miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo 6


"La mitad de nuestras equivocaciones nacen cuando debemos pensar y sentimos, y cuando debemos sentir y pensamos"
 (Proverbio ingles)



El martes comenzó de la manera más extraña. Luego de todo lo que paso el día anterior, las chicas se levantaron bastante temprano para la hora que solían hacerlo y cada una parecía buscar frenéticamente hacer algo o mantenerse ocupadas para que las horas pasaran rápido. Regina debía irse al instituto a realizar su trabajo de investigación, por lo cual no representaba un problema para ella el estar ocupada y se hubiera sentido un poco más aliviada, sino fuera porque el motivo de sus vacilaciones la vería hoy. Así era, el chico de cabello chocolate y sonrisa radiante, su amigo de siempre, ese del cual sus mejores amigas sospechaban, se encontraría con ella inevitablemente. Esto la tenía más preocupada por el hecho de que no deseaba ser interrogada por sus amigas antes y después del dichoso encuentro. Así que optó por madrugar y, mientras las otras aun dormían, se preparó para salir del departamento. Ya pensaría qué hacer al volver. Al menos ya estaba fuera de casa.
Cuando las otras se levantaron, increíblemente, tan sólo una hora después, se quedaron perplejas al notar la ausencia de Regina. Su amiga se había ido sin dejar rastro alguno.
-¡Nooo! -exclamó Cassandra en una posición exageradamente dramática- ¡Nos ha abandonado! Ahora somos huérfanas en tierras desconocidas… -expresó, agitando ambas manos con las palmas abiertas.
-Ay, por favor… -musito Sara con el rostro soñoliento-. Seguro que fue a comprar algo que le faltaba y ahora vuelve –sentenció, mientras batía su café mañanero.
Janet seleccionaba los tipos de té que Regina tenia y buscaba una taza en donde servirse. Su humor no era muy bueno por las mañanas
-¿Qué acaso no tiene vida después de nosotras? -preguntó algo malhumorada por los comentarios de sus amigas-. Después de todo, tiene que hacer un trabajo de investigación ¿recuerdan?
Cassandra frunció los labios, se sintió apenada por lo que dijo. Sara hizo caso omiso al humor de la castaña y sólo soltó un “¡Ah! Cierto…” mientras cortaba el café con un poco de leche.
-Pero aun con todo es raro… -agregó Morena, dirigiéndose de la cocina hacia el comedor con una bata purpura puesta y una tacita con platito-. Ella es una persona muy organizada y nos hubiera dejado una nota para que sepamos dónde iba a estar.
-Bueno, es verdad -aceptó Janet, mientras llenaba su taza de agua caliente.
Ya todas estaban sentadas alrededor de  la mesa del comedor. Luego del tema de su amiga ausente, no parecía haber otro tema de conversación más interesante. Si una mosca hubiera pasado volando en ese momento, lo más probable es que fuera el único sonido que se habría producido, a excepción de los sonidos de sorbos, que las jóvenes hacían al beber de sus tazas. Cada una miraba de reojo a la que estaba a su lado y luego volvía los ojos a su taza. El ambiente se empezó a sentir un poco tenso. Pero ninguna se atrevió a hablar. Sara, Cassandra y Morena sabían que si centraban la atención en una de ellas, de algún modo esa atención recaería de nuevo en ellas y, en esos momentos, no era algo que convenía a ninguna de las tres. Janet era la más relajada. No tenía nada que ocultar y ningún tema podía hacer que ella sea el foco de atención. Sin embargo, tenía el aura ausente y la mirada perdida. No podía sacarse de la cabeza ese insignificante accidente con aquel transeúnte de gafas oscuras. Estaba segura que lo había visto en algún lado pero ¿dónde? Ella nunca había estado en Corea. ¿Entonces por qué le resultó tan familiar? Las otras tres no pudieron notar la conducta de la castaña, tal vez porque ellas estaban en lo mismo o quizás, porque Janet siempre solía ser un tanto inexpresiva. Cuando al fin terminaron su desayuno, se levantaron con movimientos abruptos, casi al mismo tiempo y trataron de alejarse entre ellas, después de levantar de la mesa cada una lo suyo.
Eran las once de la mañana. Sara había quedado con Yun Jae a la tarde, así que aún tenía mucho tiempo para pensar qué se pondría y prefería, por el momento, no pensar en esa cita. Sacó su guitarra y se sentó cerca del ventanal que daba al balcón, a tocar algo triste que la tranquilizara. ¿Qué era lo suficientemente triste para relajarla sin entristecer el ambiente?
-Chicas ¿quieren que toque algo?
-¡Tócate un rock! –ordenó Cass haciendo un gesto con las manos, muy de Kiss y guiñando un ojo.
-Que sea algo tranqui –le pidió Janet, que no quería interrumpir sus pensamientos. Sentía que una luz de conocimiento le llegaba, podía sentir que recordaba quién era ese chico.
-Antes de venir a Corea, estabas practicando un tema. ¿Era del padrino? –preguntó Morena algo dudosa.
-Uh… ese. Toca ese –le volvió a ordenar Cassandra. Estaba un poco más eufórica que de costumbre. Tal vez, los nervios de ser el centro de atención más predecible, no la dejaba controlar su tono de voz.
-Bueno, dale. Pero yo estaba practicando la de Patrizio Buanne, y la letra tampoco es la misma –les advirtió Sara algo abatida. ¿Justo esa? ¿Justo una de amor entre italianos, una de las razas más apasionadas?
Sus amigas se sentaron en el sillón y la instaron a tocar. Sara comenzó con un solo de guitarra muy dulce y lento, parecido a una canción de pueblo y al cantar, su acento casi no se notaba. Pero todas percibieron algo de tristeza en su voz al llegar al punto en que debía subir un par de notas, como si algo le doliera, porque parecía que realmente le dolía. Era muy buena con las interpretaciones de temas lentos, sentía que así, el significado de una canción, podía ser verdaderamente entendido. No pudieron seguir pensando en eso, cuando comenzó el segundo solo de guitarra, en el que imitaba perfectamente el soundtrack característico de la trilogía. Las tres espectadoras levantaron los brazos idólatras y comenzaron a mecerse suavemente de un lado al otro, fingiendo ser llevadas por la melodía. Una de las pocas cosas que todas tenían en común, era su predilección por El padrino y cada vez que algo las ofendía o molestaba, acostumbraban imitar a Don Corleone y citar sus frases.
Pasaron el resto de la mañana y el principio del mediodía hablando de la película y pidiendo canciones, hasta que Sara alegó que era incapaz de dar con una nota más y todas tuvieron que resignarse. Entonces, en el medio del silencio, se escuchó el gruñir de cuatro estómagos. La vergüenza las invadió por un momento y Cassandra salió al rescate.
-¡Bueno! Entonces… ¿comemos?
-Acá no hay nada, tendríamos que ir a comprar los ingredientes –les avisó Janet, que al mediodía había revisado los estantes en busca de una colación.
-Salgamos a comer algo. Todas tenemos nuestras billeteras y si pagamos entre todas no va a ser tan caro. Más tarde o mañana podemos ir a retirar más plata de nuestra cuenta –les propuso Sara ya guardando la guitarra.

