"La mitad de nuestras
equivocaciones nacen cuando debemos pensar y sentimos, y cuando debemos sentir
y pensamos"
(Proverbio ingles)
El martes comenzó de la manera más
extraña. Luego de todo lo que paso el día anterior, las chicas se levantaron
bastante temprano para la hora que solían hacerlo y cada una parecía buscar
frenéticamente hacer algo o mantenerse ocupadas para que las horas pasaran
rápido. Regina debía irse al instituto a realizar su trabajo de investigación,
por lo cual no representaba un problema para ella el estar ocupada y se hubiera
sentido un poco más aliviada, sino fuera porque el motivo de sus vacilaciones
la vería hoy. Así era, el chico de cabello chocolate y sonrisa radiante, su
amigo de siempre, ese del cual sus mejores amigas sospechaban, se encontraría
con ella inevitablemente. Esto la tenía más preocupada por el hecho de que no
deseaba ser interrogada por sus amigas antes y después del dichoso encuentro.
Así que optó por madrugar y, mientras las otras aun dormían, se preparó para
salir del departamento. Ya pensaría qué hacer al volver. Al menos ya estaba
fuera de casa.
Cuando las otras se levantaron, increíblemente,
tan sólo una hora después, se quedaron perplejas al notar la ausencia de
Regina. Su amiga se había ido sin dejar rastro alguno.
-¡Nooo! -exclamó Cassandra en una
posición exageradamente dramática- ¡Nos ha abandonado! Ahora somos huérfanas en
tierras desconocidas… -expresó, agitando ambas manos con las palmas abiertas.
-Ay, por favor… -musito Sara con el rostro
soñoliento-. Seguro que fue a comprar algo que le faltaba y ahora vuelve
–sentenció, mientras batía su café mañanero.
Janet seleccionaba los tipos de té que
Regina tenia y buscaba una taza en donde servirse. Su humor no era muy bueno
por las mañanas
-¿Qué acaso no tiene vida después de
nosotras? -preguntó algo malhumorada por los comentarios de sus amigas-.
Después de todo, tiene que hacer un trabajo de investigación ¿recuerdan?
Cassandra frunció los labios, se
sintió apenada por lo que dijo. Sara hizo caso omiso al humor de la castaña y
sólo soltó un “¡Ah! Cierto…” mientras cortaba el café con un poco de leche.
-Pero aun con todo es raro… -agregó
Morena, dirigiéndose de la cocina hacia el comedor con una bata purpura puesta
y una tacita con platito-. Ella es una persona muy organizada y nos hubiera dejado
una nota para que sepamos dónde iba a estar.
-Bueno, es verdad -aceptó Janet,
mientras llenaba su taza de agua caliente.
Ya todas estaban sentadas alrededor
de la mesa del comedor. Luego del tema de
su amiga ausente, no parecía haber otro tema de conversación más interesante. Si
una mosca hubiera pasado volando en ese momento, lo más probable es que fuera
el único sonido que se habría producido, a excepción de los sonidos de sorbos,
que las jóvenes hacían al beber de sus tazas. Cada una miraba de reojo a la que
estaba a su lado y luego volvía los ojos a su taza. El ambiente se empezó a
sentir un poco tenso. Pero ninguna se atrevió a hablar. Sara, Cassandra y
Morena sabían que si centraban la atención en una de ellas, de algún modo esa
atención recaería de nuevo en ellas y, en esos momentos, no era algo que
convenía a ninguna de las tres. Janet era la más relajada. No tenía nada que
ocultar y ningún tema podía hacer que ella sea el foco de atención. Sin
embargo, tenía el aura ausente y la mirada perdida. No podía sacarse de la
cabeza ese insignificante accidente con aquel transeúnte de gafas oscuras.
Estaba segura que lo había visto en algún lado pero ¿dónde? Ella nunca había
estado en Corea. ¿Entonces por qué le resultó tan familiar? Las otras tres no
pudieron notar la conducta de la castaña, tal vez porque ellas estaban en lo
mismo o quizás, porque Janet siempre solía ser un tanto inexpresiva. Cuando al
fin terminaron su desayuno, se levantaron con movimientos abruptos, casi al
mismo tiempo y trataron de alejarse entre ellas, después de levantar de la mesa
cada una lo suyo.
Eran las once de la mañana. Sara había
quedado con Yun Jae a la tarde, así que aún tenía mucho tiempo para pensar qué
se pondría y prefería, por el momento, no pensar en esa cita. Sacó su guitarra
y se sentó cerca del ventanal que daba al balcón, a tocar algo triste que la
tranquilizara. ¿Qué era lo suficientemente triste para relajarla sin entristecer
el ambiente?
-Chicas ¿quieren que toque algo?
-¡Tócate un rock! –ordenó Cass
haciendo un gesto con las manos, muy de Kiss y guiñando un ojo.
-Que sea algo tranqui –le pidió Janet,
que no quería interrumpir sus pensamientos. Sentía que una luz de conocimiento
le llegaba, podía sentir que recordaba quién era ese chico.
