miércoles, 27 de febrero de 2013

Capitulo 7



“Éramos como desconocidos que se conocían muy bien"
(Big Fish)


Lo normal sería comenzar este capítulo como todos los demás, haciendo hincapié en el día de nuestras protagonistas, pero de seguro antes querrán saber qué hizo Regina el día anterior hasta que llegó a su departamento y sus amigas la hostigaron a preguntas que, siendo evidente, prefería no responder pero por gracia divina llegó Sara para salvar a su acorralada amiga del aprieto, metiéndose ella en estos. El resto ya lo sabemos. Ahora, un rápido resumen del día anterior de Regina después que se escondió de sus amigas en la pequeña tienda de ramen. Había pasado toda la mañana con Shin Wook  y otros tres compañeros de estudio (contando a la chica que días atrás se había ofendido por el estornudo de Cassandra), programando los trabajos que debían entregar en las próximas semanas. Luego, nuestra protagonista y su buen amigo salieron a almorzar. Desafortunadamente para ella entraron al lugar equivocado ya que sus amigas también almorzaban ahí y ella no quería que la vieran. Ya bastante la dejaron pensando con todo lo que opinaban de Shin Wook y no quería tener que ponerse a pensar otra vez si tendrían razón o no, eran buenos amigos, muy buenos y por ahora ella quería mantenerlo así. Aunque sus amigas opinaran diferente acerca de él. Tampoco ella notaba señales de acercamientos de su parte, o tal vez prefería no fijarse en eso. Y por esto es que Regina prefirió evitar a sus amigas todo el día, para no tener que estar incómoda con Shin Wook, sabiendo que a él también debería verlo todo el día. Después de excusas innecesarias y un poco extrañas de por qué no quería almorzar allí, Shin Wook llevó a su apurada amiga a un restó cerca de allí, donde servían buen spaguetti, la comida preferida de Regina. Luego su día fue de lo más normal, después de su almuerzo fueron a una tienda nueva de aparatos electrónicos donde Shin Wook se compró una de esas agendas electrónicas, ya que solía ser muy olvidadizo y pensó que sería una buena inversión. La tarde la pasaron de charlas y cafés, del departamento de Shin Wook a un parque donde había estatuas vivientes que iban divirtiendo a todos los transeúntes e incontables niños que pasaban por allí. AL final, Regina volvió a su departamento. El resto de la historia ya la conocemos.
Ahora el problema lo tenía Sara. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? Sus amigas ya la habían obligado a ir al estudio y en el fondo quería hacerlo, pero no estaba muy segura de todo esto. Casi no lo conocía, haber tenido una cita no era suficiente excusa. Ella no era del tipo de chicas que se enamoran rápido ni que se ilusionan con flores y bombones. Pero sus amigas ya lo habían planeado todo y querían conocer al chico que intranquilizaba un tanto a su pelirroja amiga. Y a juzgar por la cita no podía decir que le cayera mal, al contrario, era agradable y atento, aunque a veces la sacaba un poco de quicio. Y recordando a su amigo que le parecía un tanto extraño, se dio cuenta de que no podía darse una opinión ya que no lo conocía, así que decidió no contrariar a sus amigas y pasar una tarde con música, buena o mala, eso dependía de si Yun Jae decía la verdad. Por los detalles que él le había dado, Sara tenía buenas expectativas sobre la banda. Todavía no le había avisado nada acerca de  ir con sus amigas, así que pensó que era el momento oportuno para hacerlo. Buscó su celular, que siempre estaba en algún lugar recóndito de su bolso o en el peor de los casos en alguna parte del montón de ropa que solía haber sobre su cama, ya que el ir y venir diario y el dormir a veces en lo de Regina o otras en el hotel le impedía ser un poco más ordenada. Afortunadamente la noche anterior, mientras las demás fueron por la cena, Regina vio su departamento bastante desordenado y como sus amigas pensaban quedarse a dormir, se puso a ordenar meticulosamente los dormitorios. Una manera que tenemos las mujeres de descargarnos cuando alguna preocupación nos apabulla, así que cuando Sara fue a buscar su celular no hubo que hacer un gran esfuerzo en encontrarlo. Lo tomó y buscó el número entre sus contactos. Había dos opciones: "Llamar" o "Enviar mensaje de texto".  Dudó unos segundos sobre qué hacer, mirando la pantalla, hasta que decidió que un mensaje era más informal y menos expuesto. Lo sé… estas chicas sobrepiensan algunas cosas.
" Hola! iré con mis amigas al estudio, a qué hora está bien?"  Escribió en ingles y ese fue todo su mensaje. Dos segundos más tarde su celular sonaba.
" Perfecto, no hay problema! a las 5 está bien, queres que pase a buscarte?" fue la respuesta de su mensaje.
"no gracias, puedo ir sola, nos vemos más tarde...a las 5!"
5 segundos más tarde...
"Okey”.
Y así quedó todo hasta que dieron las cuatro de la tarde y entre charlas y café, sin olvidarse de la novela de las tres la cual Janet, Cass, Regina ni Morena podían dejar de ver, porque parecían ser capítulos finales y al darse cuenta repentinamente de la hora, todas empezaron alborotadas a cambiarse. Está demás decir que terminaron vestidas de lo más casual, sin dejar de ser ellas mimas, claro. Ya saliendo del departamento de Regina, caminaban buscando un taxi cuando, de repente, ésta se paró en seco y se volvió hacia Sara que iba detrás de ella.
- ¡Sara! La dirección… ¿La tenés? -preguntó casi alarmada.  Habían planificado todo pero jamás le había pedido la dirección del lugar, aunque todavía no se podía considerar experta, sabía que podría ubicarse al ver la dirección del estudio. Sara rebuscó en su bolso y sacó una servilleta escrita en coreano y algunas palabras en inglés y se la dio dudando.
- No se... ¿y si mejor volvemos? -se arriesgó a preguntar la pelirroja, sabiendo cual sería la respuesta.
- ¡Ni loca! Olvídate -respondió morena al ya casi dejavú de Sara.
- Además, en el fondo querés ir... ¿o no? -dedujo Janet sonriendo malévolamente mientras miraba a Sara que le devolvía la mirada echando chispas.
- Y tenemos curiosidad... -agregó Cass que iba junto a Janet y parecía unírsele al juego, mientras miraba hacia la calle buscando un taxi.
- ¿De qué? No es la primera vez que ven una banda... -contestó una exasperada Sara, disimulando estar desentendida del comentario de su amiga.
- ¡No te hagas! Decimos por Yun... Yun... Yu… -Janet no recordaba el nombre
- Jae -finalizó la aludida, cruzada de brazos.
- ¡Ay! Ya no peleen ¿sí? -Regina miraba la servilleta y la calle y luego volvía a la servilleta arrugando las cejas, hasta que su expresión de concentración se despejo por completo- ¡Ah, chicas! ¡Ya sé donde es! No es tan lejos... es acá cerca -miró a sus amigas sonriente y satisfecha por ubicarse sin tanto esfuerzo.
- ¡Allá hay un taxi! Corran -las apremió Morena que hasta ahora, no quería meterse en la conversación de Janet y Sara ya que sabía cómo se ponía ésta ultima cuando la cargaban o hacían chistes sobre algo que la ponía de mal humor. Corrieron, efectivamente, media cuadra hasta el taxi, del cual bajaba una señora ya anciana y una chica casi adolecente. Sara había quedado a las cinco y faltaban dos minutos para la hora acordada, a ella no le molestaba, estaba acostumbraba a llegar siempre tarde y Morena podía entenderlo, ya que a veces solía tener esa mala costumbre, cosa que a las demás las ponía como locas. En especial a Janet, que no soportaba la idea de llegar tarde y Cassandra y Regina la acompañaban en el sentimiento, aunque a menor escala. El taxista las miró arrugando el ceño, porque ni bien la anciana sacó el pie del taxi, éstas entraron corriendo y saludando muy efusivamente, cosa a la que el señor evidentemente no estaba acostumbrado. De todas maneras aceptó las disculpas de Regina y las llevó a la dirección que ella le dictó en un respetuoso y dulce coreano. Pararon después de diez minutos a mitad de una calle, que de un lado tenía un parque repleto de niños jugando y del otro una tranquila fila de casas casi parecidas.
Bajaron del  taxi  observando la fila de casas brancas y deduciendo cuál de esas se parecía más a un estudio. Llegaron a la conclusión de que ninguna. Quedaron alrededor de cinco minutos paradas en la acera del parque, hasta que cruzaron la calle, casi vacía en aquellos momentos, debido a que en la esquina un oficial de tránsito hacía señales a los autos, sosteniendo un cartel de "Stop"  para que los niños pudieran cruzar la calle camino al parque. Parecía, en aquel momento, la atracción más grande para aquellos niños. Sara observaba cómo una madre cruzaba la calle con su hijo, de al menos cinco años, mientras lo regañaba porque el niño parecía resistirse a darle la mano para cruzar, aunque todo quedó olvidado ni bien pisó la acera del parque. El pequeño corrió libre hacia las hamacas. Sara volvió su mirada distraídamente hacia la hilera de casas y se sorprendió al ver que un joven de cabello ondulado hasta los hombros, semi cubiertos por un grueso gorro de lana azul salía de una de las casas y la miraba sonriendo. Ella se alegró de que sus amigas estuvieran enfrascadas en una seria conversación sobre cuál de las casas podría ser el estudio y criticando al desconocido por no haber puesto el número de la casa en la maltrecha servilleta, y de que Yun Jae estuviera lo suficientemente lejos para no notar el rubor que subió por sus mejillas, que se desvanecía a medida que él se acercaba. Sara codeó a Regina y a las demás para que prestasen atención, haciendo una sutil seña con sus ojos hacia Yun Jae que ya estaba casi en frente de ellas.
- ¡Hi! (Hola) -saludó el joven en un inglés informal pero conservador haciendo la religiosa reverencia que todas esperaban y que le devolvieron de la misma manera. Ya estaban tan acostumbradas a inclinarse para mostrar su respeto mutuo que, de alguna manera, les agradaba y les recordaba a los saludos de los personajes victorianos de aquellas novelas que jamás se cansaban de leer.
Como era de esperarse, todas se hicieron una visión panorámica de Yun Jae. Aquel día de la cita estaban escondidas y prestaban más atención a las exageradas señas de Sara así que casi no se fijaron en él. Morena se lo imaginaba casi igual, con la diferencia de que le sorprendieron los rasgos occidentales que encontró en las expresiones del chico, aunque Sara ya les había advertido de aquello. Janet se asombró de lo mismo, pero más la sorprendió que Sara se hiciese amiga de desconocidos que usasen jeans gastados y gorros de lana. Cassandra, en cambio, sí se esperaba alguien así cuando Sara dijo que era el baterista de una banda casi clandestina y después de que la llevó a un bar lleno de bohemios hipsters y, aunque Regina opinaba parecido a Janet, pensó que aquel chico era conveniente para su amiga al notar, cuando les preguntó si les costó llegar hasta allí o si no tuvieron problemas con la dirección, que su acento era realmente británico y entendió que no era la banda la única razón por la que Sara quería volver a verlo.
Las chicas siguieron a Yun Jae y entraron a la casa. Por fuera no era más que una casa parecida a todas las demás, pero por dentro se notaba que allí había más que muebles. A la entrada, había un pequeño hall que seguía por un pasillo poco iluminado al costado una angosta escalera de madera. Él las invitó a seguir por el pasillo que terminaba en un comedor, transformado en sala de estar. Las paredes estaban pintadas de blanco y tonos beige que le daban un aspecto muy sereno, en el centro había una mesa redonda con varias hojas desordenadas sobre ella y varias opciones para sentarse a su alrededor. Contra la pared, había dos sillones de un estampado verde salpicado de colores que le daban un aspecto bastante rústico, pero a la vez agradable y algunos amplios pufs de color negro al rededor. Sentados en los sillones había dos chicos, uno era alto de rostro interesante y mirada perspicaz, con el cabello rojo oscuro más corto al rededor y dejando en la coronilla mas cabello que caía en un flequillo de costado. Usaba unos pantalones negros bastante ceñidos y una holgada camisa de jeans. El otro, en cambio, era bastante diferente; se notaba, aunque estuviera sentado, que era físicamente más pequeño que el anterior, de cabellos negros y alborotados enmarcando un rostro aniñado con ojos expresivos. Usaba unos jeans bastantes sueltos y caídos con un buzo igual de holgado color rojo y en aquel momento sorbía un trago de la botella de agua que tenía en las manos. Al verlo, Sara lamentó haberlo reconocido y pensó que si lo disimulaba pasaría inadvertido, pero al verlas entrar, el chico con complejo de hobbit abrió grandes los ojos al ver a la pelirroja que le devolvía la mirada con la misma expresión de incrédulo asombro.
