“لِكُلّ شمْس مغْرِب”
“Cada sol
tiene su ocaso”
Al día siguiente, a la
tardecita de un típico día domingo, Sara buscaba algo que escuchar, debido que
su playlist ya la había cansado y tanta música coreana la ponía nerviosa, el
K-pop no era precisamente su estilo. Apreciaba el Pop en su esencia aunque lo consideraba poco profundo y
bastante superficial. Una semana en Seúl le había bastado para conocerse los
alrededores, el departamento de Regina estaba situado en el centro de Seúl. En
sus paseos anteriores ya se había fijado en una Casa de Música que estaba a
sólo algunas cuadras. No tenía mucho que hacer, ya que Morena estaba al lado en
lo de Park Jung Bin con Regina y Cassandra y Janet habían ido al supermercado a
comprar cosas para la cena, porque habían invitado a Jung Bin a cenar. Cuando
intentó tocar la guitarra, se dio cuenta de que se había cortado una cuerda y
ya no le quedaban repuestos, así que definitivamente tenía que ir a aquella
Casa de Música. No se arregló mucho, simplemente retoco su maquillaje y
remplazo las pantuflas por botas. Levaba una calza gruesa de lana, y un sweater
azul Francia, que resaltaba su piel tan blanca y el rojo de su cabello,
bastante voluminoso en aquel momento por no peinarlo, pero no perdía la forma y
así le gustaba.
Al salir, no se había dado
cuenta del frio que estaba haciendo, aunque aun era de tarde, pero ya estaba
afuera y no iba a volver por mas abrigo, asique apuró el paso y fue caminando
por donde daba el sol.
El lugar estaba casi lleno
y era más grande de lo que imaginaba. Ya se había acostumbrado a que las mirasen,
si en Argentina ya las miraban, en Corea ni contarlo. Solía pensar qué tenían
que a los coreanos les llamaba tanto la atención, tal vez por el simple hecho
de ser mujeres o tener caderas o hablar fuerte. No lo sabía y aunque no siempre
las miradas y los murmullos eran de aprobación, bien o mal, nunca pasaban
desparecidas en ningún lugar de Seúl al que fueran. Ignoró con su mejor cara de
suficiencia a todos y empezó a buscar algún CD para escuchar.
Rebuscaba en las filas de
CD’s algo que le interese y encontró el álbum de Beady Eye (banda de Liam
Ghallager), ya lo había escuchado y en su opinión no era lo mejor que podía
haber hecho, evidentemente todo el intelecto de los Gahallager era de Noel, ya que Liam como solista no
coordinaba bien sus prioridades, ni armonizaba su talento, pero prefería años
luz escuchar el incomprendido álbum del ex Oasis, antes que K-pop durante todo
el día.
Seguía con el CD en la
mano cuando una voz a su espalda le dijo:
- Muy decepcionante,
esperaba algo mejor viniendo de él...
Sara giró para ver de
quién venia tal atrevimiento y aunque muy en el fondo aquel extraño tenia
razón, siendo una verdadera fan, jamás lo reconocería. Un chico se paro a su
lado y tomó los auriculares del reproductor de música que estaba junto al stand
de CD’s. Al verlo, llamó la atención de Sara. No era un coreano normal, si es
que era coreano, tenia el cabello ondulado hasta los hombros, de un castaño
natural, sus ojos no parecían tan rasgados y sus facciones no tan asiáticas.
Llevaba unos jeans con borceguíes marrones, una campera de cuero negra y una
gruesa bufanda gris. Obviando su atractivo, Sara lo miro ofendida, más aun
viendo que sonreía, ella se inclinó para ver lo que escuchaba y vio "One
of these days" (ultima producción de Foo Fighters), le levantó un lado del
enorme auricular y le dijo:
- Pésimo álbum, sus
canciones viejas eran mejores.
- Lo mismo digo. -
Contestó sonriendo sutilmente. Su inglés era casi perfecto, cosa que volvió a
llamar la atención de Sara. Dio media vuelta lo mas orgullosa posible y se
dirigió a uno de los empleados para pedirle sus cuerdas.