-Antes de venir a Corea, estabas
practicando un tema. ¿Era del padrino? –preguntó Morena algo dudosa.
-Uh… ese. Toca ese –le volvió a
ordenar Cassandra. Estaba un poco más eufórica que de costumbre. Tal vez, los
nervios de ser el centro de atención más predecible, no la dejaba controlar su
tono de voz.
-Bueno, dale. Pero yo estaba
practicando la de Patrizio Buanne, y la letra tampoco es la misma –les advirtió
Sara algo abatida. ¿Justo esa? ¿Justo una de amor entre italianos, una de las
razas más apasionadas?
Sus amigas se sentaron en el sillón y
la instaron a tocar. Sara comenzó con un solo de guitarra muy dulce y lento,
parecido a una canción de pueblo y al cantar, su acento casi no se notaba. Pero
todas percibieron algo de tristeza en su voz al llegar al punto en que debía
subir un par de notas, como si algo le doliera, porque parecía que realmente le
dolía. Era muy buena con las interpretaciones de temas lentos, sentía que así,
el significado de una canción, podía ser verdaderamente entendido. No pudieron
seguir pensando en eso, cuando comenzó el segundo solo de guitarra, en el que
imitaba perfectamente el soundtrack característico de la trilogía. Las tres
espectadoras levantaron los brazos idólatras y comenzaron a mecerse suavemente
de un lado al otro, fingiendo ser llevadas por la melodía. Una de las pocas
cosas que todas tenían en común, era su predilección por El padrino y cada vez
que algo las ofendía o molestaba, acostumbraban imitar a Don Corleone y citar
sus frases.
Pasaron el resto de la mañana y el
principio del mediodía hablando de la película y pidiendo canciones, hasta que
Sara alegó que era incapaz de dar con una nota más y todas tuvieron que
resignarse. Entonces, en el medio del silencio, se escuchó el gruñir de cuatro
estómagos. La vergüenza las invadió por un momento y Cassandra salió al
rescate.
-¡Bueno! Entonces… ¿comemos?
-Acá no hay nada, tendríamos que ir a
comprar los ingredientes –les avisó Janet, que al mediodía había revisado los
estantes en busca de una colación.
-Salgamos a comer algo. Todas tenemos
nuestras billeteras y si pagamos entre todas no va a ser tan caro. Más tarde o
mañana podemos ir a retirar más plata de nuestra cuenta –les propuso Sara ya
guardando la guitarra.
Estaban tan hambrientas, que no se
preocuparon por si estaban lo suficientemente
presentables, con “bastante bien” se conformaron. De todas formas,
comerían y volverían al hotel para que Sara pudiera preparar el aspecto
despreocupado, que quería dar en su cita con Yun Jae. Caminaron por las calles
algo distraídas, iban mirando los locales buscando un restaurante, pero
parecían estar más torpes que de costumbre y no podían diferenciar una
cafetería de un restorán.
-Ahí hay gente comiendo –dijo Janet
señalando con el dedo a un grupo de comensales del otro lado de una vidriera.
-¡Entremos! –apremió Morena. Una
muchacha acostumbrada al buen comer, no puede aguantar mucho tiempo las
costumbres frugales que poseen ciertas culturas, así que es de esperar que, más
allá de sus buenas intenciones, pueda perder la paciencia o la buena
predisposición en cuanto su estómago rugiera una vez más. De hecho, todas eran
de buen comer, a excepción de Janet, que al estar más inclinada a las comidas
livianas, no sentía que llegaba al límite de su tolerancia.
Entraron al restaurante y se sentaron
lejos del ventanal, en una mesa junto a la pared, intentando mostrarse lo más
antisociales posible, como sus atuendo intentaban decir.No estaban poco
presentables, sólo poco “ellas mismas”, a excepción del look siempre sencillo
de Janet, las demás no sentían estar adecuadamente arregladas. Si no era el
gorro de una, era la zapatilla de la otra o el saquito de abuela de la tercera.
Al verlas entrar y sin dar explicaciones una morocha salía del restorán con su
amigo de cabello castaño de manera precipitada. Pero él sólo estaba interesado
en hacerle compañía, sin importar a dónde su dulce amiga quisiera ir. Las
chicas, que no notaron la escandalosa retirada, pidieron algo sustancial y que
pudieran comer con tenedores, no estaban para ceremonias, y se dedicaron a
disfrutar del almuerzo tardío y relajarse con una larga sobremesa.Ya se notaba
el favorable cambio de humor en ellas, tras una hora de cháchara sin sentido y llena
de carcajadas, sin recordar ni un momento sus preocupaciones por llamar la
atención. Hasta que el mozo se acercó a ellas para avisarles que tenían que
cerrar el restorán, ya que a partir de las cuatro de la tarde, el horario de
almuerzo no era considerado como tal y al no estar equipado con una cafetería
para atender durante la tarde, el lugar debía prepararse para la noche.