- Tu... -comenzó a articular el chico mientras señalaba a Sara sin disimular- Tu eres la chica de la casa de música... ¡Ah! -pareció recordar algo mas- Ahh... -y miró al ahora avergonzado Yun Jae, sonriendo y poniendo una mano en su hombro, aunque éste le devolvía una mirada asesina que el otro parecía no notar-  Sabia que te volveríamos a ver... porque...
- ¡Ji Soo! -lo interrumpió el otro chico alto a su lado- ¡Deja de decir estupideces! Aishh… ¡Nos avergüenzas tanto que podría morir! -agregó en un coreano entre dientes mientras le daba un puñetazo, no de los amistosos, a su pequeño amigo.
Sara le hizo un gesto con la mirada a Morena que en aquel momento entendió a qué se debía aquella confusa presentación.
- ¡Ah! ¡Acosador...! -dijo en español, casi sin darse cuenta, y sus amigas rieron disimuladamente porque también entendieron de qué se trataba todo.
Aquel  era el "acosador", sobrenombre que le había puesto Sara al contar su anécdota en la casa de música, el día que conoció a Yun Jae y a su extraño amigo, que en aquel momento las miraba incrédulo.
- ¡Hi! (Hola) -saludó el chico alto después de haber observado detenidamente toda la situación y obviando aquel confuso momento- Mi nombre es Joe Park, es un placer conocerlas –se presentó sonriendo educadamente pero, para sorpresa de todas, Joe no hizo reverencia-. Éste es nuestro querido e inoportuno amigo y también guitarrista Ji Soo -agregó rodeando a su amigo con el brazo. Todas saludaron amistosamente a Ji Soo quien, a pesar de aquella primera y extraña impresión, no parecía ser tan malo y pasados unos segundos, les iba cayendo mejor.
Ya habían olvidado el incómodo momento de hacía unos minutos e, invitadas por Yun Jae, se sentaron entre el sillón que estaba libre y algunos puf.
- ¡Qué bueno que hayan podido venir! -dijo Yun Jae dirigiendo una fugaz mirada a Sara, mientras abría una lata de coca y se sentaba junto a Joe- Ya que hoy es nuestro día de ensayo -esto último, lo dijo haciendo notar su acento británico más que otras veces, como si cada vez fuese más evidente.
- Así que tienen una banda ¿No? Y... ¿de qué es?  ¿Qué estilo tocan? -preguntó Morena un tanto curiosa. Al ver a los tres allí sentados, uno al lado del otro, los notaba tan diferentes que le costaba encontrar un género que los definiera.
- Somos más bien una banda de estilo Indie ya que, como dice el nombre, producimos nuestra música de manera independiente. Hacemos pop rock, folk rock y variamos dentro de ese estilo, pero sin salirnos del indie y del rock... –le respondió Yun Jae muy pacientemente mientras volvía a tomar de su lata de coca.
- Sí… para resumir lo que mi amigo acaba de decir, hacemos rock indie -terminó de aclarar Joe y un "Oh" se esparció por parte de las chicas.
- Y nuestra banda se llama "The Mirror” ¿Acaso no es genial? –les preguntó Ji Soo. mirando a cada una con graciosa suficiencia.
- La verdad que si –admitió Cassandra ya que el nombre parecía interesante- Y... ¿Cómo fue que se les ocurrió ese nombre?
- Bueno, como saben, la música transmite muchas cosas, refleja sentimientos, como un espejo. Cuando nos vemos al espejo, no siempre vemos lo que queremos ver, sea bueno o sea malo, lo queramos o no. Simplemente vemos lo que somos, lo que cambia es la manera de mirar, y así es también la música. Hace brotar aquello que hay en nuestro interior, nos guste o no, pero que no podemos evitar sentir -volvió a responder Yun Jae quedándose pensativo con su propia respuesta.
- Exacto, de alguna manera, lo interior se vuelve exterior. La música refleja lo que hay dentro -remató Joe, siguiendo las palabras de su amigo.
- Sí, esa fue la explicación que nos dio Dak Ho cuando íbamos a elegir el nombre - acotó Ji Soo, que ya había terminado su botella de agua y la dejaba en el suelo a un costado del sillón.
- ¿Quién? -preguntó Janet repentinamente confundida. Se había quedado pensando en eso de lo interior y exterior.
- ¿Son mas además de ustedes? – Regina aclaró la pregunta.
- Sí, somos cuatro. Joe que es el bajista, Ji Soo el guitarrista, yo el baterista y Dak Ho que es el vocalista y tecladista... –por primera vez, Yun Jae fue breve.
- Ah… ¿Y él no debería ensayar con ustedes?-Sara estaba tanto sorprendida al ver surgir otro miembro de la banda que, hasta ahora, parecía inexistente.
- Sí, solo que él, bueno... está ocupado, pero no tarda en venir -le contestó Yun Jae pacientemente, con esa serenidad tan propia de él que, en cierta forma, intranquilizaba un poco a Sara.
- Les agradará nuestro querido Dak Ho -comenzó a promocionarlo Ji Soo-.  Él es muy respetuoso con las personas, aunque no las conozca y solidario también... ¿Verdad Joe? –preguntó, mirando a éste otro que parecía perdido en el hilo de sus pensamientos.
- Oh, sí... supongo que debo reconocer lo de respetuoso, aunque a veces raya lo anti social...
- No es que sea anti social –trató de defenderlo Yun Jae-, es que… bueno… Verán, el está criado en una muy arraigada familia coreana y su manera de ser puede ser muy seria a la primera, pero una vez que lo conocen... ya no es tan así –sonrió, procurando ser alentador mientras daba esos datos sobre su amigo.
Las chicas inevitablemente se forjaron una buena idea del desconocido vocalista. ¿Cómo no hacerlo, cuando aquella descripción no parecía ser más que la de un buen chico?
Al cabo de unos segundos.
- ¿No deberíamos practicar sonido mientras lo esperamos? -preguntó Ji Soo a sus compañeros.
- Sí, no es mala idea. Ganaríamos tiempo - reflexionó Yun Jae en voz alta.
Así que fueron todos hacia la sala de ensayo que estaba contigua al comedor transformado en sala de estar, ambas salas estaban unidas por una puerta corrediza. El lugar donde los chicos se disponían a ensayar era una habitación mediana unida con otra por una angosta puerta de madera. En las dos habitaciones, de igual tamaño, las paredes estaban forradas de placas de insonorización de color verde oscuro, esto ayuda a tener una buena acústica. En el medio de la pared que separaba a ambas habitaciones había un hueco rectangular cubierto con un vidrio grueso, que servía para controlar el sonido de una habitación hacia la otra, ya que la primera estaba llena de instrumentos, como un bajo, una guitarra apoyados en sus sostenedores de pie, pedales ecualizadores, una batería, un teclado y algunos micrófonos, mientras que en la otra había todo tipo de equipos de sonido, como una gran consola justo debajo del vidrio, algunos parlantes y bafles a sus costados, una notebook  junto a la consola y varias sillas con una mesita detrás. Las chicas entraron por la última y se sentaron en las sillas, mientras que los chicos pasaron a la otra sala a probar sus instrumentos, Joe tomó su bajo y volvió a donde estaban ellas.
- Voy a cambiar mis cuerdas -les aviso sentándose sobre la mesita al ver que no quedaban sillas vacías- ¿Están lejos de casa eh? -preguntó sonriendo mientras sacaba un paquete de cuerdas de su bolsillo y lo abría rápidamente. En aquel momento los chicos comenzaron a tocar. Y no es que ellas no quisieran responder, pero el sonido de la batería de Yun Jae y Ji Soo que hacia alguno que otro acorde aislado para probar también sonido, les impedía tener la posibilidad de responder rápidamente. Aunque las salas eran acústicas y el sonido debería retenerse allí, los ruidos eran fuertes a causa de que la puerta que los conectaba estaba abierta, de modo que el sonido se hacía de ambas habitaciones y Joe, tal vez por el acostumbramiento, no le molestó el sacar conversación.
- Y... ¿Que las trae por Corea? -volvió a preguntar mientras cambiaba la primer cuerda.
- Bueno, se podría decir que vinimos de vacaciones, aunque más bien vinimos para visitar a Regina -respondió Janet, señalando a su amiga.
- Que vive acá hace meses por un intercambio estudiantil de la universidad y la extrañábamos, así que decidimos venir a pasar nuestras vacaciones con ella -la secundó Cassandra abrazando de un lado a Regina, que asentía alegremente.
- Se deben haber sorprendido al llegar... Demasiado formales, ¿no? - Joe lo dijo como si leyera sus pensamientos, sonriendo y haciendo un gracioso gesto de hartazgo con la mano. Las chicas rieron, el bajista de la banda parecía entenderlas bien.
- No es que nos hayamos sorprendido, es solo que hay cosas que son diferentes... –trató de aclarar Sara, torciendo el gesto- Aunque es más agradable de lo que pensaba. Bah… ni siquiera sé lo que pensaba...
- Te entiendo, viviendo en el otro lado del pacifico, sólo te basta con saber que aquí se vive al revés –lo resumió Joe, aún concentrado en ajustar la cuerda de su bajo.
- No eres un coreano muy apegado... –le soltó Morena, sonriendo de manera amistosa, temiendo que lo fuese a tomar a mal. Joe hizo un gesto de poca importancia.
- No es que no lo sea, yo amo la cultura de mi país -dejó las cuerdas de lado un segundo- pero a veces pueden llegar a ser muy arcaicos en su forma de ser, hasta cerrados y eso es algo que no comparto mucho... Aunque tal vez se deba a que me crie en Norte América -termino de manera despreocupada retomando la segunda cuerda.
- ¿Eso quiere decir que sos coreano pero no te criaste acá? -preguntó Morena, que le había dado curiosidad a la vez que se explicaba el fluido ingles del bajista.
- Sí, como a los cuatro años fuimos con mi familia a América, mi padre siempre quiso poner un restaurante de comidas nacionales en el extranjero, así que fue a cumplir el sueño americano -les explicaba sonriendo y las chicas cada tanto miraban a Joe y luego a las cuerdas. Ya casi estaba la tercera-. Así que prácticamente me crie allí. Al irnos, sólo mis abuelos quedaron aquí y siempre tuvimos una relación muy estrecha con ellos, nunca dejamos de comunicarnos. Cuando cumplí los dieciséis, antes de entrar a la preparatoria, ya sabía que mi padre no me dejaría ser músico y que antes habría querido que trabaje con él y además vaya a la universidad, a la cual voy... pero también hago lo que amo. Así que mi mejor opción era volver a Corea y vivir con mis abuelos. Terminé el colegio con estos tres idiotas que se transformaron en mis mejores amigos, formamos una banda, entré a la universidad para estudiar relaciones exteriores y... heme aquí.
- ¿Y cómo convenciste a tu padre de que te deje venir? -preguntó Regina recordando cómo a sus padres no les había gustado mucho la idea de ella, durante un año, en Corea.
- ¡Ah! Le dije que me dejara terminar mis estudios aquí, así aprendería más de nuestras raíces y serpia un hombre coreano hecho y derecho- Joe sonrió al recordarlo-. Así que... las entiendo si dicen que sí se sorprendieron al llegar.
- Está bien, siendo sinceras... Sí, nos sorprendimos un poco -admitió Cassandra, recordando varios episodios que hasta le causaron gracia. Joe terminó de cambiar sus cuerdas al fin y se puso de pie, justo cuando Ji Soo se asomaba por la puerta.
- ¡Joe! Prueba tu bajo ahora o cuando venga Dak Ho tardaremos años... –lo apremió efusivamente.
 Cassandra recordó que quería ir al baño y le pidió indicaciones a Joe antes de que se fuera con los demás.