Estaban tan hambrientas, que no se preocuparon por si estaban lo suficientemente  presentables, con “bastante bien” se conformaron. De todas formas, comerían y volverían al hotel para que Sara pudiera preparar el aspecto despreocupado, que quería dar en su cita con Yun Jae. Caminaron por las calles algo distraídas, iban mirando los locales buscando un restaurante, pero parecían estar más torpes que de costumbre y no podían diferenciar una cafetería de un restorán.
-Ahí hay gente comiendo –dijo Janet señalando con el dedo a un grupo de comensales del otro lado de una vidriera.
-¡Entremos! –apremió Morena. Una muchacha acostumbrada al buen comer, no puede aguantar mucho tiempo las costumbres frugales que poseen ciertas culturas, así que es de esperar que, más allá de sus buenas intenciones, pueda perder la paciencia o la buena predisposición en cuanto su estómago rugiera una vez más. De hecho, todas eran de buen comer, a excepción de Janet, que al estar más inclinada a las comidas livianas, no sentía que llegaba al límite de su tolerancia.
Entraron al restaurante y se sentaron lejos del ventanal, en una mesa junto a la pared, intentando mostrarse lo más antisociales posible, como sus atuendo intentaban decir.No estaban poco presentables, sólo poco “ellas mismas”, a excepción del look siempre sencillo de Janet, las demás no sentían estar adecuadamente arregladas. Si no era el gorro de una, era la zapatilla de la otra o el saquito de abuela de la tercera. Al verlas entrar y sin dar explicaciones una morocha salía del restorán con su amigo de cabello castaño de manera precipitada. Pero él sólo estaba interesado en hacerle compañía, sin importar a dónde su dulce amiga quisiera ir. Las chicas, que no notaron la escandalosa retirada, pidieron algo sustancial y que pudieran comer con tenedores, no estaban para ceremonias, y se dedicaron a disfrutar del almuerzo tardío y relajarse con una larga sobremesa.Ya se notaba el favorable cambio de humor en ellas, tras una hora de cháchara sin sentido y llena de carcajadas, sin recordar ni un momento sus preocupaciones por llamar la atención. Hasta que el mozo se acercó a ellas para avisarles que tenían que cerrar el restorán, ya que a partir de las cuatro de la tarde, el horario de almuerzo no era considerado como tal y al no estar equipado con una cafetería para atender durante la tarde, el lugar debía prepararse para la noche.
-¿Qué ya son las cuatro? –Sara se sobresaltó. Era evidente que la modorra de su estómago lleno, la hizo olvidar que dentro de una hora tendría una cita. Pero ¿qué haría? Su aspecto era lo suficientemente despreocupado para una salida desinteresada con sus amigas, pero demasiado desarreglado para salir con un chico, aun cuando la intención era dar a entender que no se interesaba tanto como para arreglarse mucho. Digamos que en ese momento, daba a entender que, no solo, no le interesaba en lo más mínimo salir con ese chico, sino que, además, trataba de ahuyentarlo. Claro… todo esto, desde el punto de vista de la meticulosa de Sara, porque a la vista de sus amigas, ella estaba bastante bien, si sólo quería verse con él para devolverle su bufanda. ¡Oh! Cierto, no la tenía con ella.
-Bueno… vas a quedar mal parada, Sara –adivinó Cass algo contrariada por su amiga. Ya estaban fuera del restorán y la tardecita era perfecta para un paseo.
-Es un saco, nada más. ¿Por qué lo hacen más complicado de lo que es? –Janet trataba de razonar con sus amigas.
-Pero es de lana. Tejido y gris. Y con ese sweater solo no puede andar, porque se va a enfermar –le explicó Morena.
-Entonces prestale tú campera de jean, que sobre su sweater va a quedar bien. Y como Sara dijo que el chico tenía una banda, me parece que así queda más rockera. Bueno… tan rockera como Sara se animaría –todas la miraron. Janet tenía razón. Era el punto medio exacto. La campera de jean de Morena, era de un verde muy pálido y tenía pequeños detalles en tachuelas, casi nada y era ceñido a la cintura. Perfecto para resaltar las caderas y el cabello rojo de Sara.
Rápidamente se hizo el intercambio, y sus amigas le desearon suerte. Sara las observó un momento alejarse mientras se despedían agitando la mano y haciendo gestos. Entonces ella se dio media vuelta y trató de hacer memoria. La tienda de música estaba a una o dos cuadras del restorán en el que comieron, podía llegar bien. Pero no había terminado ni la primera cuadra, cuando sintió que la seguían. Se volteó de una forma tan poco disimulada, que casi fue escandalosa. El aire se le escapó de los pulmones por el susto, pero al comprobar que se trataba de sus amigas…
-¿Qué hacen acá?
-Es que… no nos acordamos cómo volver. Esa cuadra de allá, no es por la que vinimos –se excusó Cassandra y Janet y Morena la apoyaban con caras de circunstancia.
-¿Entonces, cómo van a volver? –Y lo pensó un momento-. ¿Cómo vuelvo yo? -Sara se estaba poniendo nerviosa.
-Vos le podes pedir al Yun Coso que te diga por qué dirección queda el hotel. Seguro que él va a saber –la consoló Morena algo distraída. Entonces las demás la miraron incrédulas. Era evidente que no se había dado cuenta de lo que realmente dijo.
-More… ¡Eso! –los ojos de Cass brillaron con el reflejo de una artimaña en construcción.