-¿Qué ya son las cuatro? –Sara se
sobresaltó. Era evidente que la modorra de su estómago lleno, la hizo olvidar
que dentro de una hora tendría una cita. Pero ¿qué haría? Su aspecto era lo
suficientemente despreocupado para una salida desinteresada con sus amigas,
pero demasiado desarreglado para salir con un chico, aun cuando la intención
era dar a entender que no se interesaba tanto como para arreglarse mucho.
Digamos que en ese momento, daba a entender que, no solo, no le interesaba en
lo más mínimo salir con ese chico, sino que, además, trataba de ahuyentarlo. Claro…
todo esto, desde el punto de vista de la meticulosa de Sara, porque a la vista
de sus amigas, ella estaba bastante bien, si sólo quería verse con él para
devolverle su bufanda. ¡Oh! Cierto, no la tenía con ella.
-Bueno… vas a quedar mal parada, Sara
–adivinó Cass algo contrariada por su amiga. Ya estaban fuera del restorán y la
tardecita era perfecta para un paseo.
-Es un saco, nada más. ¿Por qué lo
hacen más complicado de lo que es? –Janet trataba de razonar con sus amigas.
-Pero es de lana. Tejido y gris. Y con
ese sweater solo no puede andar, porque se va a enfermar –le explicó Morena.
-Entonces prestale tú campera de jean,
que sobre su sweater va a quedar bien. Y como Sara dijo que el chico tenía una
banda, me parece que así queda más rockera. Bueno… tan rockera como Sara se
animaría –todas la miraron. Janet tenía razón. Era el punto medio exacto. La
campera de jean de Morena, era de un verde muy pálido y tenía pequeños detalles
en tachuelas, casi nada y era ceñido a la cintura. Perfecto para resaltar las
caderas y el cabello rojo de Sara.
Rápidamente se hizo el intercambio, y
sus amigas le desearon suerte. Sara las observó un momento alejarse mientras se
despedían agitando la mano y haciendo gestos. Entonces ella se dio media vuelta
y trató de hacer memoria. La tienda de música estaba a una o dos cuadras del
restorán en el que comieron, podía llegar bien. Pero no había terminado ni la
primera cuadra, cuando sintió que la seguían. Se volteó de una forma tan poco
disimulada, que casi fue escandalosa. El aire se le escapó de los pulmones por
el susto, pero al comprobar que se trataba de sus amigas…
-¿Qué hacen acá?
-Es que… no nos acordamos cómo volver.
Esa cuadra de allá, no es por la que vinimos –se excusó Cassandra y Janet y
Morena la apoyaban con caras de circunstancia.
-¿Entonces, cómo van a volver? –Y lo pensó
un momento-. ¿Cómo vuelvo yo? -Sara se estaba poniendo nerviosa.
-Vos le podes pedir al Yun Coso que te
diga por qué dirección queda el hotel. Seguro que él va a saber –la consoló
Morena algo distraída. Entonces las demás la miraron incrédulas. Era evidente
que no se había dado cuenta de lo que realmente dijo.
-More… ¡Eso! –los ojos de Cass
brillaron con el reflejo de una artimaña en construcción.
Sara estaba parada frente a la tienda
de música. El restorán, efectivamente, quedaba a sólo dos cuadras, así que
había llegado con tiempo. Estaba distraída mirando un micrófono en la vidriera,
cuando alguien la llamó en inglés, con buena pronunciación pero con un poco de
acento. Se volteó parsimoniosamente. Yun Jae la estaba saludando con una
reverencia muy marcada, por lo que ella vio que era necesario hacer lo mismo,
aunque su reverencia fue más de la época victoriana.
-Lamento haberte hecho esperar, pensé
que iba a llegar antes –se excusó el muchacho mientras miraba su reloj para
comprobar, asombrado, que efectivamente había llegado diez minutos antes. La
miró algo extrañado, creía que las mujeres, todas, sin excepción, acostumbraban
llegar tarde a las citas, con el propósito de hacerse desear. Sara se percató
de la pregunta en los ojos del joven.
-Es que… estaba comiendo por acá
cerca, con mis amigas –dijo y señaló la dirección de la que había venido,
explicando, como al pasar, que tal restorán quedaba cerca del departamento de
su amiga, que estaba en tal dirección. Agregó un vago movimiento con la mano,
como señalando para dónde quedaba.
-¿Querrás decir para allá? –preguntó
respetuosamente Yun Jae, corrigiendo, con una calle de diferencia, el lugar que
señalaba Sara.
-¡AH! Si… Por ALLÁ. No me di cuenta
–Sara levantó demasiado el brazo y apunto con premura el lugar que le indicó él-.
Bueno… y como sólo queda a cuatro cuadras, se nos hizo cómodo.
-Esto… son como ocho cuadras, si es
que no me equivoco. Pero tal vez recuerdo mal –dijo el joven con una sonrisa,
ante lo sonrojada que se estaba poniendo Sara.