- Disculpe, ¿cuerdas para
guitarra?, en lo posible que sean Fender's, por favor...- Pidió en ingles simulando ser amable. El
empleado le hizo señas con la mano de que no entendía lo que le decía.
- ¡Dios mio! No ahora... necesito esas cuerdas...- Sara
empezó a desesperarse, no pensaba hacer ridículas señas ni muecas de que tocaba
la guitarra para que le entendieran, ni pensarlo...
El mismo chico volvió a
pararse a su lado y le hablo en coreano al empleado, éste asintió amablemente
con una reverencia y al cabo de segundos le trajo a Sara sus preciadas y
anheladas cuerdas. El joven sonrió y la miro.
- Este... emm… gracias...-
Titubeo Sara y apenas le sonrió.
- No fue nada...- Le respondió
amablemente. A Sara le pareció que sus ojos eran de un color avellana casi
verde. Sí, definitivamente tenía algo de occidental, aunque también se notaba
su ascendencia asiática.
- Si no estas llevando el
CD de Liam sólo porque…
- No... Ya lo había escuchado...
No es tan bueno en realidad. - Y esta vez si sonrió sinceramente.
- Yo no iba a comprar el
de Foo Fighters, era para un amigo, él si es fan. A mi también me parece un
pésimo álbum.
Sara se asombro de que
después de todo, aquel extraño chico no era tan detestable como se imaginaba.
Se quedaron fuera de la tienda aun lamentando los malos trabajos de buenos
artistas y aumentando así el interés de Sara por el chico. Hablaron un poco de
la música popular de Corea y Sara no pudo evitar mencionar lo aburrida que
estaba de ella.
-Desde que llegué que
escucho ese tipo de música por todos lados. En las tiendas, en los comerciales…
La gente que va caminando, tararea y hace los gestitos que los cantantes hacen
en sus videos. –Al parecer, Sara realmente había tenido suficiente con el
k-pop.
-Yo tengo una banda… y no
tocamos k-pop – agregó rápidamente el muchacho al ver la mirada sentenciosa de
la colorada- Es mas bien la típica banda de chicos solitarios que tocan rock ligero y una que otra canción lenta para demostrar que nuestro vocalista es talentoso.
-Oh… que lindo –Dijo a
secas y sin mostrar mucho interés, aunque estaba muy interesada.- Creo que ya
me vo… -Sara se vio interrumpida por un chico que apareció de la nada y
prácticamente se montó en la espalda del joven que la acompañaba.
-¡¡¡YUUUN!!! – Gritó el
chico y agarró a su victima del cuello- ¿Ya terminaste de chusmear? Vamos. ¡Oh!
–El chico acababa de ver a Sara y en un gesto involuntario (o voluntario) una
luz pasó por sus ojos mientras una pícara sonrisa se dibujaba en su rostro. Le
dijo algo en coreano a su amigo mientras lo golpeaba en el pecho, como
felicitándolo y la miraba directamente a Sara. Luego se acercó velozmente a
ella invadiendo su espacio personal y murmurándole en coreano. Ante esta
actitud Sara se paró muy derecha, arqueó
las cejas y levantó una mano que no hizo nada más que volver a bajar cuando el
muchacho (al parecer, de nombre Yun) la interrumpió explicándole que ese era su
amigo y que tenía problemas mentales.
-Bueno… creo que fueron
suficientes situaciones bizarras por el día de hoy, me voy. –Acto seguido, giró
sobre sus talones y se encaminó hacia la salida. Había dado sólo un par de
pasos cuando notó una serie de susurros sobre su espalda y vio que los chicos
de los que se despidiera recientemente iban caminando tras ella. El extraño
amigo del tal Yun la miró algo perdido y la saludó agitando una mano y
presentándose formalmente con una reverencia. Sara se quedó algo confundida,
porque no entendió nada de lo que dijo. Cruzó los brazos alrededor de su pecho
y lentamente volvió a girar para continuar. Empezó a pedir a cualquier ente
sobrenatural para que esos chicos se alejaran, más que nada por el raro, porque
el otro chico estaba bastante bien, pero esto no se cumplió. El joven con
complejo de acosador se puso junto a ella y comenzó a conversarla en un inglés
un poco tosco.
