué bueno
que podemos estar todas! - Janet era diferente a Cassandra y Regina, era un
poco más delgada, más alta, con el cabello largo y lacio de color castaño, ojos
grandes, labios gruesos y con una risa sonora que asustaba a los coreanos que
pasaban. Llevaba jeans medianamente ajustados, borceguíes y un suéter holgado
que cubría su torneada cintura, tenía un aspecto casual que le quedaba muy bien.
- ¡Por Dios! Corea es fantástico, ni siquiera entramos al país todavía,
pero ya me parece fantástico – Morena era tan occidental y latina, que los
coreanos tuvieron que mirarla dos veces, tenia tez morena, cabello negro
enrulado hasta por los hombros, ojos grandes y cafés, estatura media, cuerpo
bien definido y curvilíneo, llevaba unas botinetas con tacos, unos jeans
ajustados, una camiseta coral ajustada y una chaqueta negra.
- Reconozco que hasta ahora Corea me parece interesante, más de lo que
esperaba. ¡Estoy feliz de verte, amiga! Vamos a salir. Tomemos algo por ahí, ya
quiero ver la ciudad. - Sara era la más
blanca de todas, pero con cuerpo latino y casi tan curvilíneo como Morena, el cabello
rojo lo llevaba ondulado y medianamente largo, tenía los ojos grandes e
intensos de un color casi chocolate, nariz recta y llevaba maquillaje que se
retocaba a cada rato. Tenía unos jeans negros y unas botas altas, un sweater algo
ajustado que marcaba su cintura , bolso casi gigante del color canela de sus botas y un pañuelo en el cuello, que hacía juego con su atuendo en general.
Agarraron todo su equipaje con la ayuda de Regina y salieron del
magnifico aeropuerto. Al salir, Regina notó la fascinación en los ojos grandes
de sus amigas al ver Seúl de noche. Una capital muy al estilo norteamericano y
occidental. Repleto de luces, edificios altísimos y autos llamativos. Ya eran
las nueve de la noche y había tanto movimiento, como si fuera pleno día.
- Hay mucha gente por que ya es fin de semana. A esta hora la gente ya
salió de trabajar y van a tomar algo antes de volver a sus casas. – Les comentó
Regina.
- ¡Wow! Esto es alucinante. – Morena iba mirando los edificios y los
autos.
- Me encanta, no pensé que fuera tan así. – Cassandra iba prendida del
brazo de Regina.
- Habíamos visto algunas fotos, pero definitivamente no se compara. – Dijo
Janet mientras caminaba algo distraída.
Pararon un taxi, que por cierto era plateado, no como los amarillos y
negros que hay en América. El señor del taxi, bajó para guardar sus valijas y
las colocó en el baúl una por una y algunas sobre el techo. Sara llevaba una
guitarra entre su equipaje y el señor del taxi la tomó sin cuidado.
- Señor… ¡cuidado con esa guitarra! – El señor le contestó algo en
coreano tan rápido, que ninguna entendió. - Le digo que tenga…- Entonces Regina
le habló al taxista en un coreano muy fluido y todas quedaros sorprendidas. Sabían
que su amiga tenía una buena base del idioma, pero había perfeccionado mucho su
coreano, tanto que hasta sonaba igual de cotidiano que el de todos. El taxista
sonrió e hizo un gesto con la cabeza, parecía amable pero a Sara no le cayó
bien.
- ¡Regi, tu coreano es perfecto! – Dijo Cassandra sonriendo a su amiga.
Cassandra y Morena sabían un poco, porque habían tomado un pequeño curso por
internet, pero la gente hablaba tan rápido que era difícil de entender.
- ¿Quieren que compremos comida y comamos en el departamento? Mañana,
como es domingo, no voy a tener que ir a la universidad, así que podemos salir
a conocer Seúl, ¿quieren?