-¡Ay! Si, si… OCHO cuadras. Jajaja…
-se burló ella haciendo un remarcado ocho con sus dedos. “Trágame, tierra”
pidió avergonzada-. Bueno, vamos –apremió la pelirroja y el muchacho se dio
media vuelta para guiarla. Entonces ella aprovechó para mirar de reojo la
vereda de enfrente a la tienda de música, donde sus amigas le lanzaban todo
tipo de señas de agradecimiento, efervescente aprobación e indicando que
avisarían al llegar, con los dedos doblados de manera que parecieran un
teléfono. Habían planeado toda esa vergonzosa pantomima para conseguir que Yun Jae
les indicara el camino. El problema de todo eso, era lo mal que Sara
disimularía su vergüenza al tener que fingir así. Pero lo hizo mejor de lo que
esperaba, estaba segura de que en algún momento no lo soportaría y le
explicaría todo, por más que eso significara admitir que se había perdido.
Estaban paseando por la espléndida peatonal y Sara
contemplaba, con mayor atención la arquitectura de ese sector de la ciudad,
aunque disimulando su admiración, ante los conocimientos de Yun Jae, que iba
contándole algunos pequeños detalles de ciertos lugares. Parecía tener un conocimiento
y memoria admirables pero, claro, no era algo que ella se lo dijera, por mucho
que lo pensara. Viéndolo de vez en cuando de reojo mientras hacían ese paseo,
se dio cuenta, con algo de sorpresa, que él la observaba con atención. Esto la
puso histérica y adelanto su paso al caminar.
-¿Tan apurada estas por ir a otro sitio? -le preguntó
curioso pero sin cambiar el tono tranquilo con el que venía hablando, aunque
ahí estaba otra vez ese acento, que no notó la primera vez.
-No -contestó al instante- ¿Por qué lo decís?
-Es que aceleraste el paso…
-¿Lo hice? A veces lo hago y no me doy cuenta.
Él dio un paso hacia adelante, interponiéndose en el camino
de Sara. Estaban frente a frente.
-¿Sos de esas personas que les gusta tomar la delantera en
todo?
Sara no estaba segura de las pretensiones de aquella
pregunta, ni cómo contestarla. Se sintió un poco rara y estaba segura que le
hubiera sido más fácil responder esa pregunta, si se hubiera tratado de un
chico con una expresión más transparente. Pero era diferente con él. Había algo
en su mirada que no era fácil descifrar debajo de toda esa pasividad, que ella
creía que probablemente era fingida. Eso le pareció irritante y desafiante a la
vez. Tal vez se sentía un poco intimidada. “Esto es patético, Sara, ¿cómo
puedes sentirte intimidada con una simple pregunta?” pensó, sin cambiar la
inescrutable y orgullosa expresión de su rostro.
-¿Eso tendría algo de malo? Si una persona sabe quién es y
lo que quiere, me parece bastante lógico que aproveche las oportunidades.
-No dije que tuviera algo de malo. Sólo quería saber qué
tipo de persona sos. Y veo que difícilmente seas una que pase desapercibida.
-Eso es cierto. Y me gusta que sea así. Lo cierto es que
para mi esta vida es muy corta para pasarla inadvertida y no creo que nada de
lo que hagamos deba ser insignificante. Ni un solo detalle –alzó levemente el
mentón para reforzar su argumento.
-¿Qué? ¿Algunas veces no perdés el tiempo? –preguntó
perspicaz.
-Eso es increíblemente vago y poco certero.
-No podés ser avasallante las veinticuatro horas del día
–le advirtió Yun Jae, escrutándola con la mirada.
-Tampoco podés pasar toda tu vida pensando mucho y viviendo
poco –lo contratacó encendiendo un poco más su mirada.
-Touché. Parece que siempre tenés una respuesta para todo
-concluyó el chico, con una expresión traviesa en el rostro a la vez que hacía
un paneo general del rostro de Sara. Dio un paso hacia atrás y giró sobre sus
talones para reanudar la marcha. Entonces la pelirroja lo notó, había estado a
sólo centímetros de su rostro. Al estar tan concentrada en defender su
argumento, se olvidó de defender su espacio personal. Casi se desmorona de sólo
pensar lo terrible del posible incidente, tenía que pensar en otra cosa pronto,
no debía permitirle ver lo nerviosa que se puso.
-¿Y qué tipo de persona sos vos? –preguntó con un tono
burlón pero inofensivo para disfrazar la histeria.
-¿No te gustaría averiguarlo por tu cuenta? –Contestó el
joven perfectamente sereno- ¿O es que no te parece tan fácil cómo pensabas?
–Era exasperantemente desafiante.