- Ah, sí… Volves a la entrada y subis la escalera. Vas a ver un pasillo, es la segunda puerta a la derecha -le respondió y fue rápidamente a donde Yun Jae y Ji Soo se disponían a tocar una canción.
Todas quedaron un momento escuchándolos y recordando en parte la historia de Joe.
- Me cae bien ese chico -dijo Morena desinteresadamente, mientras miraba la consola que tenían en frente y deducía para qué servirían aquella infinidad de "botones coloridos”.
- Si, a mí también... - añadió Sara mirando a través del vidrio cómo tocaban los chicos.
- ¿Él nada más? –le preguntó Janet sonriendo sin mirar a Sara.
- No es gracioso –se defendió la aludida.
- Ay… ¿Ya van a  pelear otra vez? –Regina comenzaba a molestarse con esas riñas- Cass, ¿que no ibas al baño?
- ¡Ah, sí! -sonrió ante su olvido- Ya vuelvo.
Cass fue hacia la entraba y allí recién notó la angosta escalera de madera junto al hall, subió lentamente y le pareció oír música, pero pensó que debían ser los chicos, aunque a medida que terminaba de subir, no escuchaba la batería, ni el bajo, ni la guitarra, sino más bien... un piano.
Cass no sabía hacia dónde iba ¿La segunda puerta de qué lado del pasillo? Había olvidado las instrucciones de Joe, sólo caminaba guiada por aquella extraña y cautivante melodía que la envolvía en un as de paz. Una melodía que parecía salir del alma de una persona llena de sentimientos encontrados, por momentos triste y por otros, alegre. Caminaba casi a tientas ya que aquel pasillo tenía las luces apagadas y no encontraba el interruptor. La música se hacía cada vez más intensa,  fuerte y clara a medida que se iba acercando. Hasta que dio con la puerta de la que venía el sonido, a la izquierda, al final del pasillo. Cass abrió sin pensarlo dos veces. Era una gran habitación comparada con las demás y parecía tener forma de ele ya que Cassandra podía ver cómo parecía doblar al final. Era acústica, como lo pudo notar por las paredes forradas con las placas de insonorización de color verde oscuro.
Pero no había allí micrófonos, ni equipos de sonido ni nada de eso, como la sala de ensayo en donde estaban los demás. A su punto de vista, no era más que una sala con varios teclados y un piano recto de madera oscura con grabados en lo que parecía ser alemán. Tenía más ventanas que en las otras habitaciones o en esta se notaba más, ya que estaban abiertas completamente, aunque una fina cortina blanca las cubría y dejaba entrar al sol reflejándose en un sofá blanco que había contra la pared. Aun seguía sonando la cautivante melodía y Cass caminaba lentamente tratando de no hacer ruido con sus tacos al pisar, porque allí cualquier sonido parecía retumbar estrepitosamente. Observaba a su alrededor casi distraída por la envolvente música, que cada vez parecía acercarse más y más...
Hasta que sus ojos se toparon con una mirada poco amigable. Un chico sentado al piano, la observaba casi al borde del enojo, molesto con ella por interrumpir su tan amada inspiración. Cass no supo qué hacer ante semejante reacción, el chico se puso de pie haciendo rechinar la banqueta de madera en donde estaba y caminó lentamente hasta ella, sin dejar de mirarla ni suavizar su rostro. Era alto, delgado, tenía los ojos cafés como la mayoría de los coreanos, los labios gruesos y su cabello oscuro caía a un costado. Aunque su semblante parecía sereno, la expresión de sus ojos no lo era. Cass quedó hecha una estatua delante de aquel chico. Él soltó un bufido y torció el gesto antes de rozarla al pasar por su lado, la puerta se cerró fuertemente detrás de él.
La pelinegra estaba paralizada junto al ahora silencioso piano que no había notado al entrar allí. Sin darse cuenta, había llegado al final de la ele, donde estaba aquel piano y su arisco interprete, y Cass estaba sin entender qué acababa de pasar allí. Sólo sabía que estaba confundida ¿Quién era ese chico? ¿Acaso era el integrante que faltaba de la banda? Si así lo era, no se parecía a los demás en lo más mínimo. Así estaba de confundida y hasta casi indignada, cuando oyó su nombre en la puerta.
- ¡Cass! ¿Estás ahí? -la voz de Regina se notaba más aguda de lo normal, evidentemente se había puesto nerviosa al notar que Cass no volvía. Cassandra salió de su ensimismamiento y voló hacia la puerta.
- Si... Perdón, es que me perdí, buscaba el baño y yo... -mientras Cass trataba de explicar lo que ni ella entendía, todas aparecieron en el estrecho pasillo.
- ¿Qué hacen, ustedes, que no vienen? -preguntó Janet estirando su cuello hacia la sala detrás de su amiga para ver qué había allí de interesante.
- Además nos preocupamos -dijo Sara-. Habíamos escuchado que alguien bajaba por las escaleras, pero no aparecías, por eso es que subimos... ¿Había alguien acá?
- Hum… Yo entré y... -Cass no sabía cómo explicar aquel  extraño incidente.
- Vamos, ya van a tocar algunas de sus canciones, además no queda muy bien que no vayamos todas –les sugirió Morena sonriendo y señalando hacia abajo, a la sala de ensayos. Todas se dispusieron a bajar.
Cass había olvido por el momento su instantáneo infortunio, hasta que inevitablemente lo volvió a ver. Sí, en la sala de ensayos. Estaba allí, con los demás y al parecer, hablaba bajo y mal humorado con Yun Jae que lo escuchaba sin hacer comentarios. Al voltearse, trató de serenar su expresión, había quedado frente a las chicas que casi no se percataron de su presencia, Yun Jae se puso de pie desde detrás de su batería y se paró junto a su amigo.
- Este es Dak Ho -dijo sonriendo y poniendo un brazo en el hombro de este-, el otro integrante de la banda, nuestro vocalista... del que le habíamos hablado -Dak Ho hizo una marcada reverencia sin decir palabra y torciendo el gesto en lo que al parecer intentaba ser una sonrisa.
- Hi (Hola) -dijeron todas en un casi musical canon. Solo Cass dejó de lado el saludo, sin poder esconder lo obvio, la incredulidad de lo que había escuchado de sus amigos un rato antes acerca de él ¿Respetuoso? ¿Solidario? “Más bien, querrán decir, mal educado e insolente” pensó Cass, él solo se había hecho una muy mala primera impresión.
- Ey, Dak Ho... ¿Por qué tardaste tanto?, ¿no sabías que teníamos visitas? -le pregunto Ji Soo muy animado mientras Dak Ho se ubicaba detrás de su teclado y acomodaba su micrófono.
- Sí, perdonen -volvió a hacer una reverencia desde su lugar-. Es que, tenia cosas que hacer...
- ¿Quieren ir a la otra habitación? De ahí van a escuchar mejor -les sugirió Yun Jae tomando sus baquetas. Las chicas asintieron y se fueron. Una vez cerrada la puerta, pudieron ver cómo Dak Ho les daba algunas indicaciones y comenzaban a tocar. Comenzaban lento y parejo, y a medida que iban avanzando iban aumentando los sonidos. Dak Ho comenzó a cantar y su voz era por más agradable, era suave y un tanto áspera, combinaba perfectamente con la canción que tocaban, que parecía ser romántica, cosa que las chicas deducían aunque no entendían nada de lo que decían, exceptuando a Regina, claro. Y por lo que ella les pudo contar parecía ser romántica, si… pero más bien de ese tipo de romances que no suelen terminar muy bien. Al terminar, las chicas aplaudieron a la banda que comenzaba a tocar de nuevo. Esta segunda canción, a diferencia de la primera, era más rápida y fuerte. Otra vez, Regina les hizo de traductora explicándoles que hablaba un poco de aquellos sueños que a veces tenemos y los damos por perdidos, de que si se sueña, se quiere y que si se quiere se puede lograr. Dak Ho ya no tocaba el teclado, como en la canción anterior, simplemente tomó su micrófono y caminó por la sala cantando la canción. Cosa que, por cierto, hacía estupendamente a criterio de nuestras protagonistas y todas sintieron ante la explicación de Regina que compartían el argumento de la canción, además de que la música era por demás pegadiza. Al terminar de tocar, los chicos dejaron sus instrumentos y fueron adonde ellas.
-¡Wow! ¡Eso estuvo muy bueno chicos! -les animó Regina y algunos sonrieron tímidamente.
- ¡Sí! No se parecen a las bandas coreanas, más bien son mas alternativos… -dijo Cassandra a los chicos, ignorando un tanto al vocalista que parecía estar más distraído que antes.
- Ya le había dicho a Sara que éramos geniales –les contó Ji Soo muy sonriente-, que querría tatuarse el nombre de nuestra banda.
- Sigo sin querer tatuarme el nombre de su banda... –contraatacó Sara aunque no pudo contener una sonrisa al recordar aquel episodio que la dejó cuasi traumada, gracias a Ji Soo- Aunque debo decir que en eso de que no tocaban k-pop, dijeron la verdad y la verdad, me gusto... –le confesó la pelirroja. Yun Jae trató de disimular una sonrisa a flor de labio llevándose una mano a la boca y otra vez aquel pañuelo en llamas cubría su muñeca.
A Dak Ho parecía como si la lengua se la hubieran comido los ratones, dirían las abuelas. Ninguna palabra había salido de su boca desde que se presentó. De modo que parecía habérselas ingeniado para parecer invisible, ya que las chicas prácticamente no notaban su apartado estado de ánimo. Excepto por Cassandra, que no podía olvidar aquel episodio de unos momentos antes "Ni siquiera una disculpa"  pensaba ofendida, mientras lo miraba de soslayo cada tanto. Y para su sorpresa, descubrió que él hacía lo mismo, cada vez que ella lo miraba, él parecía estar observándola fijamente y apartaba veloz su mirada hacia cualquier objeto inanimado, al sentirse descubierto.
Así transcurrieron algunos minutos, hasta que un impaciente Ji Soo habló.
- Tengo hambre ¿Qué no vamos a pedir comida?
- Oh... sí, creo que ya es hora de cenar, supongo que nos vamos… -dijo Morena, consultando su reloj y cayendo en la hora, que no era muy tarde pero a tiempo para que sus estómagos comenzaran a rugir. Entonces Joe tuvo una idea.
- ¿Por qué no se quedan? Vamos a pedir comida y... se ahorraran el tener que cocinar –con lo último las convenció, especialmente a Cassandra que, aunque se había quedado algo intranquila al descubrir aquellas miradas de Dak Ho, también sabía que aquella noche le tocaba cocinar y eso también incluía lavar los platos.
- Sí ¿Por qué no? –se arrojó Cass mirando a sus amigas que al igual que Janet, Sara la miraba frunciendo el ceño.
- No sé... -empezó la pelirroja, no muy convencida.
- Pero si pedimos pizzas -negoció Janet y eso provocó risas-. Es que me cansé un poco de la comida local, sin ofender, chicos...
- No te preocupes, casi podríamos ser accionistas de McDonald’s -dijo Yun Jae y todos rieron, incluso Dak Ho. Joe llamó inmediatamente al delivery y en veinte minutos, alguien llamaba a la puerta.
Volvieron al comedor transformado en sala de estar, que en aquellos momentos volvía a su estado original. Arreglaron un poco la mesa y los chicos fueron por vasos y bebidas a la cocina, daba la impresión de que casi vivían allí. Prácticamente todos ocuparon las sillas al rededor de la mesa y algunos llevaron un par de pufs hasta allí al acabarse los lugares libres. Cassandra trataba de evitar mirar a Dak Ho que, quién sabe por qué,  se había sentado justo frente a ella y Sara estaba un tanto incómoda con que Yun Jae se sentara a su lado pero trataba de disimularlo lo mejor que podía. En cuanto a los demás, parecían no notar nada fuera de lo normal  y se disponían a cenar alegremente. A pesar de la buena predisposición de los muchachos con nuestras protagonistas, no pudieron evitar caer en el mítico silencio incómodo y como siempre en aquellos casos, nunca falta aquel mediador que los saca del apuro.
- ¿Hace mucho que son amigas? -preguntó curioso Ji Soo, mientras devoraba veloz, su sexta porción de pizza.
- No hace mucho si contamos desde el kínder ¿No? -le respondió Janet mirando a sus amigas, que rieron ante la respuesta.
- ¿En serio? ¿Desde el kínder? -Joe miraba a cada una de las chicas impresionado.
- Nosotros sólo desde la secundaria. Desde los dieciséis más o menos, y ya nos parecía mucho... -Yun Jae estaba sorprendido, al igual que su amigo.