-Si estás cansada del
k-pop, deberías venir a escucharnos. ¡Somos excelentes! Terminarás tatuándote
el nombre de nuestra banda en el brazo. –Le aseguró el muchacho mientras se
señalaba a sí mismo con orgullo y le guiñaba un ojo.
-Jajaja… It’s not gonna
happen –Fue toda la respuesta de Sara acompañada de un sutil pero firme
movimiento de dedo.
“¡Ven a escucharnos!” Fue
todo lo que se escuchó desde la tienda hasta la calle, cuando un viento frio lo
hizo callar. Sara comenzó a lamentar el no haber subido por alguna campera y en
su rostro se notaba. En vano quiso fingir estar bien, su rostro se
contorsionaba con cada soplo del viento. Yun lo notó y le ofreció su bufanda
que automáticamente fue rechazada. El chico la miró sorprendido pero no se
rindió, volvió a extender la bufanda y con un “No seas tonta, te estas helando”
Sara se convenció. Él rodeó su cuello dos veces con la larga bufanda y el
perfume la intoxicó, era delicioso pero fuerte. Ella odiaba los perfumes
fuertes, pero éste no le desagradó tanto, casi nada.
-Gracias, pero me tengo
que ir.
-¡Ven a vernos! Debes
devolver la bufanda así que tienes que venir. Dame tu teléfono. Ah… no importa.
–Y de un manotazo el acosador arrebato el celular que Sara tenía en la mano.
Comenzó a hacer memoria, y moviendo los dedos como si contara, tecleó un número
en la agenda de Sara. –Listo, este es el número de Yun Jae, ¿ves? Yuun Jaeee,
es él. –Y señaló al muchacho que se había quedado muy quieto y callado
mirándola. Esto la puso algo nerviosa y las ganas de alejarse pronto, la
aprisionaron. Quiso irse luego de una tímida despedida, pero el muchacho
extrovertido la llamó a los gritos. – ¡Tu teléfono! – Sara ya estaba al borde
de tanta locura y confusión, volvió por su teléfono, se lo arrebató al chico de
las manos y luego de una histérica reverencia se fue.
Era una locura. LOCURA.
¿Qué había pasado? Todo estaba bien hasta que apareció ese chico raro, que por
cierto, no sabía el nombre. Definitivamente la gente así, confunde y pone
nervioso a cualquiera, pero a Sara la dejó mareada sin poder procesar bien lo
que ocurrió. ¿Y qué estaba haciendo oliendo la bufanda? Se la quitó y la
arrastró hasta el departamento al que no tenía idea de cómo había llegado.
Abrió y cerró la puerta muy despacio, se apoyó en ella y con un delicado TOC,
se reventó la cabeza contra la puerta.
-Definitivamente algo no
está bien. –Diagnosticó Sara que no se entendía a sí misma.
-¿Estás bien? Fue un golpe
duro. –Dijo Regina, que con el sonido del golpe había dado un brinco.
-Si… estoy bien. O no… ¿me
hacen un café? –Pidió Sara y fue a sentarse junto a Morena en el sofá,
enterrando la cara en la bufanda.
-¿Qué es eso, Sisi
querida? ¿Una bufanda de hombre? –Preguntó Morena con una ceja arqueada y de
brazos y piernas cruzadas, mientras hacía zapping en la tele. Al oír esta
pregunta todas se abalanzaron sobre el sofá a ver la prenda.
-Qué perfume. Huele muy
rico, esto. ¿De quién es? –Saltó Janet, que no la veía a Sara aceptando ese
tipo de cosas.
-No es nada. Me la compré.
-Así que vas a empezar a
vestirte como un macho. –Agregó Cassandra más que incrédula de esa tonta
mentira.
-¡Bueno! Es de un chico
que conocí en la tienda de música y una cosa llevó a otra y cada cosa era más
rara que la anterior y terminé con su bufanda.
