“Nunca tienes una segunda
oportunidad para causar una primera impresión”
Anónimo
Luego
de tantas vueltas, pudieron salir de esa fiesta. En la mayor parte del tiempo,
la cosa se tornó más insoportable que nunca para ambas chicas. Asique la mejor
opción para ellas era irse para el hotel de regreso. Afuera las dos amigas,
cuasi fugitivas, caminaban a unas cuadras de la casa y sus tacos resonaban
sobre la fría y desolada calle, el viento
gélido rozaba sus rostros y en sus mentes, la calidez de una buena cama tibia,
les pareció increíblemente seductora. Estaban tratando de conseguir un taxi. Les
pareció injusto que las otras también tuvieran que irse, sólo porque ellas deseaban
hacerlo. Sara, Morena y Regina la estaban pasando muy bien ahí adentro y
ninguna de las dos querían arruinarles la velada.
-Maldito frio polar -se quejó Janet, temblando- Cómo
extraño Argentina, cómo extraño mi casa, mi familia, mi ESTUFA -empezó a decir-.
La gente que habla el mismo idioma que yo y no genera malentendidos -eso último
que había dicho se refería más al vergonzoso episodio con el chico que estaba
en la fiesta y la observó toda la noche como francotirador.
A todo esto, Cassandra se limitaba a asentir con la cabeza,
mientras se abrazaba el torso en un intento de sentir menos frio, cosa que no
funcionó. No podía sacar de sus pensamientos a Dak Ho. Él la desconcertaba
sobremanera. Parecía que cada vez que lo veía era una persona diferente. Como
si tuviera diversas facetas en el exterior y eso le impediría ver su verdadero
interior. Además, había notado la forma en cómo se comporta con ella y eso era
incluso más confuso. Con los demás parecía ser un poco más constante. ¿Por qué
sólo era así cuando ella estaba presente? ¿Qué pasaba por su cabeza? La mayoría
de las veces que lo vio fue un tanto frio e incómodo, pero otras veces, como
cuando hablo con él y vio su sonrisa o cuando lo escucho por primera vez o cuando lo vio tocar con la banda, se sintió
cautivada ante su presencia, increíblemente desorientada con sus propias
emociones.
Absorta en sus pensamientos y sin advertirlo, las dos
chicas habían cruzado la calle, luego de un intento frustrado de Janet por
llamar algún taxi que pasaba.
-¿Cómo carajos se llama a un taxi por aquí? -preguntó
eufórica la castaña, mientras se recostaba en un muro de la vereda.
-Yo creo que lo mejor es volver a la casa…
-Yo ni loca vuelvo a ese lugar.
-¿Me dejas terminar? Solo volver a la residencia. No digo
que vayamos a entrar. Podemos decirle a Yun Jae que nos llame él mismo un taxi
y de ahí nos vamos para el hotel.
-Bueno... Me parece razonable -sentenció Janet, abrumada
por todo el asunto- Volvamos entonces para el… -algo llamó su atención. Esto
inquietó a su amiga, que la veía con la mirada fija en un punto arriba de sus
hombros. La chica no pestañeo una sola vez, lo cual hizo que ella también se
diera vuelta para ver aquello que tan atrapada tenía a su amiga. No vio a
nadie. La calle estaba vacía y solo veía el semáforo en rojo. Cosa muy común
por la hora que era. Volvió los ojos hacia su amiga quien ahora había movido un
poco la cabeza y arrugaba el ceño, como dudando de algo.
-Janet ¿Qué pasa? -le interrogó Cassandra- ¿Qué viste? -le
agitó los hombros para hacerla reaccionar pero ella solo quitó los brazos de su
amiga y empezó a caminar como si nada. Cassandra le lanzó una mirada de
perplejidad, sin poder entender el asunto. ¿Desde cuándo Janet había actuado
así? Así como si estuviera poseída. De repente se estremeció ante la idea.
Janet la miró en ese momento- ¿Qué esperas? -dijo en tono serio- Seguime -la morocha
no sabía si hacerle caso o no pero finalmente la siguió. Después de todo seguía
siendo su amiga.
Cuando llegaron al
final de la vereda, doblaron en la esquina y siguieron caminando en esa
dirección sin intercambiar palabra alguna.
-Ya, en serio, me estas asustando -susurró la de atrás, a
su guía.
-¡SH! -la mandó a callar Janet con un dedo en la boca- Después
te voy a explicar todo. pero necesito sacarme esta duda que tengo y que te
quedes callada…
-¿Y se puede saber a quién estamos siguiendo? -le reprochó
la otra.
-Ya te vas a enterar…
Al final de la calle, divisaron un callejón sin salida y
sin ninguna iluminación a su alrededor, totalmente a oscuras.