- Lo bueno de conocerse a esa edad, es que ya casi tienen la personalidad formada y no tienen que aguantar muchas fases o transformaciones –comentó algo colgada Regina.
- ¡Sí! ¿Te acordas cuando Sara estaba obsesionada con ser rubia? –preguntó Morena en general pero dándole un golpecito a la que tenía más cerca.
- No… Chicas…
- ¡Huy, si! La colorista se pasó y le dejó el cabello tan seco ¿Se acuerdan de lo que era? Pero ella contenta porque estaba rubia –comentó Janet entre risas.
- Bueno…
- Y se peinaba con la raya al medio. Parecía la de ABBA –se burló Cassandra.
- ¡BASTA! –las calló Sara visiblemente colorada. Si hubieran hablado de eso en español, tal vez lo dejaba pasar. Pero no sólo lo decían en ingles, sino que le daban ese toque de negras en medio de una cháchara, con revoleo de dedos y ojos que se daban vuelta el recordar la imagen.
- Tampoco para que te pongas así, Sara –trató de calmarla Regina.
- Eso no es tan malo, como cuando Cass andaba más producida que los de Tokio Hotel –reflexionó en voz alta Janet.
- No… pero eso era el colmo, porque con el look venía el carácter de antisocial y sus miradas asesinas –los chicos pasaron de Morena a Cassandra, con sorpresa. Ella estaba tan linda y poco peligrosa, que no lo concebían.
- Ustedes… realmente pasaron por mucho –Dak Ho las miró. Y por un fugaz instante, algo parecido a la envidia pasó por sus ojos.
- ¡YA! ¿Pensas seguir comiendo? ¡Vas a engordar! –las chicas olvidaron lo que vieron, con la interrupción de  Joe al golpear a Ji Soo con un pedazo de cartón de pizza vacío.
- Hyung*… aún tengo hambre. Es que no como desde ayer ¿Vas a dejar morir de hambre a tu tierno dongsaeng**? –Ji Soo se arrastraba sobre sus rodillas hacia Joe para rogarle y su expresión era tan tierna, que las chicas salieron a su defensa. Pero Joe era firme y pensaron que lo mejor era no meterse en su forma de tratarse.
Sin darse cuenta, la conversación se había vuelto muy animada y ya nadie estaba incómodo. Seguían tratándose con respeto, pero de vez en cuando lo olvidaban. O lo dejaban pasar, porque no está demás mencionar cuando Yun Jae le dijo:
- Hey, Dak Ho, pásame la botella.
- ¡YA! ¿Por qué me faltas el respeto? Soy un año mayor que vos.
- Estos extranjeros… -comentó Joe mientras revolvía el pelo de Yun Jae.
- ¿Un año? Once meses. Ya quisieras que fuera un año.
- Aish… prefiero ser joven, a ser un mayor, como ustedes –se confesó Ji Soo mientras miraba a Joe con la nariz arrugada. Joe le propinó un golpecito en la cabeza que pasó limpio, cuando Ji Soo se reclinó un poco- ¿Cuando eran pequeñas, peleaban?
 Las chicas quedaron pensativas. No recordaban haber peleado nunca. Sólo tener desacuerdos en algunas opiniones, pero eran tan diferentes entre ellas, que se habían vuelto personas tolerantes y comprensivas. No había existido una pelea verdadera. Jamás se habían separado por odio o rencor. ¿Responder que nunca, estaba permitido? Bueno… comenzaron a recordar momentos, pero ninguno contaba. Incluso en sus peores años de adolescencia, en que sus gustos y estilos eran tan distintos, cuando Cass era reacia al contacto humano y Sara se alarmaba con cualquier persona desalineada, se habían separado. Eran la mezcla más rara. Pero muy bien mezclada.
- ¿Cuando nos conocimos? –preguntó Cass.
- Cuando nos conocimos no cuenta –respondió Sara.
- ¿Por qué no? Fue una pelea y estábamos nosotras –reflexionó Janet.
- ¿Qué pelea? –preguntó Morena sin recordar nada en particular.
- En kínder, la pelea con los nenes esos –le explicó Regina con paciencia. Y el “Ah…” de entendimiento en Morena se ahogó por una risa malvada.
- Perdón, pero… ¿de qué hablan? –Yun Jae fue portavoz de la curiosidad de sus amigos. Las chicas no se habían dado cuenta de que estaban hablando en español.
- Forgive us… (Perdónennos…) Sólo estábamos recordando una pelea –les explicó Sara, que procedió a contar todo-. Nosotras éramos chiquitas y estábamos en el mismo salón, en kínder, pero no nos hablábamos. Sólo éramos Janet, Cass, Morena y yo. Regina llegó a mitad de año más o menos. Me acuerdo porque yo llevaba mi hermoso tapadito rojo, por el frio.
- ¿Frío a mitad de año? –preguntó Ji Soo extrañado.
- Es en el otro lado del globo. Claro que hace frío a mitad del año –le explicó Joe -. Continúa, por favor.
- Entre nosotras no nos tratábamos hasta que llegó Regina con sus dos colitas, que usó hasta segundo de primaria –Sara soltó un gesto de hartazgo y los chicos se rieron con su sensibilidad-. Me acuerdo que fui a hablarle, para ser amable. No me acuerdo de qué pero…
- Fuiste a decirme que no tenía que juntarme con Cassandra –le recordó Regina.
- ¿Que le dijiste qué? –Cass estaba con la guardia baja y casi escupió su porción de pizza al escuchar eso.
- No creo que fuera capaz de semejante cosa.
- Conociéndote… yo creo que si –le retrucó Morena -. Nos mandoneabas a todos y no me extrañaría que fueras a advertirle sobre Cass.
- ¿Advertir? –Cass no daba crédito a sus oídos.
- Corría el rumor de que eras rara, porque nunca hablabas –explicó Janet y un largo “Oh…” se extendió entre los muchachos. Pero Cass, quedó tan ofendida que no volvió a hablar.
- Sí. Sara me dijo que no me juntara con Cass. Que era mejor estar con ella, porque era muy popular y así la señorita me querría más –continuó contando Regina-. Entonces vinieron dos compañeritos a jugar conmigo y Sara me dijo que tenía que ignorarlos porque ellos se juntaban con los más sucios. Así que yo los rechacé y Sara les hizo un gestito medio feo –todos miraron a Sara, podían imaginar muchos gestos feos, pero ninguno iba con ella.
- Les hice así –Sara agitó el revés de una mano, como pidiendo que alguien se fuera mientras miraba hacia el lado contrario con desprecio- y ellos se fueron… por un rato. Y después escuché que uno gritaba “Tírale ahora”, me asusté y me corrí por las dudas.
- Y una pelota de tierra me cayó encima –concluyó Regina un poco triste-. Me puse tan mal, que Morena fue a pegarles a los chicos por hacerme eso. Ella se juntaba mucho con ellos, así que vio todo –Los chicos la miraron y no lo creían. Morena parecía muy femenina y, por lo bonita, creían que los chicos debían quererla más que odiarla.
- Pasa que de criaturas, More era muy marimacho y le ganaba a los varones, así que no la querían. Totalmente lo opuesto a lo que pasó en secundaria –concluyó Cass en un comentario sardónico mirando a Sara, que le festejó el comentario con un choque de palmas. Entonces recordó que estaba ofendida con ella y volvió a darle la espalda.
- La cosa es que me agarré con los pibes a los puñetazos y en el forcejeo entre ellos dos y yo, la empujamos a Janet, que hacía un castillito o algo así –trató de recordar Morena-. Lo que más me acuerdo es cómo Janet le tiraba de los pelos a uno hasta que llegó la seño y entre gritos nos separó a todos y preguntó qué pasaba.
- Pero ninguna le dijimos nada, porque no queríamos quedar en penitencia el resto del recreo y la clase. Entonces… -Janet juntó aire, como tratando de controlar su enojo- la muda de la clase se acercó y le dijo a la señorita quiénes fuimos los involucrados –todas miraron con enojo a Cassandra.
-Pero lo mejor fue cómo terminó castigada ella –comentó Sara y todas comenzaron a reírse y a cargar a la joven aludida que comenzaba a ponerse colorada y les pedía que no lo dijeran. Pero no lo consiguió. Las súplicas de los muchachos eran más fuertes y terminaron la narración-. Cass, nos había quemado a todos, entonces uno de los nenes se le acercó disimuladamente. La verdad es que nadie se habría dado cuenta, de no ser por los chillidos del nene. Él la pellizcó, como hacen los nenitos y en venganza Cass le mordió el brazo.
-Y no le soltaba, parecía que se le pegaron los dientes –comentó animadamente Janet-. Hasta que la señorita la castigó con todos nosotros y lo tuvo que soltar –las risas se dispararon en el cuarto del estudio y nadie lo podía creer.
Continuaron riéndose de la anécdota por un buen rato. De Sara por su delicadeza, de Cassandra por sus reacciones y de Morena por el giro entre sus simpatías. Se bebieron todo el soju y la cerveza, casi no quedaba pizza y se sentían satisfechos. Pero el corazón contento se debía a más que eso. Hablaban otra vez de música y de ciertos cantantes cuando Regina sugirió que Sara cantara para ellos. Ella se alarmó un poco. No le había dicho a Yun Jae que sabía cantar y pretendía mantenerlo así. Pero la insistencia de sus nuevos amigos la ahogaba. Ellos habían olvidado las maneras y prácticamente la acuciaban sin ningún reparo. Hasta que Ji Soo le dijo noona (es cuando se dirige a una mujer que es mayor) y se terminó la simpatía.
-Sara… no seas así. Se nota que Ji Soo es medio tonto –Morena hizo una respetuosa reverencia hacia el joven, que la fulminó con la mirada -, pero no podes dejar que el hecho, de que le falten algunos filtros sociales te afecte tanto. ¿A qué nivel estarías? –Con esto fue suficiente.
  Sara entró en razón, se incorporó y pidió un teclado para su interpretación. Si iba a cantar, lo haría con todas sus fuerzas ya que para Sara, las primeras impresiones eran importantes. Dak Ho le ofreció el piano de cola que había en una habitación y todos se trasladaron. Al llegar a la puerta del cuarto, Cassandra sintió una puntada en el estómago y le pareció que todos lo verían, pero al mirar de reojo, parecía que nadie la notó. Sólo vio cómo los ojos de Sara se habrían por recordar o entender algo. Supo lo que pasaría, mencionaría que ya conocía el lugar y el piano, porque allí había encontrado a Cass tres horas atrás. Debía detenerla, si lo decía, moriría de vergüenza.
-¡POR FAVOR! Pasen ustedes… -La forma en que Dak Ho lo pidió, parecía más un arrebato que una cortesía y su inclinación, tan pronunciada, que acaloró a las invitadas que atravesaron la puerta con paso ligero. Sus amigos lo miraron extrañados, si tantos deseos tenía de escucharla cantar, podría tratar de disimularlo, por el bien de Yun Jae. Pero la verdadera razón, fue que él también vio la expresión de Sara y lo extraño de su pedido, se debía a que trató de hablar antes de Cassandra, al notar su desesperación.
Sara no se hizo rogar, se sentó en el piano de cola y comenzó la introducción. Su voz era suave y dulce, aunque por momentos también tenía una nota de tristeza. Todos la escuchaban con atención, y sus amigas se hinchaban de orgullo al ver las caras que ponían, con cada nota bien dada en la canción Shelter de Birdy. Al finalizar, Sara se giró con dignidad y pagada de sí misma al ver en sus nuevos amigos que no se esperaban eso. Pero principalmente Dak Ho. No esperaba que Sara eligiera una canción que expresara tan claramente lo que él sentía y mucho menos que pareciera comprenderla tan bien. Había notado cómo Sara flexionaba su voz de acuerdo al sentimiento en esas palabras. Lo cantó exactamente como él lo habría hecho.
- …pero hace tanto que no practico –se lamentaba la pelirroja.
- ¿El qué? –preguntó Dak Ho.
- Dice que también toca la guitarra. La guitarra la trajo, pero no tiene un piano con el que practicar –le explicó Joe, mientras lo miraba curioso. Había notado esa expresión de confusión que su amigo intentaba ocultar con un aire de desinterés.
- Podrías venir a practicar a nuestro estudio –La propuesta fue tan repentina, que sus amigos lo miraron enrarecidos y las chicas con sospecha-. Podes usar este piano –Cass sintió un puntazo en el estómago-. Sos bienvenida para practicar en él las veces que quieras –Yun Jae no lo podía dejar ganar.
- Claro, podría darte una copia de la llave, si querés venir sola. O… avisarme, para que venga con vos –sus amigos lo miraron con incredulidad. ¿De verdad se estaba declarando?
- Me encantaría. Sí... claro que te voy a avisar. Muchas  gracias a los dos -Sara estaba tan entusiasmada con la propuesta, que no notó la insinuación de Yun Jae, pero llegó a corresponderle y evitar un posible enfrentamiento.