- ¡Más te vale! - Dijo Janet. Todas estuvieron completamente de acuerdo
y volvieron a reír, se empezaron a contar cosas, alzando un poco la voz de
cuando en cuando y reían sin parar. El señor del taxi las miraba por el espejo
retrovisor, eran chicas muy lindas, pero muy occidentales para su gusto y para
su país. Eran muy llamativas y eso le chocaba un poco. Pensaba que tendrían
problemas si eran así como imaginaba, aunque una de ellas hablaba un perfecto
coreano, sabia que era igual que las demás, no seria fácil para ellas siendo
como eran, permanecer en Corea sin inconvenientes. Los occidentales siempre le
parecieron tan irrespetuosos, creyéndose mejores que todas las demás culturas,
con ese ímpetu y esa vanidad. Pararon frente a un edificio, el taxista volvió a
bajar para ayudarlas a descargar las valijas y las observó mientras entraban al
edificio. Sí, eran muy bonitas, definitivamente llamarían la atención de todo
Corea, bien o mal, pero llamarían la atención.
El departamento de Regina estaba muy bien decorado, al mejor estilo de
soltería. Tenía un corto pasillo de la puerta al centro del lugar. A la derecha
estaba el living, el baño y su habitación y a la izquierda estaba la cocina,
con una barra desayunadora y una mesa para el comedor, en el medio de la pared,
al final del departamento, había una puerta de vidrio corrediza que llevaba a
un pequeño balcón. Al llegar se descalzaron, porque todo el piso estaba forrado
con una alfombra de color natural, a excepción de la cocina. Empezaron a sacar
algunas cosas de las valijas y nunca paraban de hablar. Encendieron el
televisor.
- ¡Dios, no entiendo nada! Necesito aprenderme algunas palabras. – Se
decidió Sara que ya empezaba a sentir el peso de no poder comunicarse.
- No te preocupes, yo tampoco entiendo, vamos a tener que pedirle a
algún coreano que nos enseñe…- Dijo Janet riendo pícaramente.
- Yo iba a decir un curso por internet… pero… - Sara siempre era la más
conservadora a la hora de hacer chistes pervertidos y hablar con doble sentido.
- Nada de cursos, chicas. No va a ser tan difícil supongo, además
sabemos ingles. - Recomendó Cassandra mientras elegía una tanga para ponerse
después de ducharse.
- Sí, pero a mí me gustó igual la idea del coreano. – Bromeó Morena que
siempre estaba dispuesta a aprovechar cualquier palabra con doble sentido.
- Jajaja… sí, lo del coreano es interesante y no les va a servir mucho
saber hablar inglés, porque acá la gente no habla mucho el idioma, en los
colegios estudian inglés, pero no se puede mantener una conversación fluida con
nadie, sólo si saben coreano. – Dijo Regina y desinfló a varias.
- Eso me suena a problemas. - Janet comenzó a imaginar situaciones
problemáticas con algún coreano que no la entendía. La fantasía terminaba en
que ella golpeaba al muchacho por incompetente.
- Ya nos vamos a arreglar. – Dijo Cassandra, que ya había seleccionado
una tanga. Todas se bañaron y cenaron mientras seguían hablando y no pararon
hasta entrada la madrugada.
Janet se durmió en la alfombra con un almohadón.
- Creo que deberíamos ir a dormir, ya los ojos se me cierran. – Propuso
Cassandra, sintiéndose muy cansada. Todas asintieron y pusieron colchones en el
living y ahí se acomodaron para dormir
- ¡Mañana será un gran día! – Gritó Morena que no podía despedirse sin
hacer un poco de escándalo antes.
- Si… tengo buenas expectativas para mañana. – Murmuró Sara mientras se
acurrucaba en su almohadón. Todas asintieron sonrientes. Y se durmieron sin
más.
Por lo visto él notó la
resignación en su cara y con otra sonrisa que otra vez intentó esconder con el
reverso de la mano, le señaló el departamento junto al de Regina y con otra
seña la invitó.
El día estaba hermoso, las
temperaturas en invierno eran muy bajas casi rozaban los 5° grados. Pero el
cielo se mostraba despejado y el sol brillaba de maravilla.
- Es un día hermoso para
salir - Dijo Morena mientras peinaba su enrulado cabello.
- ¡Si! es verdad, hoy va a
ser un gran día. Desayunemos, ¡así lo aprovechamos al máximo! – Dijo Regina y
ya se escuchaba el tintineo de la cafetera y las tazas.