-Asique así se llevan los
músicos… -Dijo Morena que en ningún momento dejó de hacer zapping.
-¡Qué emoción! ¿Y quién
es? –Preguntó Regina entusiasmada mientras acercaba una bandeja con tazas de
espumante café y masas dulces.
-Creo que se llamaba Yun
Jae, o Yun Tae. Déjenme ver. –Y en un acto inconsciente sacó su teléfono y lo
busco en su directorio. –Es Yun Jae.
-¿Su bufanda y el número
de teléfono? ¡¿Quién sos y qué hiciste con Sara?! – Janet adoptó una pose de
novela y la señalo con un dedo mientras un tic atormentaba su ojo izquierdo.
-¡No se! Esto no es
normal, ese chico raro estaba loco y Yun Jae no decía nada. Estos coreanos y su
falta de comunicación. –Sara les contó el momento que había vivido con esos
chicos y sus amigas acordaron en que fue realmente extraño.
-Parece un dorama. –Todas
miraron algo extrañadas a Regina
-En los doramas… siempre
hay un personaje algo alocado, que aporta comedia a la historia, o que hace
posible que dos enamorados tímidos se conozcan, o que logra ablandar el corazón
de la mala. –Mientras se los explicaba, los ojos de Regina se perdían en un
punto del techo y sus manos entrelazadas se acercaban cada vez más a su boca.
Definitivamente era una fanática del amor y el romance.
-Tal vez este chico es el
personaje que te una a Yun algo. –Dijo Cassandra, fanática de las novelas en
general. Sara la miro, sintiéndose ridiculizada por la posición en que la
dejaban y buscó cambiar de tema.
-Si, bueno… ¿Qué no venía
a cenar Jung Bin? –De repente todas empezaron a correr. Si bien habían comprado
los ingredientes, nadie se preocupó en prepararlos. Habían decidido cenar al
estilo coreano y eso demandaba muchas comidas con diferentes preparaciones y
muchos boles, que fueron prestados por el agasajado.
Regina hizo de chef y las
demás, de asistentes. Para ser tan tierna y simpática, en posición de poder,
Regina daba miedo y era este mismo miedo lo que no dejaba lugar a
cuestionamientos sobre su método culinario. Todas acataban sus órdenes a
rajatabla y si se quemaban, era su culpa por ser tan torpes y si alguien
quemaba algo, entonces la consideraba inútil y sólo le pedía que lavara las
fuentes. Caso que le tocó a Cass, poco experimentada en la cocina. Luego de
casi dos horas, las chicas habían cocinado cinco platos para la cena. La
mayoría estaban compuestos por verduras, como el Kimchi, siempre presente en la
mesa de los coreanos, incluso en el desayuno, algo de sopa con carne, tortillas
de verduras y arroz, bibimbap (el mayor desafío de las chicas) y un intento de
bulgogi quemado por Cassandra.
El momento había llegado,
las chicas estaban listas y la comida también. No hubo mucha ostentación con el
atuendo, ya que después de que el joven las había visto en su peor estado,
cualquier cosa estaba bien. Sara estaba igual que a la tarde, porque no había
llevado ropa para cambiarse. Regina estaba de pantuflas, calza negra y un largo
buzo gris de capucha con el tierno estampado de un conejo rosa. Janet andaba en
unas escandalosas medias con arabescos, jean azul holgado y un sweater tejido
color beige muy lindo. Cass también andaba en medias muy felpudas y a rayas, un
jean claro, menos ajustado que los que acostumbraba y un pullover lila con
escote en V. Morena estaba con su conjunto deportivo rosa y gris y se odiaba
por haber traído justo ese día sus medias con dedos. Ninguna tenía pantuflas,
excepto Regina y Sara, que se las había comprado en su primera salida. De
repente, alguien llama a la puerta. Todas fueron a la entada para recibirlo
correctamente, que no sea que vuelvan a tener problemas por la diferencia de costumbres.