-Yo ni loca me adentro ahí -advirtió Cassandra un tanto
alterada- Volvamos, que si no, nos estamos por perder…
-Bueno, está bien -dijo la castaña-. Si querés quedarte acá
y esperarme, hacelo…Ya vuelvo -y sin hablar por hablar, se adentró en el
callejón hasta que solo vio su silueta en la oscuridad.
Cassandra simplemente no se podía dejar de preguntar qué se
le pasaba por la mente a su amiga en ese momento. Ella no era así. Luego, se
vio ella sola en una esquina poco iluminada envuelta en el silencio sepulcral
de la noche y el frio polar del invierno de Seúl, una ciudad que no conocía.
Pensándolo mejor, era más seguro seguir a su amiga. Entonces, aferrándose a los
recuerdos más dulces y graciosos de su vida se adentró con prisa en la
oscuridad del callejón, llamando a su amiga con susurros histéricos.
-Deja de gritar -respondió una voz familiar-. Acá estoy -y
la tomó de la mano. Su nerviosa amiga se dio cuenta de que estaba agachada.
Luego pudo divisar mejor todo el callejón. Enfrente de Janet, había un chico
recostado en la pared, con las piernas completamente extendidas en el piso,
cabizbajo, con el cabello semilargo tapándole
el rostro. Tenía aspecto de un vagabundo o de alguien que estaba muy
ebrio y a juzgar por sus proporciones, parecía alto. Muy alto.
Cassandra
simplemente no entendía la escena que estaba presenciando. Es decir, sabía que
Janet podía ser muy solidaria y amable incluso con extraños. Pero ayudar a
indigentes o borrachos no pegaba en el cuadro. Eso ya rozaba lo no habitual.
-Ayúdame
a levantarlo -le ordenó mientras jalaba uno de los largos brazos del coreano-Dale,
que es bastante pesado -la morocha obedeció sin más, suspirando. Le agarró del
otro brazo y lo levantaron, no sin esfuerzo. Ese tipo era increíblemente
gigante y lo seria más de no haber tenido los pies arrastrándose por el suelo.
Dieron unos breves pasos con gran dificultad soportando el peso sobre sus
hombros.
-Janet,
esto ya se está pasando de lo bizarro -estableció Cass, muy frustrada- ¿Me querés
decir qué hacemos en el medio de un callejón, a la mitad de la noche,
arrastrando a un tipo que no conocemos y que se encuentra, momentáneamente, en
estado vegetativo mientras… -sonó el timbre de llamada de su celular, al
sacarlo, divisó en la pantalla que se trataba de Sara, probablemente llamaba
porque las otras estaban preocupadas por ellas- Al fin… - soltó Cassandra
aliviada y contestó la llamada- ¿Hola? ¿Sara? Bueno… no, todavía no tomamos el
taxi… lo que pasa es que… -Janet, con gran habilidad, le sacó el teléfono de
las manos y siguió hablando con la otra persona en línea.
-¿Hola,
Sara? Soy Janet. Mira, se nos complicó un poco para tomarnos un taxi… -explicó
en un tono de lo más calmado. Su amiga la miraba extrañada- Ahh… pero mira,
justo Cassandra detuvo uno -la aludida abrió la boca por la sorpresa y movió la
cabeza para negarlo todo, pero la otra no le hacía caso-. Bueno, te tengo que
cortar ahora, casi me quedo sin batería. Ahora te mando un mensaje cuando ya
estemos en el hotel. Sigan divirtiéndose. Bye -cortó.
Por
sus movimientos corporales y la expresión de su rostro, la morocha quería decir
“¿Qué fue exactamente lo que hiciste y por qué?” pero las palabras no le salían
de los labios.
-Sólo
voy a pedirte que confíes plenamente en mi ¿está bien? -le contestó la castaña
en respuesta a la reacción de su compañera- Sólo por esta noche, te pido esto.
De
la mente de Cassandra salieron miles de incógnitas pero al encontrarse con la
expresión serena de su amiga, soltó una larga expiración acompañado de un “Está
bien”. Y siguieron llevando al chico hasta salir completamente del callejón.
Cuando volvieron a una esquina iluminada,
vieron llegar a lo lejos un taxi. Las chicas hicieron señas con todo lo que
pudieron y el taxista paró. Entraron con su alto amigo inconsciente, lo que
hizo que el conductor las mirara feo.
-Mucho
alcohol en una sola noche -se apresuró en excusar Cassandra-. Ya le aconsejamos
que no lo vuelva a hacer pero ni modo…
El
conductor volvió la cabeza hacia el volante.