- ¡Hay que abrigarse,
chicas! No nos queremos enfermar y perdernos días en cama. – Aconsejó
Cassandra, que tenía tendencia a resfriarse con facilidad en invierno.
- Este verano me parece
que no vamos a tener playa…Tendremos dos inviernos en el mismo año. – Se
lamentó un poco Sara.
- ¡Estamos en Corea! ¡Que
se joda el verano! - Dijo Janet mientras se desperezaba y todas rieron.
- ¡Si! Vamos a desayunar.
Así salimos, quiero comprar algunas cosas...
Mientras tanto Cassandra y
Regina preparaban el desayuno en la
cocina. Ya habíamos dicho que tenían cierto parecido físico, pero de carácter
eran muy distintas. A menudo la gente solía confundirlas por hermanas. Regina
tenía un carácter amable, apacible sin dudas, jamás hablaría mal de nadie, era
positiva ante todas las cosas y siempre veía el vaso medio lleno. Eso ponía en
desacuerdo a Cass, ella no era así, era mas bien reacia a muchos sentimientos,
trataba de no demostrarlos tanto, era mas bien desconfiada hacia las personas
que no conocía, pero tenia su lado amable y cálido con las personas que quería.
Todas desayunaron
abundantemente, ya que todo el tiempo que durmieron y las horas de viaje les habían abierto el apetito.
- No me gusta llevar mucha
ropa, me voy a abrigar solo lo
necesario... – Avisó Morena, al ver que todas se ponían sacos, camperas y
botas.
- More, ponete una bufanda
aunque sea... – La retó Cassandra que ya estaba lista.
- ¡Bufanda si! Y tapado,
guantes y chau. Nada más…
Morena tenia un carácter
fuerte, como su naturaleza lo dejaba a la vista, era sencilla y amable, trataba
bien a las personas mientras la traten igual a ella. No soportaba la gente de
mal humor. Hacía bromas casi todo el tiempo. Así era ella para todos, la
quieran o no.
- Todavía tengo sueño... –
Janet se frotaba los ojos y bostezaba exageradamente.
- Y si no querés tomar
café, querida. – Saltó Sara, la defensora de las infusiones calientes.
- ¡Ya sabes que no me
gusta!
Janet y Sisi eran las más
incompatibles de todas, parecía como si casi siempre peleasen, pero no lo
hacían en realidad, así eran ellas. Janet era autentica, para todos era de la
misma forma, con sus defectos y virtudes ella era así. Le gustaban las cosas en
su estado natural, era neutral frente a un conflicto. Defendía lo que pensaba y
amaba la naturaleza. En cambio Sara, era totalmente opuesta. Era amable con
quienes quería y cuando no, se los hacía notar, era consumista por demás, le
gustaban las cosas caras y le molestaba cuando la gente no pensaba igual que
ella. Todas y cada una de ellas, con sus defectos y virtudes se aceptaban, y
eso era lo que las hacia fuertes. Siempre estaban ahí para la otra en cualquier
tipo de situación. Eso era algo que nadie podía romper.
Salieron al sol del
mediodía en Seúl. Todas muy abrigadas y
Morena que se resistía a llenarse de ropa, se había puesto unos jeans
ajustados, unas botas negras taco alto, tapado negro y un bufanda blanca, como
sus guantes.
- Pensándolo bien, me
hubiera puesto una camiseta de mas... – Se rindió casi tiritando, porque el día
estaba muy frio, era necesario ir por donde daba el sol. Caminaron por el
centro de Seúl, había infinidad de negocios, llamaba la atención que casi
ninguno tenía carteles en ingles, todo era coreano.
Regina les explicaba que a
veces los coreanos podían parecer descorteces o mal educados, ya que podían
golpearte y empujarte sin pedir disculpas, pero era parte de su cultura y ellos
no lo veían como mala educación. Más bien, era una costumbre que la gente se
agolpara por las calles, todos te empujaban sin ningún reparo. Lo tenían que
aguantar, aunque Janet ya se había enojado varias veces.
- Mas
tarde podemos encontramos con algunos amigos, para tomar algo a la noche. - Les
decía mientras entraban en un café que habían elegido al azar.
- ¡Si,
claro! Eso estaría bien ¿No? - Agregó Cassandra efusivamente y todas asintieron.