Sara estaba parada frente a la tienda de música. El restorán, efectivamente, quedaba a sólo dos cuadras, así que había llegado con tiempo. Estaba distraída mirando un micrófono en la vidriera, cuando alguien la llamó en inglés, con buena pronunciación pero con un poco de acento. Se volteó parsimoniosamente. Yun Jae la estaba saludando con una reverencia muy marcada, por lo que ella vio que era necesario hacer lo mismo, aunque su reverencia fue más de la época victoriana.
-Lamento haberte hecho esperar, pensé que iba a llegar antes –se excusó el muchacho mientras miraba su reloj para comprobar, asombrado, que efectivamente había llegado diez minutos antes. La miró algo extrañado, creía que las mujeres, todas, sin excepción, acostumbraban llegar tarde a las citas, con el propósito de hacerse desear. Sara se percató de la pregunta en los ojos del joven.
-Es que… estaba comiendo por acá cerca, con mis amigas –dijo y señaló la dirección de la que había venido, explicando, como al pasar, que tal restorán quedaba cerca del departamento de su amiga, que estaba en tal dirección. Agregó un vago movimiento con la mano, como señalando para dónde quedaba.
-¿Querrás decir para allá? –preguntó respetuosamente Yun Jae, corrigiendo, con una calle de diferencia, el lugar que señalaba Sara.
-¡AH! Si… Por ALLÁ. No me di cuenta –Sara levantó demasiado el brazo y apunto con premura el lugar que le indicó él-. Bueno… y como sólo queda a cuatro cuadras, se nos hizo cómodo.
-Esto… son como ocho cuadras, si es que no me equivoco. Pero tal vez recuerdo mal –dijo el joven con una sonrisa, ante lo sonrojada que se estaba poniendo Sara.
-¡Ay! Si, si… OCHO cuadras. Jajaja… -se burló ella haciendo un remarcado ocho con sus dedos. “Trágame, tierra” pidió avergonzada-. Bueno, vamos –apremió la pelirroja y el muchacho se dio media vuelta para guiarla. Entonces ella aprovechó para mirar de reojo la vereda de enfrente a la tienda de música, donde sus amigas le lanzaban todo tipo de señas de agradecimiento, efervescente aprobación e indicando que avisarían al llegar, con los dedos doblados de manera que parecieran un teléfono. Habían planeado toda esa vergonzosa pantomima para conseguir que Yun Jae les indicara el camino. El problema de todo eso, era lo mal que Sara disimularía su vergüenza al tener que fingir así. Pero lo hizo mejor de lo que esperaba, estaba segura de que en algún momento no lo soportaría y le explicaría todo, por más que eso significara admitir que se había perdido.
Estaban paseando por la espléndida peatonal y Sara contemplaba, con mayor atención la arquitectura de ese sector de la ciudad, aunque disimulando su admiración, ante los conocimientos de Yun Jae, que iba contándole algunos pequeños detalles de ciertos lugares. Parecía tener un conocimiento y memoria admirables pero, claro, no era algo que ella se lo dijera, por mucho que lo pensara. Viéndolo de vez en cuando de reojo mientras hacían ese paseo, se dio cuenta, con algo de sorpresa, que él la observaba con atención. Esto la puso histérica y adelanto su paso al caminar.
-¿Tan apurada estas por ir a otro sitio? -le preguntó curioso pero sin cambiar el tono tranquilo con el que venía hablando, aunque ahí estaba otra vez ese acento, que no notó la primera vez.
-No -contestó al instante- ¿Por qué lo decís?
-Es que aceleraste el paso…
-¿Lo hice? A veces lo hago y no me doy cuenta.
Él dio un paso hacia adelante, interponiéndose en el camino de Sara. Estaban frente a frente.
-¿Sos de esas personas que les gusta tomar la delantera en todo?
Sara no estaba segura de las pretensiones de aquella pregunta, ni cómo contestarla. Se sintió un poco rara y estaba segura que le hubiera sido más fácil responder esa pregunta, si se hubiera tratado de un chico con una expresión más transparente. Pero era diferente con él. Había algo en su mirada que no era fácil descifrar debajo de toda esa pasividad, que ella creía que probablemente era fingida. Eso le pareció irritante y desafiante a la vez. Tal vez se sentía un poco intimidada. “Esto es patético, Sara, ¿cómo puedes sentirte intimidada con una simple pregunta?” pensó, sin cambiar la inescrutable y orgullosa expresión de su rostro.
-¿Eso tendría algo de malo? Si una persona sabe quién es y lo que quiere, me parece bastante lógico que aproveche las oportunidades.
-No dije que tuviera algo de malo. Sólo quería saber qué tipo de persona sos. Y veo que difícilmente seas una que pase desapercibida.
-Eso es cierto. Y me gusta que sea así. Lo cierto es que para mi esta vida es muy corta para pasarla inadvertida y no creo que nada de lo que hagamos deba ser insignificante. Ni un solo detalle –alzó levemente el mentón para reforzar su argumento.
-¿Qué? ¿Algunas veces no perdés el tiempo? –preguntó perspicaz.
-Eso es increíblemente vago y poco certero.
-No podés ser avasallante las veinticuatro horas del día –le advirtió Yun Jae, escrutándola con la mirada.
-Tampoco podés pasar toda tu vida pensando mucho y viviendo poco –lo contratacó encendiendo un poco más su mirada.