Sara aún estaba tratando de mantener un semblante agradable
cuando Yun Jae abrió la puerta de un bar para dejarla pasar. El lugar tenía las
vigas de madera a la vista. Varios estantes llenos de botellas de medio litro
de todo tipo de bebidas y colores, decoraban la mitad superior de las paredes,
de un color verde musgo. El resto de la pared estaba cubierta por tablas de
madera oscura y en algunos sectores del suelo, la madera rechinaba, dándole
algo de personalidad. En la pared más alejada, se alzaba un destartalado
escenario para bandas amateurs, que contaba con todo lo básico, desde un par de
micrófonos, hasta una batería, sin olvidar dos guitarras y un bajo. Tanto las
luces del escenario como las de casi todo el bar, eran lámparas amarillentas
que colgaban de largos cables, terminando en pantallas con tablillas de vidrio
en múltiples tonos verdes. El único sector del bar, que tenía luces más claras,
eran las que rodeaban un pequeño sector, separado por una fina pared de las
mesas y el escenario, donde un grupo de sofás con todo tipo de estampados se
congregaban, a la manera de un living con las mesitas ratoneras incluidas. Era
el bar bohemio, más encantador que Sara había visto. Yun Jae advirtió que sus
ojos se detenían en el sector con sillones.
-Éste lugar es del hijo de un gran empresario, así que
básicamente refleja su gusto. Porque podría haber sido de lo más ostentoso,
pero el prefiere algo tenue, con música suave, si alguien quiere leer –señaló
el sector del living-, o con música rock si sólo quieres venir a beber –y se
apoyó en la barra de la cantina que era mitad cantina y mitad confitería.
-Me encanta –Sara observaba todo con mucha atención, esto
es algo que tenía que contarle a sus amigas y, de ser posible, volver con
ellas.
Tomaron lugar en una de las mesas, junto a las ventanas,
que eran muy largas y angostas. Eran dos mundos distintos. Afuera, la
modernidad se hacía presente entre los carteles luminosos que ya no tardarían
en encenderse, las pantallas de led que pasaban comerciales mientras colgaban de
lo más alto de las tiendas departamentales y las personas con sus celulares,
sus manos-libres inalámbricos y las tablet, que se pasaban entre amigos.
Adentro, la electricidad se resistía a existir, una persona escribía en una
servilleta bajo la lánguida luz del foco, mientras bebía su cerveza del pico;
otra, en un rincón, fumaba de su propia nube de tabaco y quitaba el exceso del
cigarrillo con pequeños golpes sobre su taza bacía; y dos personas conversaban en
el sector del living sobre un libro que tenían en manos, cuando el camarero
llegó con su orden de café y croissants.
-¿Te apetece algo? –preguntó Yun Jae y la manera en que lo
dijo, hizo que Sara recordara a los personajes de Jane Austin, cuando
ejecutaban una cortesía de rigor.
-Sólo té, gracias –el muchacho llamó a un camarero e hizo
los pedidos-. ¿Cómo sabes tanto del dueño?
-Es que… al ser un cliente asiduo, llega el momento en que
los conoces a todos y hasta se entabla cierta amistad –se explicó algo
contrariado. No le gustaba hablar de quienes conocía, y menos si eran de
procedencia dudosa, como acostumbraban ser.
-Ah… pensé que tenía que ver con tu familia –pensó en voz
alta Sara.
-¿Perdón? –ella había hablado en español.
-Que… bueno. ¿Puedo hacerte una pregunta? –Yun Jae la
autorizó asintiendo alegremente-. ¿Sos coreano? Digo… porque no lo parecés, tus
rasgos son más como los míos -Él se rio por lo bajo agachando la cabeza, lo
había agarrado con la guardia baja, a pesar de que esa pregunta era
perfectamente posible.
-Lo soy. Nací acá y a los seis fui a Londres, porque mi
mamá extrañaba sus tierras, pero cuando cumplí los dieciséis, el trabajo de mi
papá nos forzó a volver. Y hasta ahora no hay necesidad de ir a ningún lado
–explicó breve y efectivamente mientras se estiraba en su silla, como si eso
fuera un cuento aburrido. Pero no lo era para Sara, que al escuchar la palaba
“Londres” su interés se había disparado, a la vez que explicaba ese
imperceptible acento que había notado más temprano.
-¿Dijiste que tu mamá es británica? –preguntó casi sin
poder creerlo. Ella adoraba Inglaterra y casi todo lo que producía. No le
gustaba su humor, demasiado bizarro para su gusto.
-In did, it is, Madame –respondió Yun Jae remarcando su tan
bien disfrazado acento británico, que ahora salía sin tapujos. Algo se derritió
en el interior de nuestra protagonista, pero recuperó pronto la compostura
cuando el camarero hizo su entrada con el té de Sara, que ahora parecía
insuficiente y el café de Yun Jae.
-¿Cómo fue para que se conocieran?
-Mi mamá estaba en Corea por un intercambio cultural de un
año y conoció a mi papá en la universidad. Como toda buena británica, mi mamá
ama las formalidades y ¿quién más formal que un asiático? –se rio de su propio
comentario-. Cuando consiguió que mamá aceptara una de sus muchas invitaciones,
la llevó a uno de esos cafés donde la gente recita poesías o toca algo –volvió
a reír y se tapó la boca con una mano. Algo llamó la atención de Sara, un
pañuelo enredado en su muñeca. Era de colores en transición. Rojo, anaranjado y
amarillo, se fundían tan perfectamente, que parecía que una flama devoraba la
muñeca de Yun Jae-. En mitad de la cita, mi papá se paró bajo el reflector y
tocó una canción de amor. Mi mamá estaba escandalizada, no le gustaba que su
relación se hiciera tan pública, pero él la enamoró. En ese lugar lleno de humo
y paredes de ladrillo, se enamoró de él y de su pésima voz –el joven bebió un
poco del café.