Tenían curiosidad por saber de los nuevos amigos de Regina. – ¿Y a qué lugar
suelen ir? Nos dijiste que iban mucho a los karaokes, la última vez...
- Si,
acá en Corea es muy común ese tipo de lugares, la gente es casi adicta a ellos.
- Le explicaba Regina. Entraron en aquel café que les llamó la atención, era
muy colorido, lleno de diferentes tonos pastel, que tal vez no fueran la mejor
combinación, pero extrañamente quedaba
bien. Había varios grupos de personas sentadas allí, hablaban fuerte y la gente
se volteo para mirarlas.
- ¿Me
parece a mi... o todos nos están mirando? – Preguntó Sara, casi susurrando
mientras se sentaban en una mesa alejada de la multitud.
- No, no
te parece. –Morena confirmó las sospechas de Sara al saludar con simpatía a un
grupo de chicos de una mesa cercana, que escondieron sus cabezas y empezaron a
murmurar alterados.
- No
hace falta que susurremos, igual no entienden lo que decimos... – Les recordó
Janet.
El mozo
se fue acercando a las chicas. Preguntó qué iban a tomar en un coreano muy
rápido y poco amable. Regina le contesto rápidamente y el hombre lo iba
anotando en una libreta sin levantar la mirada para verlas.
- Yo
quiero un café grande, descafeinado cortado solo con un poquito de leche
descremada y sin azúcar por favor, pero que no tenga mucha espuma... - Pedía
Sara ante la desaprobatoria mirada de Janet. Regina conocía a su amiga y sabía
que le gustaban las cosas ostentosas y pedirlas… todavía más, pero no estaba
acostumbrada a traducir sus extravagantes pedidos.
- Yo
quiero mejor un té verde...- Ordenó Janet, con aires de simpleza, haciendo un
gesto negativo con la cabeza.
- Yo
también quiero café, pero mediano y normal, con mucha azúcar... - Dijo Morena
mirando el menú del Café, como si mirase ecuaciones de Álgebra 2, para ella era
muy parecido.
- Si,
yo también, lo mismo pero en lo posible con mucha espuma... - Agregó Cassandra
simplemente para no incomodar más a Regina con los pedidos.
- Si,
yo igual... - Terminó por ordenar Regina al poco amable y simpático mozo.
El
hombre terminó de anotarlo todo y se fue sin mirarlas una sola vez.
- Ese
señor me da miedo... - Dijo Janet mirando cómo el mozo se iba alejando y se
perdía detrás de un mostrador color verde pastel.
- Es
mala educación no mirar a la gente cuando te están hablando. - Añadió Sara.
-
Chicas no se enojen, la gente acá es así, es tímida y más aún si son
extranjeros, pero no lo hacen de malos.
- Hacía
caras cuando le hablábamos, a mi tampoco me cayo bien. – Se unió Cassandra
arrugando la nariz.
Las
chicas cambiaron de tema hasta que llegó su pedido. Al parecer, algo no andaba
bien con el café de Sara, que volvió a llamar al mozo con un apresurado “Excuse
me”, porque el hombre ya se alejaba. Le devolvió su taza pidiendo más espuma y
Regina, muy avergonzada, lo tradujo, entonces el mozo simuló una sonrisa y una
reverencia, se fue muy rápido y así también volvió. Todas sintieron la mirada
del hombre cuando se iba y desde ese momento no pidieron nada más, por lo que
se quedaron con ganas de algo dulce. Pero lo dejaron pasar, porque el café
estaba muy rico. Todas tomaban con deleite e incluso Sara lo aprobó. Ya se
hacía tarde y querían volver antes de que el frío se sintiera más.
- La
cuenta por favor - Pidió Regina en coreano al mozo, cuando las miró por unos
segundos. El hombre hizo una reverencia y consultó su libreta.
- Son
570 won - Mostrándole la libreta a Regina con lo que habían consumido, obviando
que era la única que iba a entender lo que decían aquellas anotaciones .Ya
habían cambiado su dinero a la moneda coreana. Regina les explicó cuánto era y empezaron
a buscar el dinero, no se les hacía fácil contarlo ya que los caracteres
estaban en coreano, así que Regina separó el dinero justo.