-Touché. Parece que siempre tenés una respuesta para todo -concluyó el chico, con una expresión traviesa en el rostro a la vez que hacía un paneo general del rostro de Sara. Dio un paso hacia atrás y giró sobre sus talones para reanudar la marcha. Entonces la pelirroja lo notó, había estado a sólo centímetros de su rostro. Al estar tan concentrada en defender su argumento, se olvidó de defender su espacio personal. Casi se desmorona de sólo pensar lo terrible del posible incidente, tenía que pensar en otra cosa pronto, no debía permitirle ver lo nerviosa que se puso.
-¿Y qué tipo de persona sos vos? –preguntó con un tono burlón pero inofensivo para disfrazar la histeria.
-¿No te gustaría averiguarlo por tu cuenta? –Contestó el joven perfectamente sereno- ¿O es que no te parece tan fácil cómo pensabas? –Era exasperantemente desafiante.
Sara aún estaba tratando de mantener un semblante agradable cuando Yun Jae abrió la puerta de un bar para dejarla pasar. El lugar tenía las vigas de madera a la vista. Varios estantes llenos de botellas de medio litro de todo tipo de bebidas y colores, decoraban la mitad superior de las paredes, de un color verde musgo. El resto de la pared estaba cubierta por tablas de madera oscura y en algunos sectores del suelo, la madera rechinaba, dándole algo de personalidad. En la pared más alejada, se alzaba un destartalado escenario para bandas amateurs, que contaba con todo lo básico, desde un par de micrófonos, hasta una batería, sin olvidar dos guitarras y un bajo. Tanto las luces del escenario como las de casi todo el bar, eran lámparas amarillentas que colgaban de largos cables, terminando en pantallas con tablillas de vidrio en múltiples tonos verdes. El único sector del bar, que tenía luces más claras, eran las que rodeaban un pequeño sector, separado por una fina pared de las mesas y el escenario, donde un grupo de sofás con todo tipo de estampados se congregaban, a la manera de un living con las mesitas ratoneras incluidas. Era el bar bohemio, más encantador que Sara había visto. Yun Jae advirtió que sus ojos se detenían en el sector con sillones.
-Éste lugar es del hijo de un gran empresario, así que básicamente refleja su gusto. Porque podría haber sido de lo más ostentoso, pero el prefiere algo tenue, con música suave, si alguien quiere leer –señaló el sector del living-, o con música rock si sólo quieres venir a beber –y se apoyó en la barra de la cantina que era mitad cantina y mitad confitería.
-Me encanta –Sara observaba todo con mucha atención, esto es algo que tenía que contarle a sus amigas y, de ser posible, volver con ellas.
Tomaron lugar en una de las mesas, junto a las ventanas, que eran muy largas y angostas. Eran dos mundos distintos. Afuera, la modernidad se hacía presente entre los carteles luminosos que ya no tardarían en encenderse, las pantallas de led que pasaban comerciales mientras colgaban de lo más alto de las tiendas departamentales y las personas con sus celulares, sus manos-libres inalámbricos y las tablet, que se pasaban entre amigos. Adentro, la electricidad se resistía a existir, una persona escribía en una servilleta bajo la lánguida luz del foco, mientras bebía su cerveza del pico; otra, en un rincón, fumaba de su propia nube de tabaco y quitaba el exceso del cigarrillo con pequeños golpes sobre su taza bacía; y dos personas conversaban en el sector del living sobre un libro que tenían en manos, cuando el camarero llegó con su orden de café y croissants.
-¿Te apetece algo? –preguntó Yun Jae y la manera en que lo dijo, hizo que Sara recordara a los personajes de Jane Austin, cuando ejecutaban una cortesía de rigor.
-Sólo té, gracias –el muchacho llamó a un camarero e hizo los pedidos-. ¿Cómo sabes tanto del dueño?
-Es que… al ser un cliente asiduo, llega el momento en que los conoces a todos y hasta se entabla cierta amistad –se explicó algo contrariado. No le gustaba hablar de quienes conocía, y menos si eran de procedencia dudosa, como acostumbraban ser.
-Ah… pensé que tenía que ver con tu familia –pensó en voz alta Sara.
-¿Perdón? –ella había hablado en español.
-Que… bueno. ¿Puedo hacerte una pregunta? –Yun Jae la autorizó asintiendo alegremente-. ¿Sos coreano? Digo… porque no lo parecés, tus rasgos son más como los míos -Él se rio por lo bajo agachando la cabeza, lo había agarrado con la guardia baja, a pesar de que esa pregunta era perfectamente posible.
-Lo soy. Nací acá y a los seis fui a Londres, porque mi mamá extrañaba sus tierras, pero cuando cumplí los dieciséis, el trabajo de mi papá nos forzó a volver. Y hasta ahora no hay necesidad de ir a ningún lado –explicó breve y efectivamente mientras se estiraba en su silla, como si eso fuera un cuento aburrido. Pero no lo era para Sara, que al escuchar la palaba “Londres” su interés se había disparado, a la vez que explicaba ese imperceptible acento que había notado más temprano.
-¿Dijiste que tu mamá es británica? –preguntó casi sin poder creerlo. Ella adoraba Inglaterra y casi todo lo que producía. No le gustaba su humor, demasiado bizarro para su gusto.
-In did, it is, Madame –respondió Yun Jae remarcando su tan bien disfrazado acento británico, que ahora salía sin tapujos. Algo se derritió en el interior de nuestra protagonista, pero recuperó pronto la compostura cuando el camarero hizo su entrada con el té de Sara, que ahora parecía insuficiente y el café de Yun Jae.
-¿Cómo fue para que se conocieran?