* Hyung: es la manera en que los chicos se refieren a otros chicos que son mayores que ellos.
** Dongsaeng: es la manera en que los chicos se refieren a otros chicos que son menores que ellos.



viernes, 8 de febrero de 2013

Patrizio Buanne - Parla piu piano

Para las que estén curiosas sobre cómo suena la canción que interpreta Sara, acá les dejamos una versión en concierto. Si quieren escuchar mas versiones, avisen y las subiremos!!! O claro... pueden buscar en YouTube :D




Y la letra en ambos idiomas:

Italiano

Parla più piano e nessuno sentirà, 
il nostro amore lo viviamo io e te, 
nessuno sa la verità, 
neppure il cielo che ci guarda da lassù. 

Insieme a te io resterò, 
amore mio, sempre così. 

Parla più piano e vieni più vicino a me, 
Voglio sentire gli occhi miei dentro di te, 
nessuno sa la verità, 
è un grande amore e mai più grande esisterà. 

Insieme a te io resterò, 
amore mio, sempre così. 

Parla più piano e vieni più vicino a me, 
Voglio sentire gli occhi miei dentro di te, 
nessuno sa la verità, 
è un grande amore e mai più grande esisterà


Español


Habla más bajo y nadie nos oirá,
nuestro amor lo vivimos tu y yo,
nadie sabe la verdad,
ni siquiera el cielo que nos mira desde lo alto.

Junto a ti me quedaré,
amor mío, siempre así.

Habla mas bajo y ven más cerca de mi,
quiero sentir mis ojos dentro de ti,
nadie sabe la verdad,
es un gran amor, y otro más grande jamás existirá.

Junto a ti me quedaré,
amor mío, siempre así.


Habla mas bajo y ven más cerca de mi,
quiero sentir mis ojos dentro de ti,
nadie sabe la verdad,
es un gran amor, y otro más grande jamás existirá.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo 6


"La mitad de nuestras equivocaciones nacen cuando debemos pensar y sentimos, y cuando debemos sentir y pensamos"
 (Proverbio ingles)