- Aquí
hay 570 won. -Y lo puso sobre la mesa.
- Yo
pago. - Dijo Janet tomando el dinero.
- ¿Hay
justo? - Dijo Sara mirando con desaprobación el dinero en manos de Janet. El
mozo las seguía mirando indiferente, ya que no entendía una palabra de lo que
hablaban mientras se pasaban el dinero. - Deberías darle propina, se nota por
su cara que su trabajo no le gusta mucho...
- No
vamos a dejarle propina...no nos atendió tan bien - Se negó Janet.
- Si,
pero una cosa no quita la otra, dejémosle algo...
- Si,
chicas. No es tanto ¿qué nos hace unos 50 won? – Intervino Cassandra.
- Esta
bien - Accedió Janet de mala gana. Regina no las estaba escuchando ya que justo
en aquel momento estaba absorta en su teléfono celular, respondiendo mensajes
de vaya Dios a saber quién. Cuando por fin terminó, miró cómo Morena sacaba
dinero de su bolso y lo ponía sobre el dinero que ya habían separado y Janet se
lo entregaba al hombre.
-
¡No! ¿Por qué ....
A todo
esto, con rapidez, el hombre ya había contado el dinero y empezaba a escupir
palabras que no sonaban del todo amables y no se necesitaba ser muy
inteligentes para darse cuanta de que las estaban insultando, como cuando
nuestra madre enojada comienza a regañarnos, no escuchamos en verdad lo que
esta diciendo, pero sabemos que no es bueno. Todas miraron confundidas al
hombre, excepto Regina que saltó a hacer de Juez de paz, pero Morena la sentó
de un tirón y dio paso a Janet que muy ofendida empezó a defenderse de lo que
sea que la acusaban. Porque el mozo no paraba de señalarla a ella y a Sara y
decía algunas cosas que hacían que Regina llevara las manos a la boca. Esto
bastó para que Janet entendiera y empezara a sacudir los brazos parodiando al
mozo, entonces este dijo un par de cosas más a Janet y Sara, que no entendía
por qué la miraba tan feo, y le hizo un gesto muy feo con el dedo a Sara.
- ¡¡¡Bastardo
hipócrita!!! – Sara saltó del asiento, roja como un tomate ante la seña y Janet
fue empujada por Morena a que hiciera algo más. No podía quedar así la cosa,
pero Cassandra y Regina empezaron a arrastrar a sus amigas fuera del local.
Sara se fue sola y volvió para sacar a Janet… Más bien, entre todas sacaron a
Janet, que como último recurso agarró una servilleta y se la aventó al hombre.
Todas se congelaron al ver eso, y volvieron en sí justo a tiempo para salir
corriendo antes de que el mozo comenzara a gritar.
Se
alejaron lo más que sus zapatos le permitieron y pararon a tomar aire. Cuando
se recompusieron un poco, le dirigieron una mirada de reproche a Janet, que a
su vez les dirigió una a ellas y todas se miraron entre sí antes de romper en
carcajadas.
- Parece
que no estamos causando una buena impresión. – Se mofó Janet, después de su
descontrol.
- Te
hubieras visto. Yo quería tener unos pompones para bailar atrás tuyo. – Morena
se apoyó sobre una vidriera porque los pies le dolían mucho.
- ¡Están
locas! Definitivamente yo no las conozco. – Dijo Cassandra y se puso a ver la
vidriera en la que estaba apoyada Morena.
- ¡Callate! Vos no decías nada pero bien que hacía gestitos con la mano
y la cara, como diciendo “Dale duro Janet, ¡dale duro!” – La delató Sara
mientras la imitaba. – Pero yo no entiendo por qué se la agarró conmigo.
- Lo que pasa, es que en Corea, dar propinas se lo considera de mala
educación. Si das una propina, estás insultando a esa persona. Y al parecer no
tuvo una buena semana. Estaba diciendo que toda esa gente del local quiere que
se la trate como si fuera la única presente y que los extranjeros se creen
mucho con su primer mundo y que si Sara tenía un problema con el café y la
espuma, que lleve su propina para comprarse café en otra parte.
- ¿QUÉ? Yo sabía que era un bastardo… ¡BASTARDO! – Gritó Sara arrastrando
la R y sacudiendo los puños de forma graciosa. Todas se entraron a reír otra
vez.