-¡Hola a todas! –saludó
Jung Bin con una reverencia y extendiendo con una sola mano una decorada caja
color miel, a modo de presente. La manera en que pronunció su saludo, fue igual
al de los conductores de los programas americanos. Usaba un jean oscuro, que no
era holgado, pero lo delgado de sus piernas le daba ese efecto, con una camisa
a cuadros y una camiseta mangas largas por debajo–. Espero que sea de su
agrado.
Regina tomó el regalo y
todas, muy curiosas, dejaron de lado al invitado y se acercaron a ver lo que
trajo. Era una mini torta de chocolate y frutillas.
-Me han dicho que les
gusta tomar café con algún acompañamiento y pensé que lo dulce les gusta a
todas las chicas –entonces le dirigió una mirada cómplice a Morena, que esa
misma tarde le había comentado lo que más les gustaba hacer por las tardes.
-No necesariamente, a mí
me gusta lo salado, también. Casi tanto como lo dulce –pensó en voz alta Sara y
sólo se dio cuenta de la imprudencia, al recibir un codazo de Morena que la miró
con los ojos bien abiertos-. ¿Qué pasa hoy conmigo? –preguntó a sus pantuflas,
en medio de un lamento.
-También pensé en que no
podía estar tan seguro con los dulces. Por eso traje esto –y con una nueva
reverencia extendió otra caja, muy similar a la primera.
-¡Son croissants de queso!
–chilló Cassandra que recibió el regalo.
La cena fue muy peculiar,
todas trataban de no ofenderlo y deshonrarlo, casi se comportaban como señoras
inglesas, limpiándose la boca a cada bocado y tratando de no hacer escándalo al
hablar, cosa que hacían muy de vez en cuando. Hasta que en un momento, Jung Bin
se corrió de la mesa, estornudó muy fuerte y a continuación pidió disculpas
varias veces. Al parecer había salido poco abrigado para comprar el regalo y ya
sentía el efecto. Todas empezaron a burlarse de sus reiteradas disculpas y le
contaron sobre su incidente con los amigos de Regina, a modo de consuelo.
Acabaron por dejar de lado todas esas costumbres difíciles de seguir para las
chicas y tratar al joven con más desenvoltura. Para la sobremesa, ya se hacían
bromas entre todos y estaban hablando de los vaivenes a la hora de preparar
todos los platos, de las quemaduras de todas y los accidentes con las cocciones
cuando…
-¡Oh! Eso explica porque
estaba quemado el bulgogi.
-Es que no recordaba
cuándo lo puse y no tenía aspecto de estar cocinado –se excusó Cass.
-¡Esta bien! Lo dejó más
sabroso. Preferí eso a lo picante del bibimbap.
-¿A caso no debe ser así
de picante? –preguntó Janet, algo alarmada.
-Eh… sólo estaba un poco
subido, pero acompañado del soju se disfrutaba más.
Todas lo miraron algo
heridas y el ambiente se puso tenso. Jung Bin, pensó que sería el próximo
alimento de las chicas y trató de disculparse.
-A veces no me doy cuenta
de que digo cosas ofensivas. No era mi intención herirlas, sólo soy algo
imprudente y siempre tengo problemas por eso. Disculpen por favor, fue una
torpeza –y de nuevo todas empezaron a reírse de las exageradas disculpas del
chico.
Cuando iban a preparar el
café, todas empezaron a disponer los elementos, excepto Morena, que estaba
enfrascada en una conversación con Jung Bin. Inconscientemente, la muchacha
estaba coqueteando con él. Se reía mucho y ladeaba su cabello mientras lo
miraba y cada vez que el chico se sentía inhibido por la soltura de Morena y
agachaba la mirada, ella sonreía aún más y lo palmeaba suavemente en el hombro.
No mencionemos que pestañeaba el doble de veces que una persona normal, ni que
de vez en cuando el joven tenía una expresión de atontado. Son datos
irrelevantes.