El martes comenzó de la manera más extraña. Luego de todo lo que paso el día anterior, las chicas se levantaron bastante temprano para la hora que solían hacerlo y cada una parecía buscar frenéticamente hacer algo o mantenerse ocupadas para que las horas pasaran rápido. Regina debía irse al instituto a realizar su trabajo de investigación, por lo cual no representaba un problema para ella el estar ocupada y se hubiera sentido un poco más aliviada, sino fuera porque el motivo de sus vacilaciones la vería hoy. Así era, el chico de cabello chocolate y sonrisa radiante, su amigo de siempre, ese del cual sus mejores amigas sospechaban, se encontraría con ella inevitablemente. Esto la tenía más preocupada por el hecho de que no deseaba ser interrogada por sus amigas antes y después del dichoso encuentro. Así que optó por madrugar y, mientras las otras aun dormían, se preparó para salir del departamento. Ya pensaría qué hacer al volver. Al menos ya estaba fuera de casa.
Cuando las otras se levantaron, increíblemente, tan sólo una hora después, se quedaron perplejas al notar la ausencia de Regina. Su amiga se había ido sin dejar rastro alguno.
-¡Nooo! -exclamó Cassandra en una posición exageradamente dramática- ¡Nos ha abandonado! Ahora somos huérfanas en tierras desconocidas… -expresó, agitando ambas manos con las palmas abiertas.
-Ay, por favor… -musito Sara con el rostro soñoliento-. Seguro que fue a comprar algo que le faltaba y ahora vuelve –sentenció, mientras batía su café mañanero.
Janet seleccionaba los tipos de té que Regina tenia y buscaba una taza en donde servirse. Su humor no era muy bueno por las mañanas
-¿Qué acaso no tiene vida después de nosotras? -preguntó algo malhumorada por los comentarios de sus amigas-. Después de todo, tiene que hacer un trabajo de investigación ¿recuerdan?
Cassandra frunció los labios, se sintió apenada por lo que dijo. Sara hizo caso omiso al humor de la castaña y sólo soltó un “¡Ah! Cierto…” mientras cortaba el café con un poco de leche.
-Pero aun con todo es raro… -agregó Morena, dirigiéndose de la cocina hacia el comedor con una bata purpura puesta y una tacita con platito-. Ella es una persona muy organizada y nos hubiera dejado una nota para que sepamos dónde iba a estar.
-Bueno, es verdad -aceptó Janet, mientras llenaba su taza de agua caliente.
Ya todas estaban sentadas alrededor de  la mesa del comedor. Luego del tema de su amiga ausente, no parecía haber otro tema de conversación más interesante. Si una mosca hubiera pasado volando en ese momento, lo más probable es que fuera el único sonido que se habría producido, a excepción de los sonidos de sorbos, que las jóvenes hacían al beber de sus tazas. Cada una miraba de reojo a la que estaba a su lado y luego volvía los ojos a su taza. El ambiente se empezó a sentir un poco tenso. Pero ninguna se atrevió a hablar. Sara, Cassandra y Morena sabían que si centraban la atención en una de ellas, de algún modo esa atención recaería de nuevo en ellas y, en esos momentos, no era algo que convenía a ninguna de las tres. Janet era la más relajada. No tenía nada que ocultar y ningún tema podía hacer que ella sea el foco de atención. Sin embargo, tenía el aura ausente y la mirada perdida. No podía sacarse de la cabeza ese insignificante accidente con aquel transeúnte de gafas oscuras. Estaba segura que lo había visto en algún lado pero ¿dónde? Ella nunca había estado en Corea. ¿Entonces por qué le resultó tan familiar? Las otras tres no pudieron notar la conducta de la castaña, tal vez porque ellas estaban en lo mismo o quizás, porque Janet siempre solía ser un tanto inexpresiva. Cuando al fin terminaron su desayuno, se levantaron con movimientos abruptos, casi al mismo tiempo y trataron de alejarse entre ellas, después de levantar de la mesa cada una lo suyo.
Eran las once de la mañana. Sara había quedado con Yun Jae a la tarde, así que aún tenía mucho tiempo para pensar qué se pondría y prefería, por el momento, no pensar en esa cita. Sacó su guitarra y se sentó cerca del ventanal que daba al balcón, a tocar algo triste que la tranquilizara. ¿Qué era lo suficientemente triste para relajarla sin entristecer el ambiente?
-Chicas ¿quieren que toque algo?
-¡Tócate un rock! –ordenó Cass haciendo un gesto con las manos, muy de Kiss y guiñando un ojo.
-Que sea algo tranqui –le pidió Janet, que no quería interrumpir sus pensamientos. Sentía que una luz de conocimiento le llegaba, podía sentir que recordaba quién era ese chico.
-Antes de venir a Corea, estabas practicando un tema. ¿Era del padrino? –preguntó Morena algo dudosa.
-Uh… ese. Toca ese –le volvió a ordenar Cassandra. Estaba un poco más eufórica que de costumbre. Tal vez, los nervios de ser el centro de atención más predecible, no la dejaba controlar su tono de voz.
-Bueno, dale. Pero yo estaba practicando la de Patrizio Buanne, y la letra tampoco es la misma –les advirtió Sara algo abatida. ¿Justo esa? ¿Justo una de amor entre italianos, una de las razas más apasionadas?
Sus amigas se sentaron en el sillón y la instaron a tocar. Sara comenzó con un solo de guitarra muy dulce y lento, parecido a una canción de pueblo y al cantar, su acento casi no se notaba. Pero todas percibieron algo de tristeza en su voz al llegar al punto en que debía subir un par de notas, como si algo le doliera, porque parecía que realmente le dolía. Era muy buena con las interpretaciones de temas lentos, sentía que así, el significado de una canción, podía ser verdaderamente entendido. No pudieron seguir pensando en eso, cuando comenzó el segundo solo de guitarra, en el que imitaba perfectamente el soundtrack característico de la trilogía. Las tres espectadoras levantaron los brazos idólatras y comenzaron a mecerse suavemente de un lado al otro, fingiendo ser llevadas por la melodía. Una de las pocas cosas que todas tenían en común, era su predilección por El padrino y cada vez que algo las ofendía o molestaba, acostumbraban imitar a Don Corleone y citar sus frases.
Pasaron el resto de la mañana y el principio del mediodía hablando de la película y pidiendo canciones, hasta que Sara alegó que era incapaz de dar con una nota más y todas tuvieron que resignarse. Entonces, en el medio del silencio, se escuchó el gruñir de cuatro estómagos. La vergüenza las invadió por un momento y Cassandra salió al rescate.
-¡Bueno! Entonces… ¿comemos?
-Acá no hay nada, tendríamos que ir a comprar los ingredientes –les avisó Janet, que al mediodía había revisado los estantes en busca de una colación.
-Salgamos a comer algo. Todas tenemos nuestras billeteras y si pagamos entre todas no va a ser tan caro. Más tarde o mañana podemos ir a retirar más plata de nuestra cuenta –les propuso Sara ya guardando la guitarra.

Estaban tan hambrientas, que no se preocuparon por si estaban lo suficientemente  presentables, con “bastante bien” se conformaron. De todas formas, comerían y volverían al hotel para que Sara pudiera preparar el aspecto despreocupado, que quería dar en su cita con Yun Jae. Caminaron por las calles algo distraídas, iban mirando los locales buscando un restaurante, pero parecían estar más torpes que de costumbre y no podían diferenciar una cafetería de un restorán.
-Ahí hay gente comiendo –dijo Janet señalando con el dedo a un grupo de comensales del otro lado de una vidriera.
-¡Entremos! –apremió Morena. Una muchacha acostumbrada al buen comer, no puede aguantar mucho tiempo las costumbres frugales que poseen ciertas culturas, así que es de esperar que, más allá de sus buenas intenciones, pueda perder la paciencia o la buena predisposición en cuanto su estómago rugiera una vez más. De hecho, todas eran de buen comer, a excepción de Janet, que al estar más inclinada a las comidas livianas, no sentía que llegaba al límite de su tolerancia.
Entraron al restaurante y se sentaron lejos del ventanal, en una mesa junto a la pared, intentando mostrarse lo más antisociales posible, como sus atuendo intentaban decir.No estaban poco presentables, sólo poco “ellas mismas”, a excepción del look siempre sencillo de Janet, las demás no sentían estar adecuadamente arregladas. Si no era el gorro de una, era la zapatilla de la otra o el saquito de abuela de la tercera. Al verlas entrar y sin dar explicaciones una morocha salía del restorán con su amigo de cabello castaño de manera precipitada. Pero él sólo estaba interesado en hacerle compañía, sin importar a dónde su dulce amiga quisiera ir. Las chicas, que no notaron la escandalosa retirada, pidieron algo sustancial y que pudieran comer con tenedores, no estaban para ceremonias, y se dedicaron a disfrutar del almuerzo tardío y relajarse con una larga sobremesa.Ya se notaba el favorable cambio de humor en ellas, tras una hora de cháchara sin sentido y llena de carcajadas, sin recordar ni un momento sus preocupaciones por llamar la atención. Hasta que el mozo se acercó a ellas para avisarles que tenían que cerrar el restorán, ya que a partir de las cuatro de la tarde, el horario de almuerzo no era considerado como tal y al no estar equipado con una cafetería para atender durante la tarde, el lugar debía prepararse para la noche.
-¿Qué ya son las cuatro? –Sara se sobresaltó. Era evidente que la modorra de su estómago lleno, la hizo olvidar que dentro de una hora tendría una cita. Pero ¿qué haría? Su aspecto era lo suficientemente despreocupado para una salida desinteresada con sus amigas, pero demasiado desarreglado para salir con un chico, aun cuando la intención era dar a entender que no se interesaba tanto como para arreglarse mucho. Digamos que en ese momento, daba a entender que, no solo, no le interesaba en lo más mínimo salir con ese chico, sino que, además, trataba de ahuyentarlo. Claro… todo esto, desde el punto de vista de la meticulosa de Sara, porque a la vista de sus amigas, ella estaba bastante bien, si sólo quería verse con él para devolverle su bufanda. ¡Oh! Cierto, no la tenía con ella.
-Bueno… vas a quedar mal parada, Sara –adivinó Cass algo contrariada por su amiga. Ya estaban fuera del restorán y la tardecita era perfecta para un paseo.
-Es un saco, nada más. ¿Por qué lo hacen más complicado de lo que es? –Janet trataba de razonar con sus amigas.
-Pero es de lana. Tejido y gris. Y con ese sweater solo no puede andar, porque se va a enfermar –le explicó Morena.
-Entonces prestale tú campera de jean, que sobre su sweater va a quedar bien. Y como Sara dijo que el chico tenía una banda, me parece que así queda más rockera. Bueno… tan rockera como Sara se animaría –todas la miraron. Janet tenía razón. Era el punto medio exacto. La campera de jean de Morena, era de un verde muy pálido y tenía pequeños detalles en tachuelas, casi nada y era ceñido a la cintura. Perfecto para resaltar las caderas y el cabello rojo de Sara.
Rápidamente se hizo el intercambio, y sus amigas le desearon suerte. Sara las observó un momento alejarse mientras se despedían agitando la mano y haciendo gestos. Entonces ella se dio media vuelta y trató de hacer memoria. La tienda de música estaba a una o dos cuadras del restorán en el que comieron, podía llegar bien. Pero no había terminado ni la primera cuadra, cuando sintió que la seguían. Se volteó de una forma tan poco disimulada, que casi fue escandalosa. El aire se le escapó de los pulmones por el susto, pero al comprobar que se trataba de sus amigas…
-¿Qué hacen acá?
-Es que… no nos acordamos cómo volver. Esa cuadra de allá, no es por la que vinimos –se excusó Cassandra y Janet y Morena la apoyaban con caras de circunstancia.
-¿Entonces, cómo van a volver? –Y lo pensó un momento-. ¿Cómo vuelvo yo? -Sara se estaba poniendo nerviosa.
-Vos le podes pedir al Yun Coso que te diga por qué dirección queda el hotel. Seguro que él va a saber –la consoló Morena algo distraída. Entonces las demás la miraron incrédulas. Era evidente que no se había dado cuenta de lo que realmente dijo.
-More… ¡Eso! –los ojos de Cass brillaron con el reflejo de una artimaña en construcción.