-Ahórratelo,
es probable que no entienda ninguna palabra de lo que dijiste… -argumentó
Janet y le pasó al conductor una pequeña
hoja con la dirección del hotel, escrito por Regina anteriormente. El taxista
salvador asintió con la cabeza y la castaña dijo “Kamsamnida” en un tono un
poco más coreano de lo que se esperaba. Esa novela que veía todas las tardes,
estaba dándole buenos resultados.
Todo
el camino hasta el hotel lo pasaron calladas. La chica que ignoraba el
propósito de todo el acontecimiento no se animaba a seguir preguntando nada,
puesto que sabía que su misteriosa amiga, como siempre, iba a evitar hablar del
tema. Entonces, sólo se limitó a ver al chico que tenía al lado. Quitándole un
poco el mechón de cabello y ahora con más luz, le pareció atractivo. Como de
esas de cara fina y alargada. Tenía el fuerte presentimiento de que lo había
visto en algún lado. O tal vez era porque le parecía muy atractivo.
El taxi paró en la entrada del hotel. Janet
sacó los billetes y se los dio rápidamente al tipo, sin molestarse en
preguntarle la tarifa- Quédese con el cambio -dijo y salió por una de las
puertas. Abrió la de su amiga y la ayudó
a sacar al misterioso joven. Al entrar en el gran hall, uno de los del servicio
se acercó para ayudarlas pero la castaña se negó y justificó que ya estaban
acostumbradas a hacer ese tipo de cosas. Ante las insistencias del botones, al
fin aceptó su ayuda hasta subir al ascensor. Y una vez en la puerta, ya estando
solas, Cassandra explotó.
-¡¿SE
PUEDE SABER QUÉ ESTAS POR HACER?! NI SIQUIERA LO CONOCEMOS… ES PELIGROSO QUE
ENTRE A NUESTRA HABITACION
-
Baja la voz -le ordenó en un susurro-. Los demás del piso te pueden escuchar.
Ya te pedí que confiaras en mí y no es un desconocido, al menos no para mí. Por
decirlo de una manera.
-¿Ah,
sí? ¿Y se puede saber de dónde lo
conoces? -le interrogó la otra poniendo los brazos como mango de taza.
-De
la vida… ¿Contenta? -enfatizó lo último, mientras introducía la tarjeta en el
seguro de la puerta- Ya… -hizo una reverencia hacia el interior- entremos…
El
lugar donde ellas se hospedaban consistía en una pequeña sala de estar con un
buen plasma, una mesita ratonera, un sillón y un sofá junto a un velador y un
pequeño corredor que llevaba a dos habitaciones con baño y dos camas. Acostaron
a su amigo coreano en el gran sofá que tenían. Lo chistoso de la situación era
que sus piernas largas se salían del contorno del mueble. Janet escribía en ese
momento un mensaje de texto para mandárselo a Sara.
-En
serio que este tipo es gigante -aseveró la morocha que involuntariamente dejaba
caer la cabeza y bostezaba por sueño que tenía.
-Te
estás durmiendo -observó su amiga-. Anda a acostarte, yo voy a quedarme con él -y
se sentó en el sillón de al lado.
-De
ninguna manera -objetó Cassandra-. No voy a dejar que te quedes sola con este
individuo…
-¿Qué
me puede pasar si el tipo apenas puede levantarse? -argumentó- Además,
cualquier cosa. puedo llamar al servicio de emergencias. No te preocupes. No va
a pasar nada.
-No…
-siguió la otra en un intento de perseverancia pero largó un gran bostezo que
no pudo evitar.
-¿Ves?
-señaloó Janet- Haceme caso…
Cassandra
empezó a pestañear de lo pesado del sueño. En definitiva, despidió a su amiga y
fue hacia su habitación. Se tumbó en su cama y cerró los ojos, durmiendo
profundamente.