- Ahora sabemos que no hay que dar propinas. Vayamos a gastar esa plata
en cosas para nosotras. – Propuso Cassandra y la mejor compra de la tarde, fue
una mini torta, que llevaron para comer con su propio café.
Como dignas turistas, las chicas volvían de su excursión
por Seúl haciendo escándalo. Tal vez por la excitación de estar en un lugar tan
apartado de todo lo que conocen, tal vez por la cantidad de extravagancias que
encontraron por la calle (tanto entre las tiendas como en las personas), o tal
vez sólo porque adoraban hablar a los gritos, y de seguro la pelea con el mozo,
tenía algo que ver. Por tanto escándalo, varias veces fueron sancionadas con la
mirada por los mayores que las veían pasar y ellas disfrutaban esto haciendo
gestos de autosuficiencia, o mirando para otro lado, o devolviendo algunas
miradas con palabras. La partidaria para esto último era Morena, que tenía un
temperamento un poco fuerte cuando de su orgullo se trataba y fue esto mismo lo
que la metió en líos cuando iban volviendo al departamento de Regina.
Debido al alboroto que hacían por el pasillo al ir llegando,
una de las vecinas de Regina salió a su encuentro, para retarlas y chocó de
lleno con la última de las chicas, que caminaba más despacio que las demás por
el dolor de pies que tenía y no la vio venir. Morena se agarró de los ruleros
de la señora, que rondaba los 35 y se notaba que trataba de ocultarlos, por la
mascarilla en la cara, la pedicura a medio acabar, la tintura en las cejas, los
ruleros, ahora desordenados, y la fuerte fragancia a cremas que soltaba su
cuerpo por debajo de la florida bata rosa. La mujer comenzó a retarla
enérgicamente mientras revoleaba el dedo índice de una mano izquierda ricamente
adornada en anillos. Morena sólo entendía un poco, porque la mujer hablaba
demasiado rápido, pero pudo darse cuenta de que lo que la estaban diciendo, no
era nada bueno. Las demás muchachas no se percataron del suceso, porque la
puerta del departamento de Regina estaba junto al de esta señora y en el
momento del choque, sólo faltaba entrar Morena. Las dos comenzaron a gritarse
varios epítetos irreproducibles, lo que llamó la atención de las chicas que
alborotadas salieron a ver qué ocurría. Lo que ellas escucharon, sí puede
reproducirse.
- Mire, Señora Cara de ñoqui crudo. No tengo la menor idea
de lo que me está diciendo, pero no me agrada su tono de mierrr… ¡Así que mejor
váyase a seguir rezando a ver si consigue el milagro que todas esas cremas
hediondas no le van a dar, – y entonces el curso por internet salió a flote
cuando en coreano le gritó - ¡vieja zaparrastrosa! - o “i noma”, que significa “gilipollas”.
Automáticamente la señora quedó muda y petrificada en un
gesto que indicaba que algo iba a decir, pero por lo contrario, cerró la boca,
dio media vuelta y entrando a su departamento cerró la puerta con un azote.
- Ay, More… ¿Qué pasó? - Preguntó Regina algo triste.
- ¡No se! Ella salió a gritarme y no se por qué. - Respondió
Morena aún alterada por lo que había pasado. - Pero no me importa lo que sea
que quería esa. ¡No puede hablarme en ese tono!
- Convengamos que los asiáticos, sobre todo los mayores,
tienen esa costumbre de salir a aleccionar y a retar a cualquier menor que se
les cruza. - Informó Sara, que ya había notado esa costumbre un par de veces
mientras paseaban.
- Si, es cierto. A mí ya me retó varias veces esa señora y
le pasa mucho a algunos de mis compañeros – Confesó Regina, algo apenada.
- Bueno ya fue, vamos adentro que me quiero bañar. - Pidió
Janet y todas convinieron en ello.
Ya se habían olvidado del incidente y cada una estaba
dedicada a alguna actividad. Cassandra y Regina estaban instaladas en la
computadora y sólo Dios sabe qué miraban, Janet se estaba bañando, y Sara y
Morena estaban preparando algo de café para acompañar la torta que compraron.