-Mi mamá estaba en Corea por un intercambio cultural de un año y conoció a mi papá en la universidad. Como toda buena británica, mi mamá ama las formalidades y ¿quién más formal que un asiático? –se rio de su propio comentario-. Cuando consiguió que mamá aceptara una de sus muchas invitaciones, la llevó a uno de esos cafés donde la gente recita poesías o toca algo –volvió a reír y se tapó la boca con una mano. Algo llamó la atención de Sara, un pañuelo enredado en su muñeca. Era de colores en transición. Rojo, anaranjado y amarillo, se fundían tan perfectamente, que parecía que una flama devoraba la muñeca de Yun Jae-. En mitad de la cita, mi papá se paró bajo el reflector y tocó una canción de amor. Mi mamá estaba escandalizada, no le gustaba que su relación se hiciera tan pública, pero él la enamoró. En ese lugar lleno de humo y paredes de ladrillo, se enamoró de él y de su pésima voz –el joven bebió un poco del café.
-¿Y qué pasó? –Sara no había tocado su té.
-¿Con qué?
-Con tus padres. ¿Cómo es que están juntos?
-Creí que sólo querías saber cómo se conocieron.
-¡Oh! Please… -pidió Sara sarcásticamente y rodando los ojos mientras imitaba el acento británico. Yun Jae se rio de su imitación, por lo dulce que sonaba.
-Bueno… Ellos salieron todo el resto del año que duró el intercambio. Pero en algún momento ella tenía que volver a su país y concluir sus estudios. Así que mi mamá no se hizo muchas ilusiones. Es una mujer muy realista y seria. Cuando se terminó su tiempo de estadía, fue a terminar con mi papá y se marchó –Sara abrió los ojos con sorpresa y tristeza-. Pero mi papá estaba locamente enamorado y en Corea, cuando te enamoras, te aferras a esa persona sin importar nada más. Así que la siguió y la encontró saliendo de su departamento con todas las maletas –Yun Jae se rio al recordar-. Cuando mis padres llegan a ésta parte de la historia, ella se exaspera y él se hincha de orgullo.
-¿Qué pasó cuando la encontró? –Sara tenía el mentón apoyado entre sus manos y el té se había congelado.
-Él espantó al taxista y sacó las maletas que había puesto en la cajuela. Agarró a mi mamá por la muñeca y le gritó “Si quieres irte sin más, lo siento. Ya soy parte de ti y tú, parte inalterable de mí. Así que te casas conmigo o te seguiré a donde sea hasta que aceptes” –un pequeño “Oh…” se escapó de los labios de la pelirroja-. Entonces mi mamá se zafó de su agarre y lo abofeteó, le dijo que ahora llegaría tarde a su vuelo y que si se iban a casar, primero él tendría que ir a conocer a sus suegros británicos.
-Entonces…
-Si… mi papá se fue a Londres con mi mamá en ese mismo vuelo, casi no llegan. Siempre quise sentir lo que ellos, y llegué a pensar que un amor así era difícil de encontrar. Pero supongo… que no es imposible –concluyó y miró fijamente a Sara. Comenzaba a ponerse nerviosa de nuevo, debía desviar la conversación.
-Tu mamá parece muy decidida.
-Y lo es. A los hombres de mi familia les gustan las mujeres de carácter fuerte. La esposa de mi tío, mi tía, es toda una general. Sus tres hijos son un ejemplo de rectitud y responsabilidad –Sara entrecerró los ojos, como si sospechara. Yun Jae malinterpretó su gesto y le explicó-. Pero yo soy mitad británico, así que tengo derecho a ser un poco descarriado.
Pero no era por su educación que Sara sospechara de algo. Más bien por sus intenciones. Mientras paseaban, él había intentado descubrir su carácter, sacando a relucir su lado más autoritario y orgulloso, y se había divertido con ello. Sin contar que en la historia de amor de sus padres, su madre parecía ser un personaje de lo más firme, pero que fácilmente había sido enamorada por la cordialidad de un coreano que la llevaba a bares y cafés, mientras le tocaba canciones de amor. Demasiadas cosas coincidían “Demasiadas…” pensaba, mientras bebía un sorbo de su té. De repente salió de su trance, arrancada por el amargo y frío sabor de su estancado brebaje. El gesto de asco que hizo, soltó una carcajada en los labios del chico, que trató de taparla con el reverso de su mano prendida fuego.
La había estado observando mientras pensaba y la suspicacia en sus ojos retenía los suyos, si lo hubiera pillado en ese momento, no habría podido recomponerse. Ella lo ponía nervioso y eso lo molestaba. Siempre tan decidida y a veces arrogante, ¿qué era lo que le gustaba tanto? Tal vez el hecho de que en cualquier momento lo mandara al demonio lo entusiasmaba. Fuera cual fuera la razón, tenía que volver a verla. Llamó al mozo que los atendía, reformuló el pedido anterior y agregó algunos croissants. Cuando su café estuvo servido, tomó un poco, el calor le quemó la garganta y esto lo armó de coraje.
-Esto… el otro día, en la tienda de música… parecía que sabías mucho –trató de comenzar Yun Jae.
-Si, tengo que. Estudio música, me encanta –el chico tragó saliva.
-Qué interesante. Entonces deberías venir a escucharnos tocar. Nos vendría bien un oído conocedor.
-Bueno, no sé que tan conocedor, pero creo que puedo darte una opinión semi-profesional –se sonrió con la idea de ella siendo una profesional. Aún le parecía lejano.
-Mañana ensayamos. ¿Podés venir? –sus ojos estaban expectantes, pero más como esperando un golpe que una buena noticia. Sara estaba tan en shock con lo pronto del segundo encuentro que no notó la expresión del joven.
-Sí, puedo –el aire circuló por los pulmones de Yun Jae otra vez.