Pasado un buen tiempo, comenzó a tener
pesadillas que se generaban en torno al remordimiento de haber dejado que le
ganase el sueño, abandonando a su mejor amiga a su suerte y en compañía de un
extraño. Se levantó rápido, sacudiendo la cabeza. Eran las tres y media de la
madrugaba. Se dirigió por el corredor y cada vez se le hizo más nítido el ruido
de una conversación en voz baja entre dos personas. Quedándose en el final del
corredor, asomó la cabeza para ver de qué se trataba. Entonces vio a Janet
sentada en el sillón y al lado estaba sentado el chico misterioso que habían
ayudado. No pudo entender muy bien de qué hablaban pero creyó escuchar un gesto de agradecimiento de parte del
joven. A lo que tímidamente la castaña responde que no era necesario y que no
se preocupara, porque estaba segura que nadie lo había visto. Esto último no
logró comprenderlo. Se inclinó aún más para ver mejor y, en ese instante, pudo
apreciar una imagen que la hizo abrir bien los ojos. El atractivo coreano se
había acercado a la castaña para correrle uno de los largos mechones que caía
sobre su rostro. La chica miró para abajo, un tanto ruborizada y luego sus ojos
se encontraron. Se miraron tan fijamente que le dio un poco de cosa a aquella
espectadora y sin quererlo mascullo -¡Mierda! Pero que…
Los que ahora se miraban fijamente, lanzaron
la vista hacia el corredor; y ella, exaltada, se retiró rápidamente de ahí y
volvió a su cama en una velocidad que hasta Flash envidiaría. Cerró los ojos
para simular que dormía. Mas luego de
esperar a ver si Janet se acercaba al cuarto, esta vez se durmió en serio y no
volvió a abrir los ojos hasta ya entrada la mañana, probablemente cerca de las
nueve y media. Se levantó de la cama, estirándose como un gato. Cuando había
recobrado la conciencia, fue hacia la sala de estar después de lavarse la cara
y arreglarse.
Para su sorpresa, no los encontró a ninguno de
los dos. Volvió y vio que la otra habitación estaba vacía. Las otras no habían
vuelto todavía. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Lo que pasó ayer había sido un
sueño? Miro el reloj y no podia creer lo temprano que era todavia.
-Bien
-dijo Cassandra con la típica voz de cuando alguien se levanta- Ahora ¿Dónde se
metió Janet con ese chico?
Pensó que probablemente estaría en la
cafetería de abajo. Asique se maquillo un poco, se puso el abrigo y se dirigió
a la puerta. Pero antes de abrirla, noto que alguien estaba del otro lado.
Acerco la oreja y se dio cuenta de que se trataba de otra conversación en
inglés. ¿Cómo podía ser un sueño todo lo de anoche? Una de las voces era de su
amiga.
-Espero
haberte ayudado… -dijo la voz de su amiga- y perdón si te parecí un poco
impertinente… es que te vi así y me pareció que lo mejor era…
-Es
totalmente inaceptable que te justifiques por haberme hecho un gran favor -le
contestaba la otra voz-. Realmente creo que nadie que yo conozca podría hacer
lo que tú hiciste por mí y ni si quiera me conoces bien… -a esto Cassandra
asintió con la cabeza al otro lado de la puerta.
-Bueno
eso es verdad -agregó con naturalidad su interlocutora-. No te conozco lo
suficiente.
-Tal
vez deberíamos… conocernos -propuso el chico-. Uno de estos días deberíamos
salir. Es decir, tengo que compensarte de alguna manera…
-No
te preocupes. Sé que sos una persona un tanto ocupada.
-Esa aseveración esta sobrestimada -añadió el
joven un tanto molesto-. Puedo hacerme un tiempo para mis amistades ¿Ahora me
vas a decir que si?
Cassandra
pudo escuchar a Janet soltando una risita coqueta
-Sí,
está bien.
-Genial.
Pásame tu número y te llamo -del otro lado de la puerta se oía el ruidito del
teclado de un celular que marcaba con rapidez las características.
Posteriormente,
escuchó que se despidieron y cuando sintió que la puerta se volvía abrir,
retrocedió y se sentó en el sillón. Janet cerró la puerta y se recostó sobre
ella, con una expresión de completa felicidad. Estaba tan absorta en lo
ocurrido esas últimas horas, que no advirtió que su amiga la estaba observando
severamente. Cassandra tuvo que levantarse, ponerse en frente suyo y llamarla
para que ella pudiera darse cuenta de su presencia.
-Ah…
Cass… estabas ahí…
-Si
estoy acá -afirmó la morocha- ¿Y se puede saber dónde estuvo tu mente racional
todo este tiempo? -la retó- ¿Qué fue todo aquel misterio de anoche? ¿Acaso hay
algo que no sepa? -ante esto, la castaña miró para otro lado- ¿No me digas
ahora que andas en negocios turbios? Ok, lo entiendo, es atractivo pero…
La
castaña soltó una carcajada
-Cass…
no tiene nada que ver con los negocios -la tranquilizó-. Aunque sí es un tanto
turbio ¿En toda la noche no te resultó familiar?
Era
completamente cierto. Pero dónde lo había visto antes. Trataba de acordarse
pero no podía. Negó con la cabeza.
-¿De
verdad? ¿Ni siquiera un poco? -insistió su amiga y ante la reiterada negativa,
suspiro y confeso- Era Kwan.
-¿Kwan?
-Él
mismo. El protagonista de la novela coreana que estaba mirando ¿Te acordas?
Bueno, es él.
-¡¿QUÉ?!