Con la música tan fuerte casi no se escuchó cuando llamaron a la puerta, pero
Morena estaba cerca y fue a abrir.
- ¿Si? ¿quié…- La pregunta fue interrumpida por una nube de
harina que fue a aterrizar en su cara.
No pudo ver al atacante, pero por los chillones gritos en
coreano supuso que se trataba de la señora de al lado.
- Me voy a tener que bañar otra vez… ¡Ajuma! ¿Chugul-le? (¡Señora! ¿Quiere morir?) –
Al escuchar esto la atacante corrió a su refugio, pero la victima la persiguió
hasta la puerta donde recibió un portazo en la nariz. Ante la indignación,
comenzó a descargar patadas y puñetazos contra la puerta, profiriendo todos los
insultos que la rica lengua argenta tenía reservada para aquellos que quisieran
usarla y supieran cómo hacerlo. Estaba tan compenetrada en esto que no hizo
caso a la voz del muchacho que le hablaba. Cuando se detuvo a recuperar el
aliento, lo escuchó.
- ¿Kwemchana? (¿Estas bien?) – Preguntó un chico que estaba parado junto a
ella y cargaba un par de bolsas de supermercado. Tenía el pelo castaño y
premeditadamente alborotado, ojos grandes, sinceros y cafés pero más claros que
los de ella. Usaba una camiseta mangas largas negra debajo de una camisa azul arremangada
que hacían saltar a la vista los auriculares blancos que colgaban alrededor de
su cuello, unos jeans oscuros y holgados en las piernas pero bien sujetos por
un cinturón blanco, del mismo color de sus zapatillas. Era alto, tal vez 1,90. Muy alto para el gusto
de Morena, ya que la hacía sentir muy baja, sobre todo en ese momento, cuando
estaba en medias. No era realmente baja, pero de no ser por su complejo, no
usaría tacones tan altos. Ella lo miró un tiempo sin responder y lo primero que
se le escapó fue:
- Qué lindo sos… tenés mucha facha… - Si bien él no
entendió ni una palabra, la expresión de Morena, hizo que soltara una sonrisa
que trató de esconder con el reverso de la mano.
- ¡Ah! no… lo que te haría. ¡Sos un divino! Eh… digo… ¡Ne!
Kwenchana, oppa *, kamsamnida (¡Sí! Estoy bien, oppa, gracias). – Acto seguido, hizo una reverencia y se reprochó
el haber dicho “oppa”, cuando siempre le molestó la forma en que sonaba. Trató
de sonreír, pero todavía estaba muy enojada por el incidente anterior y el
muchacho pudo notarlo, le sonrió dulcemente y trató de quitarle la harina de la
cara mientras Morena cerraba los ojos y dejaba que la ayudara. Al parecer, la
señora agregó algo a la bomba de harina porque no se quitó con una simple
sacudida de cabello.
- Creo que me voy adentro a lavarme la cabeza.
Evidentemente esto no es sólo harina y tengo miedo de empezar a perder pelo.
Permiso… - Morena se dio media vuelta y se encaminó hacia su puerta, pero el
chico la siguió. Al parecer, no entendió la despedida, tal vez porque no hubo
reverencia, y cuando la indignada muchacha lo notó, intentó frenarlo con las
manos, tratando de hacerlo entender. – Ya… sé que estoy muy buena y que me
querés hacer cosas…- No pudo evitar reírse de su atrevimiento. - Pero acá están
mis amigas y acá me quedo. Besitos, lindo.
Por desgracia (o por suerte), nadie le abría la puerta por
más fuerte que tocara. Las chicas habían puesto las canciones de 2NE1 y como
eran fanáticas del grupo, gracias a las constantes etiquetas que Regina les
hacía en Facebook, solían ponerlo a todo volumen y cantar y bailar todas las canciones. Así que no tardó en resignarse y dar media vuelta para mirar,
desahuciada, al chico que permanecía a su lado.
- Este… no sé si sea correcto. Tal vez espere acá.
- Kwemchana… ¡Ka! (Está bien... ¡Ven!) - Y dicho esto la tomó de la mano y la
condujo a su departamento.