-¿Y qué pasó? –Sara no había tocado su té.
-¿Con qué?
-Con tus padres. ¿Cómo es que están juntos?
-Creí que sólo querías saber cómo se conocieron.
-¡Oh! Please… -pidió Sara sarcásticamente y rodando los
ojos mientras imitaba el acento británico. Yun Jae se rio de su imitación, por
lo dulce que sonaba.
-Bueno… Ellos salieron todo el resto del año que duró el
intercambio. Pero en algún momento ella tenía que volver a su país y concluir
sus estudios. Así que mi mamá no se hizo muchas ilusiones. Es una mujer muy
realista y seria. Cuando se terminó su tiempo de estadía, fue a terminar con mi
papá y se marchó –Sara abrió los ojos con sorpresa y tristeza-. Pero mi papá
estaba locamente enamorado y en Corea, cuando te enamoras, te aferras a esa
persona sin importar nada más. Así que la siguió y la encontró saliendo de su
departamento con todas las maletas –Yun Jae se rio al recordar-. Cuando mis
padres llegan a ésta parte de la historia, ella se exaspera y él se hincha de
orgullo.
-¿Qué pasó cuando la encontró? –Sara tenía el mentón
apoyado entre sus manos y el té se había congelado.
-Él espantó al taxista y sacó las maletas que había puesto
en la cajuela. Agarró a mi mamá por la muñeca y le gritó “Si quieres irte sin
más, lo siento. Ya soy parte de ti y tú, parte inalterable de mí. Así que te
casas conmigo o te seguiré a donde sea hasta que aceptes” –un pequeño “Oh…” se
escapó de los labios de la pelirroja-. Entonces mi mamá se zafó de su agarre y
lo abofeteó, le dijo que ahora llegaría tarde a su vuelo y que si se iban a
casar, primero él tendría que ir a conocer a sus suegros británicos.
-Entonces…
-Si… mi papá se fue a Londres con mi mamá en ese mismo
vuelo, casi no llegan. Siempre quise sentir lo que ellos, y llegué a pensar que
un amor así era difícil de encontrar. Pero supongo… que no es imposible
–concluyó y miró fijamente a Sara. Comenzaba a ponerse nerviosa de nuevo, debía
desviar la conversación.
-Tu mamá parece muy decidida.
-Y lo es. A los hombres de mi familia les gustan las
mujeres de carácter fuerte. La esposa de mi tío, mi tía, es toda una general.
Sus tres hijos son un ejemplo de rectitud y responsabilidad –Sara entrecerró
los ojos, como si sospechara. Yun Jae malinterpretó su gesto y le explicó-.
Pero yo soy mitad británico, así que tengo derecho a ser un poco descarriado.
Pero no era por su educación que Sara sospechara de algo.
Más bien por sus intenciones. Mientras paseaban, él había intentado descubrir
su carácter, sacando a relucir su lado más autoritario y orgulloso, y se había
divertido con ello. Sin contar que en la historia de amor de sus padres, su
madre parecía ser un personaje de lo más firme, pero que fácilmente había sido
enamorada por la cordialidad de un coreano que la llevaba a bares y cafés,
mientras le tocaba canciones de amor. Demasiadas cosas coincidían “Demasiadas…”
pensaba, mientras bebía un sorbo de su té. De repente salió de su trance,
arrancada por el amargo y frío sabor de su estancado brebaje. El gesto de asco que
hizo, soltó una carcajada en los labios del chico, que trató de taparla con el
reverso de su mano prendida fuego.
La había estado observando mientras pensaba y la suspicacia
en sus ojos retenía los suyos, si lo hubiera pillado en ese momento, no habría
podido recomponerse. Ella lo ponía nervioso y eso lo molestaba. Siempre tan
decidida y a veces arrogante, ¿qué era lo que le gustaba tanto? Tal vez el
hecho de que en cualquier momento lo mandara al demonio lo entusiasmaba. Fuera
cual fuera la razón, tenía que volver a verla. Llamó al mozo que los atendía,
reformuló el pedido anterior y agregó algunos croissants. Cuando su café estuvo
servido, tomó un poco, el calor le quemó la garganta y esto lo armó de coraje.
-Esto… el otro día, en la tienda de música… parecía que
sabías mucho –trató de comenzar Yun Jae.
-Si, tengo que. Estudio música, me encanta –el chico tragó
saliva.
-Qué interesante. Entonces deberías venir a escucharnos
tocar. Nos vendría bien un oído conocedor.