Sara estaba parada frente a la tienda de música. El restorán, efectivamente, quedaba a sólo dos cuadras, así que había llegado con tiempo. Estaba distraída mirando un micrófono en la vidriera, cuando alguien la llamó en inglés, con buena pronunciación pero con un poco de acento. Se volteó parsimoniosamente. Yun Jae la estaba saludando con una reverencia muy marcada, por lo que ella vio que era necesario hacer lo mismo, aunque su reverencia fue más de la época victoriana.
-Lamento haberte hecho esperar, pensé que iba a llegar antes –se excusó el muchacho mientras miraba su reloj para comprobar, asombrado, que efectivamente había llegado diez minutos antes. La miró algo extrañado, creía que las mujeres, todas, sin excepción, acostumbraban llegar tarde a las citas, con el propósito de hacerse desear. Sara se percató de la pregunta en los ojos del joven.
-Es que… estaba comiendo por acá cerca, con mis amigas –dijo y señaló la dirección de la que había venido, explicando, como al pasar, que tal restorán quedaba cerca del departamento de su amiga, que estaba en tal dirección. Agregó un vago movimiento con la mano, como señalando para dónde quedaba.
-¿Querrás decir para allá? –preguntó respetuosamente Yun Jae, corrigiendo, con una calle de diferencia, el lugar que señalaba Sara.
-¡AH! Si… Por ALLÁ. No me di cuenta –Sara levantó demasiado el brazo y apunto con premura el lugar que le indicó él-. Bueno… y como sólo queda a cuatro cuadras, se nos hizo cómodo.
-Esto… son como ocho cuadras, si es que no me equivoco. Pero tal vez recuerdo mal –dijo el joven con una sonrisa, ante lo sonrojada que se estaba poniendo Sara.
-¡Ay! Si, si… OCHO cuadras. Jajaja… -se burló ella haciendo un remarcado ocho con sus dedos. “Trágame, tierra” pidió avergonzada-. Bueno, vamos –apremió la pelirroja y el muchacho se dio media vuelta para guiarla. Entonces ella aprovechó para mirar de reojo la vereda de enfrente a la tienda de música, donde sus amigas le lanzaban todo tipo de señas de agradecimiento, efervescente aprobación e indicando que avisarían al llegar, con los dedos doblados de manera que parecieran un teléfono. Habían planeado toda esa vergonzosa pantomima para conseguir que Yun Jae les indicara el camino. El problema de todo eso, era lo mal que Sara disimularía su vergüenza al tener que fingir así. Pero lo hizo mejor de lo que esperaba, estaba segura de que en algún momento no lo soportaría y le explicaría todo, por más que eso significara admitir que se había perdido.
Estaban paseando por la espléndida peatonal y Sara contemplaba, con mayor atención la arquitectura de ese sector de la ciudad, aunque disimulando su admiración, ante los conocimientos de Yun Jae, que iba contándole algunos pequeños detalles de ciertos lugares. Parecía tener un conocimiento y memoria admirables pero, claro, no era algo que ella se lo dijera, por mucho que lo pensara. Viéndolo de vez en cuando de reojo mientras hacían ese paseo, se dio cuenta, con algo de sorpresa, que él la observaba con atención. Esto la puso histérica y adelanto su paso al caminar.
-¿Tan apurada estas por ir a otro sitio? -le preguntó curioso pero sin cambiar el tono tranquilo con el que venía hablando, aunque ahí estaba otra vez ese acento, que no notó la primera vez.
-No -contestó al instante- ¿Por qué lo decís?
-Es que aceleraste el paso…
-¿Lo hice? A veces lo hago y no me doy cuenta.
Él dio un paso hacia adelante, interponiéndose en el camino de Sara. Estaban frente a frente.
-¿Sos de esas personas que les gusta tomar la delantera en todo?
Sara no estaba segura de las pretensiones de aquella pregunta, ni cómo contestarla. Se sintió un poco rara y estaba segura que le hubiera sido más fácil responder esa pregunta, si se hubiera tratado de un chico con una expresión más transparente. Pero era diferente con él. Había algo en su mirada que no era fácil descifrar debajo de toda esa pasividad, que ella creía que probablemente era fingida. Eso le pareció irritante y desafiante a la vez. Tal vez se sentía un poco intimidada. “Esto es patético, Sara, ¿cómo puedes sentirte intimidada con una simple pregunta?” pensó, sin cambiar la inescrutable y orgullosa expresión de su rostro.
-¿Eso tendría algo de malo? Si una persona sabe quién es y lo que quiere, me parece bastante lógico que aproveche las oportunidades.
-No dije que tuviera algo de malo. Sólo quería saber qué tipo de persona sos. Y veo que difícilmente seas una que pase desapercibida.
-Eso es cierto. Y me gusta que sea así. Lo cierto es que para mi esta vida es muy corta para pasarla inadvertida y no creo que nada de lo que hagamos deba ser insignificante. Ni un solo detalle –alzó levemente el mentón para reforzar su argumento.
-¿Qué? ¿Algunas veces no perdés el tiempo? –preguntó perspicaz.
-Eso es increíblemente vago y poco certero.
-No podés ser avasallante las veinticuatro horas del día –le advirtió Yun Jae, escrutándola con la mirada.
-Tampoco podés pasar toda tu vida pensando mucho y viviendo poco –lo contratacó encendiendo un poco más su mirada.
-Touché. Parece que siempre tenés una respuesta para todo -concluyó el chico, con una expresión traviesa en el rostro a la vez que hacía un paneo general del rostro de Sara. Dio un paso hacia atrás y giró sobre sus talones para reanudar la marcha. Entonces la pelirroja lo notó, había estado a sólo centímetros de su rostro. Al estar tan concentrada en defender su argumento, se olvidó de defender su espacio personal. Casi se desmorona de sólo pensar lo terrible del posible incidente, tenía que pensar en otra cosa pronto, no debía permitirle ver lo nerviosa que se puso.
-¿Y qué tipo de persona sos vos? –preguntó con un tono burlón pero inofensivo para disfrazar la histeria.
-¿No te gustaría averiguarlo por tu cuenta? –Contestó el joven perfectamente sereno- ¿O es que no te parece tan fácil cómo pensabas? –Era exasperantemente desafiante.
Sara aún estaba tratando de mantener un semblante agradable cuando Yun Jae abrió la puerta de un bar para dejarla pasar. El lugar tenía las vigas de madera a la vista. Varios estantes llenos de botellas de medio litro de todo tipo de bebidas y colores, decoraban la mitad superior de las paredes, de un color verde musgo. El resto de la pared estaba cubierta por tablas de madera oscura y en algunos sectores del suelo, la madera rechinaba, dándole algo de personalidad. En la pared más alejada, se alzaba un destartalado escenario para bandas amateurs, que contaba con todo lo básico, desde un par de micrófonos, hasta una batería, sin olvidar dos guitarras y un bajo. Tanto las luces del escenario como las de casi todo el bar, eran lámparas amarillentas que colgaban de largos cables, terminando en pantallas con tablillas de vidrio en múltiples tonos verdes. El único sector del bar, que tenía luces más claras, eran las que rodeaban un pequeño sector, separado por una fina pared de las mesas y el escenario, donde un grupo de sofás con todo tipo de estampados se congregaban, a la manera de un living con las mesitas ratoneras incluidas. Era el bar bohemio, más encantador que Sara había visto. Yun Jae advirtió que sus ojos se detenían en el sector con sillones.
-Éste lugar es del hijo de un gran empresario, así que básicamente refleja su gusto. Porque podría haber sido de lo más ostentoso, pero el prefiere algo tenue, con música suave, si alguien quiere leer –señaló el sector del living-, o con música rock si sólo quieres venir a beber –y se apoyó en la barra de la cantina que era mitad cantina y mitad confitería.
-Me encanta –Sara observaba todo con mucha atención, esto es algo que tenía que contarle a sus amigas y, de ser posible, volver con ellas.
Tomaron lugar en una de las mesas, junto a las ventanas, que eran muy largas y angostas. Eran dos mundos distintos. Afuera, la modernidad se hacía presente entre los carteles luminosos que ya no tardarían en encenderse, las pantallas de led que pasaban comerciales mientras colgaban de lo más alto de las tiendas departamentales y las personas con sus celulares, sus manos-libres inalámbricos y las tablet, que se pasaban entre amigos. Adentro, la electricidad se resistía a existir, una persona escribía en una servilleta bajo la lánguida luz del foco, mientras bebía su cerveza del pico; otra, en un rincón, fumaba de su propia nube de tabaco y quitaba el exceso del cigarrillo con pequeños golpes sobre su taza bacía; y dos personas conversaban en el sector del living sobre un libro que tenían en manos, cuando el camarero llegó con su orden de café y croissants.
-¿Te apetece algo? –preguntó Yun Jae y la manera en que lo dijo, hizo que Sara recordara a los personajes de Jane Austin, cuando ejecutaban una cortesía de rigor.
-Sólo té, gracias –el muchacho llamó a un camarero e hizo los pedidos-. ¿Cómo sabes tanto del dueño?
-Es que… al ser un cliente asiduo, llega el momento en que los conoces a todos y hasta se entabla cierta amistad –se explicó algo contrariado. No le gustaba hablar de quienes conocía, y menos si eran de procedencia dudosa, como acostumbraban ser.
-Ah… pensé que tenía que ver con tu familia –pensó en voz alta Sara.
-¿Perdón? –ella había hablado en español.
-Que… bueno. ¿Puedo hacerte una pregunta? –Yun Jae la autorizó asintiendo alegremente-. ¿Sos coreano? Digo… porque no lo parecés, tus rasgos son más como los míos -Él se rio por lo bajo agachando la cabeza, lo había agarrado con la guardia baja, a pesar de que esa pregunta era perfectamente posible.
-Lo soy. Nací acá y a los seis fui a Londres, porque mi mamá extrañaba sus tierras, pero cuando cumplí los dieciséis, el trabajo de mi papá nos forzó a volver. Y hasta ahora no hay necesidad de ir a ningún lado –explicó breve y efectivamente mientras se estiraba en su silla, como si eso fuera un cuento aburrido. Pero no lo era para Sara, que al escuchar la palaba “Londres” su interés se había disparado, a la vez que explicaba ese imperceptible acento que había notado más temprano.
-¿Dijiste que tu mamá es británica? –preguntó casi sin poder creerlo. Ella adoraba Inglaterra y casi todo lo que producía. No le gustaba su humor, demasiado bizarro para su gusto.
-In did, it is, Madame –respondió Yun Jae remarcando su tan bien disfrazado acento británico, que ahora salía sin tapujos. Algo se derritió en el interior de nuestra protagonista, pero recuperó pronto la compostura cuando el camarero hizo su entrada con el té de Sara, que ahora parecía insuficiente y el café de Yun Jae.
-¿Cómo fue para que se conocieran?
-Mi mamá estaba en Corea por un intercambio cultural de un año y conoció a mi papá en la universidad. Como toda buena británica, mi mamá ama las formalidades y ¿quién más formal que un asiático? –se rio de su propio comentario-. Cuando consiguió que mamá aceptara una de sus muchas invitaciones, la llevó a uno de esos cafés donde la gente recita poesías o toca algo –volvió a reír y se tapó la boca con una mano. Algo llamó la atención de Sara, un pañuelo enredado en su muñeca. Era de colores en transición. Rojo, anaranjado y amarillo, se fundían tan perfectamente, que parecía que una flama devoraba la muñeca de Yun Jae-. En mitad de la cita, mi papá se paró bajo el reflector y tocó una canción de amor. Mi mamá estaba escandalizada, no le gustaba que su relación se hiciera tan pública, pero él la enamoró. En ese lugar lleno de humo y paredes de ladrillo, se enamoró de él y de su pésima voz –el joven bebió un poco del café.
-¿Y qué pasó? –Sara no había tocado su té.
-¿Con qué?
-Con tus padres. ¿Cómo es que están juntos?
-Creí que sólo querías saber cómo se conocieron.
-¡Oh! Please… -pidió Sara sarcásticamente y rodando los ojos mientras imitaba el acento británico. Yun Jae se rio de su imitación, por lo dulce que sonaba.
-Bueno… Ellos salieron todo el resto del año que duró el intercambio. Pero en algún momento ella tenía que volver a su país y concluir sus estudios. Así que mi mamá no se hizo muchas ilusiones. Es una mujer muy realista y seria. Cuando se terminó su tiempo de estadía, fue a terminar con mi papá y se marchó –Sara abrió los ojos con sorpresa y tristeza-. Pero mi papá estaba locamente enamorado y en Corea, cuando te enamoras, te aferras a esa persona sin importar nada más. Así que la siguió y la encontró saliendo de su departamento con todas las maletas –Yun Jae se rio al recordar-. Cuando mis padres llegan a ésta parte de la historia, ella se exaspera y él se hincha de orgullo.
-¿Qué pasó cuando la encontró? –Sara tenía el mentón apoyado entre sus manos y el té se había congelado.
-Él espantó al taxista y sacó las maletas que había puesto en la cajuela. Agarró a mi mamá por la muñeca y le gritó “Si quieres irte sin más, lo siento. Ya soy parte de ti y tú, parte inalterable de mí. Así que te casas conmigo o te seguiré a donde sea hasta que aceptes” –un pequeño “Oh…” se escapó de los labios de la pelirroja-. Entonces mi mamá se zafó de su agarre y lo abofeteó, le dijo que ahora llegaría tarde a su vuelo y que si se iban a casar, primero él tendría que ir a conocer a sus suegros británicos.
-Entonces…
-Si… mi papá se fue a Londres con mi mamá en ese mismo vuelo, casi no llegan. Siempre quise sentir lo que ellos, y llegué a pensar que un amor así era difícil de encontrar. Pero supongo… que no es imposible –concluyó y miró fijamente a Sara. Comenzaba a ponerse nerviosa de nuevo, debía desviar la conversación.
-Tu mamá parece muy decidida.
-Y lo es. A los hombres de mi familia les gustan las mujeres de carácter fuerte. La esposa de mi tío, mi tía, es toda una general. Sus tres hijos son un ejemplo de rectitud y responsabilidad –Sara entrecerró los ojos, como si sospechara. Yun Jae malinterpretó su gesto y le explicó-. Pero yo soy mitad británico, así que tengo derecho a ser un poco descarriado.
Pero no era por su educación que Sara sospechara de algo. Más bien por sus intenciones. Mientras paseaban, él había intentado descubrir su carácter, sacando a relucir su lado más autoritario y orgulloso, y se había divertido con ello. Sin contar que en la historia de amor de sus padres, su madre parecía ser un personaje de lo más firme, pero que fácilmente había sido enamorada por la cordialidad de un coreano que la llevaba a bares y cafés, mientras le tocaba canciones de amor. Demasiadas cosas coincidían “Demasiadas…” pensaba, mientras bebía un sorbo de su té. De repente salió de su trance, arrancada por el amargo y frío sabor de su estancado brebaje. El gesto de asco que hizo, soltó una carcajada en los labios del chico, que trató de taparla con el reverso de su mano prendida fuego.
La había estado observando mientras pensaba y la suspicacia en sus ojos retenía los suyos, si lo hubiera pillado en ese momento, no habría podido recomponerse. Ella lo ponía nervioso y eso lo molestaba. Siempre tan decidida y a veces arrogante, ¿qué era lo que le gustaba tanto? Tal vez el hecho de que en cualquier momento lo mandara al demonio lo entusiasmaba. Fuera cual fuera la razón, tenía que volver a verla. Llamó al mozo que los atendía, reformuló el pedido anterior y agregó algunos croissants. Cuando su café estuvo servido, tomó un poco, el calor le quemó la garganta y esto lo armó de coraje.
-Esto… el otro día, en la tienda de música… parecía que sabías mucho –trató de comenzar Yun Jae.
-Si, tengo que. Estudio música, me encanta –el chico tragó saliva.
-Qué interesante. Entonces deberías venir a escucharnos tocar. Nos vendría bien un oído conocedor.
-Bueno, no sé que tan conocedor, pero creo que puedo darte una opinión semi-profesional –se sonrió con la idea de ella siendo una profesional. Aún le parecía lejano.
-Mañana ensayamos. ¿Podés venir? –sus ojos estaban expectantes, pero más como esperando un golpe que una buena noticia. Sara estaba tan en shock con lo pronto del segundo encuentro que no notó la expresión del joven.
-Sí, puedo –el aire circuló por los pulmones de Yun Jae otra vez.