A pesar de haberse “negado” al principio, muy pronto la
difícil muchacha cedió con una simple frase que resumía el porqué de su cambio
de opinión.
- Sos tan lindo que siempre iría a donde me lleves, asique…
¡vamos! – Gritó levantando una mano y esbozando una gran sonrisa.
El departamento estaba bastante ordenado, una pequeña
cocina era lo primero a la vista, después de un breve pasillo, pero estaba
llena de utensilios, como si el chico fuera de buen comer, aunque por lo
delgado que era, no se podría asegurar. Una barra desayunadora y un sofá a
continuación, separaban el posible living de la habitación, ambos también muy
prolijos. “Se nota que es asiático” pensó Morena, mientras sus ojos se iban
hacia la cama de dos plazas en contra de su voluntad. Un enorme ropero llenaba
la pared derecha del cuarto y una puerta junto a ella, que debía ser la del
baño, completaban casi todo el departamento. En el ala izquierda sólo estaba un
escritorio y varios estantes en las paredes llenos de libros, discos, papeles y
un montón de adornos, muñecos y ese tipo de cosas que uno compra sólo porque
están lindas o cree encontrarle una utilidad en su casa.
- Tu casa es linda. – Comentó Morena sin saber qué decir
realmente. Él le sonrió y le indicó que se sentara en la silla del escritorio,
dejó sobre él sus auriculares y el reproductor, y fue para la cocina a dejar
las bolsas. Más curiosa que nerviosa comenzó a mirar con detalle los objetos
que recorrían el escritorio y sin pensarlo mucho, se puso los auriculares para
escuchar lo que al chico lindo le gustaba. Por supuesto que se trataba de una
banda coreana, pero no era K-pop ni nada de eso. La voz del cantante era masculina
y seductora, y parecía tener buenos agudos. Iba acompañado por una guitarra, un
bajo y una batería. ¡Era una verdadera banda! Sin sonidos electrónicos ni coros
chillones. Definitivamente el tipo de música que Morena escucharía, e
inevitablemente pensó “Tenemos algo en común ¡wi!”. Entonces el joven volvió
con un trapo húmedo en la mano y comenzó a limpiarle la cara y luego el
cabello. Después de varios intentos, le señaló el baño y ahí, ella terminó de
despojarse de los daños que la loca, de al lado, le había hecho.
- Kamsamnida, oppa (Muchas gracias, oppa)– Agradeció y se regañó una vez más.-
Este… yo… no sé qué decirte. Supongo que sería muy grosero que me fuera ahora,
tal vez si me invitas una taza de té… - Hizo una mímica con las manos como si
bebiera de una taza.
- Oh… ¿Coffee or tee?
Or… ¿Beer? I have. You choose. (Oh... ¿Café o té? O... ¿Cerveza? Lo tengo. Tu decides) – El
chico sonrió algo avergonzado por su acento y la instó a elegir. Con otra sonrisa
vergonzosa, Morena aceptó el café.
- ¿Can you please tell
me your name? I’m Morena (¿Podrías decirme tu nombre? Soy Morena) - Su acento era casi como la de cualquier latina
intentando hablar en ingles.
- Park Jung Bin, nice
to meet you (gusto en conocrte), Morena.
Y tratando de comunicarse
entre coreano e inglés, hablaron de música y de libros. No se sabe hasta qué
hora estuvieron, pero podemos decir que pasó el tiempo suficiente como para que
las amigas de la bien acompañada muchacha empezaran a llamarla por teléfono,
preguntándole si se había vuelto a Argentina sin ellas. Jung Bin la acompañó
hasta la puerta del departamento de Regina y tocó la puerta por ella; cuando
saludó a la patota de chicas que se abalanzó sobre la puerta, tuvo que responder
varias preguntas con Regina de traductora y lo terminaron invitando para cenar
uno de esos días, en señal de agradecimiento por su heroico rescate. Jung Bin
se despidió de todas y especialmente de su nueva amiga, que respondió el saludo
con iguales atenciones.
*Oppa: En Corea, es la manera en que las chicas llaman a los chicos mayores que ellas, a partir de un año de diferencia.
*Oppa: En Corea, es la manera en que las chicas llaman a los chicos mayores que ellas, a partir de un año de diferencia.
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