-Bueno, no sé que tan conocedor, pero creo que puedo darte
una opinión semi-profesional –se sonrió con la idea de ella siendo una
profesional. Aún le parecía lejano.
-Mañana ensayamos. ¿Podés venir? –sus ojos estaban expectantes,
pero más como esperando un golpe que una buena noticia. Sara estaba tan en
shock con lo pronto del segundo encuentro que no notó la expresión del joven.
-Sí, puedo –el aire circuló por los pulmones de Yun Jae
otra vez.
Estaban paseando por la peatonal, desandando sus pasos. No
parecía el mismo camino, las luces de neón transformaban la atmósfera. Si
empezaba a nevar, esa calle se convertiría en la mítica escena de una película
de navidad, incluyendo a las enamoradas parejas que iban y venían encantadas,
algunas con camisas de pareja. Sara sintió que algo se le revolvía en el
estómago. No le gustaba para nada las muestras cursis de cariño e intentó, muy
disimuladamente, alejarse un poco de Yun Jae. Pero para su sorpresa y su
orgullo, él hacía lo mismo, pero no era tan bueno como ella para disimular.
Sólo miraba hacía las luces que colgaban y apretaba sus manos en los bolsillos
de su campera de cuero azul marino. Sara se sintió ofendida y abrazó su torso
algo molesta.
-Si por lo menos hubieras traído mi bufanda, no tendrías
tanto frío.
-Es que se me olvidó.
-¿El apuro por verme te atontó? –una sonrisa socarrona
bailaba en los labios del chico.
-¡Já! Ya quisieras.
-Si… ya lo quisiera –la sangre caliente encendió las
mejillas de la pelirroja, quien apretó aún más su torso. ¿Escuchó bien? Tal vez
los gritos de un grupo de amigos que pasaban, no le permitió entender sus
palabras. Pero la verdad es que Yun Jae lo dijo, justo cuando todas esas
personas pasaban, para evitar ser escuchado, y no contó con los perceptivos
oídos de Sara-. Sólo lo digo porque es evidente que estás muerta de frío.
-Voy a sobrevivir.
-Con tu capacidad para ubicarte en las calles… no lo creo.
-Probame.
-¿Dónde estamos? –Touché. Sara no tenía la más pálida idea.
-Es muy pronto para que te diga eso. Llevo una semana en
Corea, no puedo saber con certeza dónde estamos. Pregúntamelo dentro de una
semana.
-¿Estás haciendo una cita conmigo? Pensé que después de
mañana ya no nos tendríamos que ver. Pero resulta que dentro de una semana nos
vamos a volver a encontrar. Aish… –Yun Jae había parado la marcha y se
tambaleaba sobre un pie con fingido fastidio, ella lo miró de frente.
-Mejor así. No soy de esas chicas que tiene que demostrar
nada. Sólo lo iba a hacer, como un favor. Pero gracias por liberarme.
-Un placer complacerla, señorita –galanteó y se acercó a
Sara hasta invadir su espacio personal. Su perfume dio de lleno en Sara, que se
sintió algo mareada, como la primera vez y le agradó del mismo modo. No daba
crédito a eso. Prácticamente estaba inclinado sobre ella. Los nervios le
crisparon el rostro, que se encendió ruborizado y los ojos ventilaron su
asombro. Yun Jae la miraba fijamente y al ver la reacción que su movimiento
tuvo sobre ella, soltó una débil risa-. No te alarmes. Sólo quería abrirte la
puerta.
Sara miró hacia atrás y vio, efectivamente, que Yun Jae
sujetaba una puerta de vidrio entreabierta. También pudo ver al portero del
lado de adentro apremiándola para entrar, porque el frío dejaba escapar al
calor del interior. Volvió a mirar a Yun Jae muy molesta. Otra treta así y…
-Te llamo mañana para confirmar el horario y el lugar de
encuentro –se precipitó y con una marcada reverencia, se alejó.
-Hijo de… -el portero se acercó hasta la puerta y le tocó
el hombro para pedirle que entrara, pero al ver su rostro, retrocedió un poco y
con una reverencia se disculpó.
Nuestra atónita protagonista se precipitó al ascensor y
marcó el piso de Regina. Cuando se recostó contra una de las paredes espejadas,
contempló su reflejo. Era un tomate. Se abrazaba tan fuerte que podría decirse
que ella misma se provocaba ese color, por la asfixia. Lo deseaba, deseaba que
esa fuera la razón y no su mala interpretación del lenguaje corporal de Yun Jae.
Recordó sus ojos sobre los suyos “¡Mmm!” dijo, articulando un chillido ahogado de histeria y se agarró la
cabeza. ¿Cómo pudo pensar que iba a besarla? Si incluso dijo que no esperaba
volver a verla después de mañana. El ascensor se abrió y la ráfaga de aire frío
la despabiló un poco. Entonces así sería. Después de mañana, no volvería a
pensar en él o en su madre británica o su banda, que de seguro sonaban mal.Tomó
una última bocanada de aire antes de tocar la puerta. Podía escuchar a sus
amigas hablando despacio. Tocó y Janet fue a recibirla.