Estaban paseando por la peatonal, desandando sus pasos. No parecía el mismo camino, las luces de neón transformaban la atmósfera. Si empezaba a nevar, esa calle se convertiría en la mítica escena de una película de navidad, incluyendo a las enamoradas parejas que iban y venían encantadas, algunas con camisas de pareja. Sara sintió que algo se le revolvía en el estómago. No le gustaba para nada las muestras cursis de cariño e intentó, muy disimuladamente, alejarse un poco de Yun Jae. Pero para su sorpresa y su orgullo, él hacía lo mismo, pero no era tan bueno como ella para disimular. Sólo miraba hacía las luces que colgaban y apretaba sus manos en los bolsillos de su campera de cuero azul marino. Sara se sintió ofendida y abrazó su torso algo molesta.
-Si por lo menos hubieras traído mi bufanda, no tendrías tanto frío.
-Es que se me olvidó.
-¿El apuro por verme te atontó? –una sonrisa socarrona bailaba en los labios del chico.
-¡Já! Ya quisieras.
-Si… ya lo quisiera –la sangre caliente encendió las mejillas de la pelirroja, quien apretó aún más su torso. ¿Escuchó bien? Tal vez los gritos de un grupo de amigos que pasaban, no le permitió entender sus palabras. Pero la verdad es que Yun Jae lo dijo, justo cuando todas esas personas pasaban, para evitar ser escuchado, y no contó con los perceptivos oídos de Sara-. Sólo lo digo porque es evidente que estás muerta de frío.
-Voy a sobrevivir.
-Con tu capacidad para ubicarte en las calles… no lo creo.
-Probame.
-¿Dónde estamos? –Touché. Sara no tenía la más pálida idea.
-Es muy pronto para que te diga eso. Llevo una semana en Corea, no puedo saber con certeza dónde estamos. Pregúntamelo dentro de una semana.
-¿Estás haciendo una cita conmigo? Pensé que después de mañana ya no nos tendríamos que ver. Pero resulta que dentro de una semana nos vamos a volver a encontrar. Aish… –Yun Jae había parado la marcha y se tambaleaba sobre un pie con fingido fastidio, ella lo miró de frente.
-Mejor así. No soy de esas chicas que tiene que demostrar nada. Sólo lo iba a hacer, como un favor. Pero gracias por liberarme.
-Un placer complacerla, señorita –galanteó y se acercó a Sara hasta invadir su espacio personal. Su perfume dio de lleno en Sara, que se sintió algo mareada, como la primera vez y le agradó del mismo modo. No daba crédito a eso. Prácticamente estaba inclinado sobre ella. Los nervios le crisparon el rostro, que se encendió ruborizado y los ojos ventilaron su asombro. Yun Jae la miraba fijamente y al ver la reacción que su movimiento tuvo sobre ella, soltó una débil risa-. No te alarmes. Sólo quería abrirte la puerta.
Sara miró hacia atrás y vio, efectivamente, que Yun Jae sujetaba una puerta de vidrio entreabierta. También pudo ver al portero del lado de adentro apremiándola para entrar, porque el frío dejaba escapar al calor del interior. Volvió a mirar a Yun Jae muy molesta. Otra treta así y…
-Te llamo mañana para confirmar el horario y el lugar de encuentro –se precipitó y con una marcada reverencia, se alejó.
-Hijo de… -el portero se acercó hasta la puerta y le tocó el hombro para pedirle que entrara, pero al ver su rostro, retrocedió un poco y con una reverencia se disculpó.
Nuestra atónita protagonista se precipitó al ascensor y marcó el piso de Regina. Cuando se recostó contra una de las paredes espejadas, contempló su reflejo. Era un tomate. Se abrazaba tan fuerte que podría decirse que ella misma se provocaba ese color, por la asfixia. Lo deseaba, deseaba que esa fuera la razón y no su mala interpretación del lenguaje corporal de Yun Jae. Recordó sus ojos sobre los suyos “¡Mmm!” dijo, articulando  un chillido ahogado de histeria y se agarró la cabeza. ¿Cómo pudo pensar que iba a besarla? Si incluso dijo que no esperaba volver a verla después de mañana. El ascensor se abrió y la ráfaga de aire frío la despabiló un poco. Entonces así sería. Después de mañana, no volvería a pensar en él o en su madre británica o su banda, que de seguro sonaban mal.Tomó una última bocanada de aire antes de tocar la puerta. Podía escuchar a sus amigas hablando despacio. Tocó y Janet fue a recibirla.
-¿Qué hacen todas en la sala? y ¿por qué miran así a Regina? -preguntó la joven al contemplar esa escena, que le recordaba a un interrogatorio.

Cuando Regina volvió al departamento, se encontró con las miradas instigadoras de sus tres amigas que la esperaban sentadas en el sillón, cerca de la puerta principal. Fue tal su estado de nerviosismo que no pudo ocultarlo, cuando saludó a sus amigas con una risita nerviosa.
-¿Y que tal estuvo tu día, querida? -interrogó Morena al lado del velador que se prendió al momento de su llegada.
-Estuvo...interesante -contestó con la respiración entrecortada por el susto de la escena.
-¿Ah… si? -preguntó Cassandra levantando una ceja- ¿Y a qué se debe eso?
-Em... bueno... -siguió Regina, no sabiendo qué decir.

En ese momento, Janet soltó un suspiro. Se levantó y prendió la luz de la sala de estar, donde se encontraban.
-Ya dejen el teatro ¿quieren? -masculló la castaña y luego se dirigió a su amiga-. Perdón Regi, pero es que estábamos algo preocupadas... ¡No te comunicaste con nosotras en todo el día! –Trató de explicarse con suavidad-. Y cuando saliste temprano, no diste ninguna referencia de a dónde ibas,pero me imagino que seguro fuiste al instituto para seguir con tu trabajo de investigación ¿No?
-Si, así fue -aseveró Regina, ahora más calmada-. Disculpen, amigas. Pero es que se me hacía tarde para encontrarme con… -y al darse cuenta de lo que iba a decir o a quien iba a mencionar, se calló y optó por decir otra cosa- Se me hacía tarde para ir adonde tenía que ir...
-Ajam... -soltó Cassandra con aire de despreocupación-  Y ¿con quién tenías que encontrarte?
-Con Shin Wook ¿No? -agregó Morena al instante que Regina abría la boca para contestar-. Digo… él es tu compañero de trabajo ¿Verdad?
Regina se mordió el labio inferior. Estaba atrapada y lo sabía. No tenía otra opción más que hablar de él, cosa que estuvo evitando durante todo el día.
Finalmente, cuando pareciera que sacaba la bandera blanca de la derrota, golpearon la puerta. Soltó un suspiro de alivio.
Janet fue a ver quién era. En la puerta, apareció una levemente ruborizada pelirroja, que volvía de su cita y miraba a sus amigas con el ceño fruncido, al notar la extraña atmosfera que se estaba desarrollando.