El café llegó y una
batalla campal por las cuatro frutillas del pastel empezó. Lo decidieron
haciendo “piedras, papel y tijeras”. La que perdió fue Regina, tal vez porque
carecía del espíritu competitivo de sus amigas, o porque no le interesaba
ningún tipo de confrontación. Sin embargo, eso no evitó que sus mejores amigas
le refregaran sus frutillas mientras se las comían, como las modelos de las
propagandas. Todo esto divirtió mucho a Jung Bin. Se había dado cuenta de que
estaba frente a un círculo de íntimas amigas,
podía ver el cariño y la confianza que todas se tenían, y la
familiaridad con que se trataban, le causaba admiración y envidia. En Corea era
muy difícil tener amigos así de cercanos, había tenido varios grupos de amigos,
pero en algún momento se disolvía, porque se iban al extranjero y no
recuperaban contacto, porque las familias no querían que tuvieran esa clase de
relaciones y los apartaban, o porque eran personas falsas que en los momentos
difíciles, desaparecían. Entonces se dio cuenta de algo, procuraría ayudarlas y
cuidarlas en lo que pudiera y trataría de estar siempre que lo necesiten.
Personas, como esas chicas, siempre estarán presentes en momentos difíciles.
La velada terminó con
todas colgadas del marco de la puerta despidiendo al chico que ya no hacía
reverencias y sacudía la mano mientras entraba a su departamento entre
carcajadas y señas graciosas.
-¿Verdad que es un divino?
–preguntó una entusiasmada Regina, mientras levantaba algunas tazas.
-Me cayó muy bien. Por lo
menos no es tan ortodoxo, como estamos acostumbradas con los demás coreanos
–Janet se sentó en el sofá y se estaba terminando un croissant abandonado.
-¡Janet no te comas eso!
No sabés de quién era –Sara saltó sobre su amiga para aleccionarla, pero Janet
se lo terminó en un gesto de triunfo.
-Creo que a todos nos cayó
bien, en especial a cierta persona –dijo Cassandra y Morena sintió un par de
ojos quemando su nuca –con esas risas de galán y esas miradas de diva –Morena
hacía oídos sordos y lavaba los trastes con intensidad.
-¿Pero vieron cómo la
miraba? A mí no me engañan, ese chico no quiere amistad –Sara estaba guardando
lo que había quedado de la torta y picó a Morena en la cintura de forma
sentenciosa.
-Yo no vi nada de eso –definitivamente
no se permitiría sentir aludida.
-¡Por Dios! Cada vez que
no lo mirabas, él hacía un paneo general. Muy sutil y nada baboso, pero paneo
al fin –le soltó Sara en la cara. No se lo podía seguir guardando y todas
quedaron sorprendidas, porque nadie lo había advertido.
-¿Cómo la miraba? –preguntó
Cass, que se había montado al sofá para ver mejor la escena que se desarrollaba
en la cocina. Entonces Sara fue a donde estaba y la puso en posición para
representarlo todo.
-Ellos estaban muy
hablando, acá ¿no? Y entonces More miraba hacia, no sé, la mesa. Mira para la
mesa Cass. Y entonces él la miraba así –Sara apoyó sus codos en las rodillas y
miró con dulzura a Cass, mientras recorría con la vista desde su cabello hasta
sus manos, pasando por la espalda.
-¡SISI! ¿Cómo va mirar así? ¡Qué vergüenza!
–Morena se puso colorada y escondía la cara tras su delantal.
-Y no nos olvidemos de More
y sus movimientos seductores –les recordó Cass, imitando los floreos que hacía
Morena con el cabello y los pestañazos que daba.
-Yo no me nuevo así. Ni
que fuera una… ¡lo que sea!
-¡Pero fue así! –confirmaron
todas y Morena no tuvo salida.
Sí, Jung Bin le gustaba y
le gustaba lo dulce y simple que parecía. Pero el amor era una materia que
había desaprobado y no quería volver a cursarla. No había problemas si sólo se
trataba de divertirse, pero definitivamente, Jung Bin era la clase de chico con
los que no se juega. Se fueron a dormir aun torturando a la morocha y todas
tuvieron sueños muy raros, posiblemente tanto picante les había afectado.