-¿Qué hacen
todas en la sala? y ¿por qué miran así a Regina? -preguntó la joven al
contemplar esa escena, que le recordaba a un interrogatorio.
Cuando
Regina volvió al departamento, se encontró con las miradas instigadoras de sus
tres amigas que la esperaban sentadas en el sillón, cerca de la puerta
principal. Fue tal su estado de nerviosismo que no pudo ocultarlo, cuando
saludó a sus amigas con una risita nerviosa.
-¿Y que tal
estuvo tu día, querida? -interrogó Morena al lado del velador que se prendió al
momento de su llegada.
-Estuvo...interesante
-contestó con la respiración entrecortada por el susto de la escena.
-¿Ah… si?
-preguntó Cassandra levantando una ceja- ¿Y a qué se debe eso?
-Em... bueno...
-siguió Regina, no sabiendo qué decir.
En ese momento, Janet soltó un suspiro. Se levantó y prendió la luz de
la sala de estar, donde se encontraban.
-Ya dejen el
teatro ¿quieren? -masculló la castaña y luego se dirigió a su amiga-. Perdón
Regi, pero es que estábamos algo preocupadas... ¡No te comunicaste con nosotras
en todo el día! –Trató de explicarse con suavidad-. Y cuando saliste temprano,
no diste ninguna referencia de a dónde ibas,pero me imagino que seguro fuiste
al instituto para seguir con tu trabajo de investigación ¿No?
-Si, así fue
-aseveró Regina, ahora más calmada-. Disculpen, amigas. Pero es que se me hacía
tarde para encontrarme con… -y al darse cuenta de lo que iba a decir o a quien
iba a mencionar, se calló y optó por decir otra cosa- Se me hacía tarde para ir
adonde tenía que ir...
-Ajam... -soltó
Cassandra con aire de despreocupación- Y
¿con quién tenías que encontrarte?
-Con Shin Wook
¿No? -agregó Morena al instante que Regina abría la boca para contestar-. Digo…
él es tu compañero de trabajo ¿Verdad?
Regina se
mordió el labio inferior. Estaba atrapada y lo sabía. No tenía otra opción más
que hablar de él, cosa que estuvo evitando durante todo el día.
Finalmente,
cuando pareciera que sacaba la bandera blanca de la derrota, golpearon la
puerta. Soltó un suspiro de alivio.
Janet fue a
ver quién era. En la puerta, apareció una levemente ruborizada pelirroja, que
volvía de su cita y miraba a sus amigas con el ceño fruncido, al notar la
extraña atmosfera que se estaba desarrollando.
Ja! Muy bueno! Y la historia de la madre de Jun Yae bastante convincente para alguien como Sara...
ResponderEliminarMe encanta Jun Yae, de una soy su fan! ;-)
Estas chicas la terminan intimidando a la pobre regina... y bueno a cada una seguro le va a tocar...
esta muy bueno este cap! Besiiitos!!!! (Jime)
Muchas gracias Jime!!! Esperamos que nos sigas apoyando! y te prometemos que todos los personajes te van a conquistar a su manera!! XXO
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ResponderEliminarjaajjajaja si pueden ser un poco acosadoras! jjajaja pero en realidad tenia que quedar gracioso lo de Regina, aunque se ve que no tuvo ese efecto en vos. En realidad si te pones a leer de nuevo la historia de los padres de yun jae, sera cierto o no lo que conto? o fue una estrategia? pensalo ;)
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EliminarNo se si es tan así eso de que queria un beso o no, yo creo que se alarmo por el hecho de que Yun Jae de repente se acerco mucho a ella, como que no se esperaba eso.
ResponderEliminarHello!! Sara debería serenarse un poco, aunque pensándolo bien el chabon es intimidante, aún así me encanta su personalidad jajaj xD Ari
ResponderEliminarHola!! Si eso pensas de Yun Jae...qué pensaras de los demás miembros de la banda???! Por favor...segui leyendo nuestro blog y comentándonos. GRACIAS! XXO
EliminarHolaaaaaa! mil disculpas por atrasarme en la lectura y comentario de la historia =( no se enojen =D!
ResponderEliminarSolté una risotada en la parte en q las chicas empezaron a seguir por detrás a Sara porq no sabían como volver al hotel jajaja. Me imagino la escena y ta muy graciosa!
Y ademas tengo q decir q me gusta mucho la manera en q describen los lugares y los gestos q demuestran los sentimientos de los personajes. Yo me sentí dentro del bar con yun coso y sara! ;D
We me quede re prendida por lo de Regina. Yo si fuera su amiga tmb la acosaría con preguntas! realmente me preocupa cuando la gente desaparece así, uno no sabe que le pudo haber pasado :O
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EliminarGracias por tus comentarios Ara! y no! no nos enojamos para nada :) si, es preocupante cuando desaparecen de maneras misteriosas, que andaran ocultando?, en poco subimos el 9! bss! xxo
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