Estaban paseando por la peatonal, desandando sus pasos. No parecía el mismo camino, las luces de neón transformaban la atmósfera. Si empezaba a nevar, esa calle se convertiría en la mítica escena de una película de navidad, incluyendo a las enamoradas parejas que iban y venían encantadas, algunas con camisas de pareja. Sara sintió que algo se le revolvía en el estómago. No le gustaba para nada las muestras cursis de cariño e intentó, muy disimuladamente, alejarse un poco de Yun Jae. Pero para su sorpresa y su orgullo, él hacía lo mismo, pero no era tan bueno como ella para disimular. Sólo miraba hacía las luces que colgaban y apretaba sus manos en los bolsillos de su campera de cuero azul marino. Sara se sintió ofendida y abrazó su torso algo molesta.
-Si por lo menos hubieras traído mi bufanda, no tendrías tanto frío.
-Es que se me olvidó.
-¿El apuro por verme te atontó? –una sonrisa socarrona bailaba en los labios del chico.
-¡Já! Ya quisieras.
-Si… ya lo quisiera –la sangre caliente encendió las mejillas de la pelirroja, quien apretó aún más su torso. ¿Escuchó bien? Tal vez los gritos de un grupo de amigos que pasaban, no le permitió entender sus palabras. Pero la verdad es que Yun Jae lo dijo, justo cuando todas esas personas pasaban, para evitar ser escuchado, y no contó con los perceptivos oídos de Sara-. Sólo lo digo porque es evidente que estás muerta de frío.
-Voy a sobrevivir.
-Con tu capacidad para ubicarte en las calles… no lo creo.
-Probame.
-¿Dónde estamos? –Touché. Sara no tenía la más pálida idea.
-Es muy pronto para que te diga eso. Llevo una semana en Corea, no puedo saber con certeza dónde estamos. Pregúntamelo dentro de una semana.
-¿Estás haciendo una cita conmigo? Pensé que después de mañana ya no nos tendríamos que ver. Pero resulta que dentro de una semana nos vamos a volver a encontrar. Aish… –Yun Jae había parado la marcha y se tambaleaba sobre un pie con fingido fastidio, ella lo miró de frente.
-Mejor así. No soy de esas chicas que tiene que demostrar nada. Sólo lo iba a hacer, como un favor. Pero gracias por liberarme.
-Un placer complacerla, señorita –galanteó y se acercó a Sara hasta invadir su espacio personal. Su perfume dio de lleno en Sara, que se sintió algo mareada, como la primera vez y le agradó del mismo modo. No daba crédito a eso. Prácticamente estaba inclinado sobre ella. Los nervios le crisparon el rostro, que se encendió ruborizado y los ojos ventilaron su asombro. Yun Jae la miraba fijamente y al ver la reacción que su movimiento tuvo sobre ella, soltó una débil risa-. No te alarmes. Sólo quería abrirte la puerta.
Sara miró hacia atrás y vio, efectivamente, que Yun Jae sujetaba una puerta de vidrio entreabierta. También pudo ver al portero del lado de adentro apremiándola para entrar, porque el frío dejaba escapar al calor del interior. Volvió a mirar a Yun Jae muy molesta. Otra treta así y…
-Te llamo mañana para confirmar el horario y el lugar de encuentro –se precipitó y con una marcada reverencia, se alejó.
-Hijo de… -el portero se acercó hasta la puerta y le tocó el hombro para pedirle que entrara, pero al ver su rostro, retrocedió un poco y con una reverencia se disculpó.
Nuestra atónita protagonista se precipitó al ascensor y marcó el piso de Regina. Cuando se recostó contra una de las paredes espejadas, contempló su reflejo. Era un tomate. Se abrazaba tan fuerte que podría decirse que ella misma se provocaba ese color, por la asfixia. Lo deseaba, deseaba que esa fuera la razón y no su mala interpretación del lenguaje corporal de Yun Jae. Recordó sus ojos sobre los suyos “¡Mmm!” dijo, articulando  un chillido ahogado de histeria y se agarró la cabeza. ¿Cómo pudo pensar que iba a besarla? Si incluso dijo que no esperaba volver a verla después de mañana. El ascensor se abrió y la ráfaga de aire frío la despabiló un poco. Entonces así sería. Después de mañana, no volvería a pensar en él o en su madre británica o su banda, que de seguro sonaban mal.Tomó una última bocanada de aire antes de tocar la puerta. Podía escuchar a sus amigas hablando despacio. Tocó y Janet fue a recibirla.
-¿Qué hacen todas en la sala? y ¿por qué miran así a Regina? -preguntó la joven al contemplar esa escena, que le recordaba a un interrogatorio.

Cuando Regina volvió al departamento, se encontró con las miradas instigadoras de sus tres amigas que la esperaban sentadas en el sillón, cerca de la puerta principal. Fue tal su estado de nerviosismo que no pudo ocultarlo, cuando saludó a sus amigas con una risita nerviosa.
-¿Y que tal estuvo tu día, querida? -interrogó Morena al lado del velador que se prendió al momento de su llegada.
-Estuvo...interesante -contestó con la respiración entrecortada por el susto de la escena.
-¿Ah… si? -preguntó Cassandra levantando una ceja- ¿Y a qué se debe eso?
-Em... bueno... -siguió Regina, no sabiendo qué decir.

En ese momento, Janet soltó un suspiro. Se levantó y prendió la luz de la sala de estar, donde se encontraban.
-Ya dejen el teatro ¿quieren? -masculló la castaña y luego se dirigió a su amiga-. Perdón Regi, pero es que estábamos algo preocupadas... ¡No te comunicaste con nosotras en todo el día! –Trató de explicarse con suavidad-. Y cuando saliste temprano, no diste ninguna referencia de a dónde ibas,pero me imagino que seguro fuiste al instituto para seguir con tu trabajo de investigación ¿No?
-Si, así fue -aseveró Regina, ahora más calmada-. Disculpen, amigas. Pero es que se me hacía tarde para encontrarme con… -y al darse cuenta de lo que iba a decir o a quien iba a mencionar, se calló y optó por decir otra cosa- Se me hacía tarde para ir adonde tenía que ir...
-Ajam... -soltó Cassandra con aire de despreocupación-  Y ¿con quién tenías que encontrarte?
-Con Shin Wook ¿No? -agregó Morena al instante que Regina abría la boca para contestar-. Digo… él es tu compañero de trabajo ¿Verdad?
Regina se mordió el labio inferior. Estaba atrapada y lo sabía. No tenía otra opción más que hablar de él, cosa que estuvo evitando durante todo el día.
Finalmente, cuando pareciera que sacaba la bandera blanca de la derrota, golpearon la puerta. Soltó un suspiro de alivio.
Janet fue a ver quién era. En la puerta, apareció una levemente ruborizada pelirroja, que volvía de su cita y miraba a sus amigas con el ceño fruncido, al notar la extraña atmosfera que se estaba desarrollando.

12 comentarios:

  1. Ja! Muy bueno! Y la historia de la madre de Jun Yae bastante convincente para alguien como Sara...
    Me encanta Jun Yae, de una soy su fan! ;-)
    Estas chicas la terminan intimidando a la pobre regina... y bueno a cada una seguro le va a tocar...
    esta muy bueno este cap! Besiiitos!!!! (Jime)

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  2. Muchas gracias Jime!!! Esperamos que nos sigas apoyando! y te prometemos que todos los personajes te van a conquistar a su manera!! XXO

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  4. jaajjajaja si pueden ser un poco acosadoras! jjajaja pero en realidad tenia que quedar gracioso lo de Regina, aunque se ve que no tuvo ese efecto en vos. En realidad si te pones a leer de nuevo la historia de los padres de yun jae, sera cierto o no lo que conto? o fue una estrategia? pensalo ;)

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  5. No se si es tan así eso de que queria un beso o no, yo creo que se alarmo por el hecho de que Yun Jae de repente se acerco mucho a ella, como que no se esperaba eso.

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  6. Hello!! Sara debería serenarse un poco, aunque pensándolo bien el chabon es intimidante, aún así me encanta su personalidad jajaj xD Ari

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    1. Hola!! Si eso pensas de Yun Jae...qué pensaras de los demás miembros de la banda???! Por favor...segui leyendo nuestro blog y comentándonos. GRACIAS! XXO

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  7. Holaaaaaa! mil disculpas por atrasarme en la lectura y comentario de la historia =( no se enojen =D!
    Solté una risotada en la parte en q las chicas empezaron a seguir por detrás a Sara porq no sabían como volver al hotel jajaja. Me imagino la escena y ta muy graciosa!
    Y ademas tengo q decir q me gusta mucho la manera en q describen los lugares y los gestos q demuestran los sentimientos de los personajes. Yo me sentí dentro del bar con yun coso y sara! ;D

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  8. We me quede re prendida por lo de Regina. Yo si fuera su amiga tmb la acosaría con preguntas! realmente me preocupa cuando la gente desaparece así, uno no sabe que le pudo haber pasado :O

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    2. Gracias por tus comentarios Ara! y no! no nos enojamos para nada :) si, es preocupante cuando desaparecen de maneras misteriosas, que andaran ocultando?, en poco subimos el 9! bss! xxo

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