A la mañana, se
despertaron con más ánimo que de costumbre y se la pasaron escuchando a Sara
tocar la guitarra, para ablandar sus cuerdas nuevas, a Regina poniendo videos
de grupos coreanos y a Janet aprendiendo el valor de la moneda coreana. No
querían ser estafadas y no podían seguir dependiendo de Regina para pagar sus
cuentas. Se habían aprendido casi todo cuando el celular de Sara comenzó a
sonar y al ver el nombre que aparecía en su pantalla casi cuelga, pero sus
amigas también vieron de quién se trataba y la atosigaron para atender. En
circunstancias normales, quien llamara ya habría colgado, por todo lo que tardó
en responder Sara. Soltó un “hola” algo torpe y escuchó un gran alboroto del
otro lado.
-¡Atendió! Está en la
línea, háblale. ¡Háblale! –Un par de ruidos raros y…
-¿Hola? -una voz conocida
sonó, aunque algo tartamuda.
-Hola –fue todo lo que
dijo Sara antes de empezar a rascar el sofá y a tironear de la tela.
-Este… soy Yun Jae, nos
conocimos ayer y te di mi bufanda.
-Sí, me acuerdo –Sara se
empecinó con un hilo rebelde.
-Me preguntaba si no
querrías que nos viéramos mañana. Para devolverme la bufanda.
-Si… mañana a la tarde,
supongo –el hilo estaba cediendo.
-¡Claro! A la hora y en el
lugar que quieras –una tos nerviosa finalizó la oración.
-Que sea en la entrada de
la tienda de música. Porque otro lugar, no se me ocurre –el hilo comenzó a
romperse.
-Entonces nos vemos ahí.
Te esperaré, digo…ahí te veré. Nos vemos, adiós.
-Adiós –y el hilo se cortó.
Ninguna dijo nada y se
quedaron mirando a Sara, que parecía haber visto a un fantasma, apretando entre
los dedos el pedacito de tela.
-¿Por qué parezco
estúpida? ¡Malditos, todos!
-¿Qué pasó? –preguntó
Regina.
-Al parecer… tengo una
cita.
-¿QUÉ?
Me cagaron con el final! Yo estaba esperando que Sara lo llame a ver en qué circunstancias lo hacía y qué le decía, ya que en ningún momento dice que Yun, o su amigo, anotan el número de Sara ¬¬". More me dice (copia textual): "es q lo tenes q intuir... es obviooooq lo hizo el vago". Pero en realidad, quedó como que "ella tenía que empezar" y me cambiaron toda la teoría -.-". Igual fue inesperado (para mi), y eso es lo que lo hace bueno. Sigan así chicas!
ResponderEliminarGabriel.
P/D: Si me siguen ilusionando así, me desquito con More, así que piensen en su salud física y mental (aunque saben que esta última está algo jodida ya) cuando escriban los siguientes capítulos.
ResponderEliminarGG.
Muchas gracias por tu comentario Gaby! El factor sorpresa es algo q estará muy presente en esta historia. Pro cierto... cuida mucho de nuestra compañera! Sabemos que su salud mental es inestable y tememos q cualquier golpe termine de deschabetarla! :) XXO...!!!
ResponderEliminarjajaja pobre More! si, sabemos y nos vamos dando cuenta que hay cosas que tenemos que aclararlas un poco mas de la cuenta para que se entienda mejor! estamos trabajando en eso! de todas maneras gracias por tus comentarios! :) xxo
ResponderEliminarMe cae muy bien Jun Yae, y más su amigo loco! ajajaja sara esta en problemas XD (Jime)
ResponderEliminarEsta historia me esta atrapando así que, a echarle ganas! Por favor que Cassandra aprenda a cocinar. Que mala soy. Ah! y esos chabones nuevos ( Jun Yae y su amigo) son misteriosos. Yo soy de las que piensan mal de todo el mundo así que el loco ese me dio bastante miedo. Bueno que más decirles... AGUANTE SYSTEMMM.... :P
ResponderEliminarK linda la reflexion q hizo Jung Bin sobre la amistad de las chicas, se da cuenta q es valiosa y admira eso. me da gusto q no sea un mala onda como los q aparecieron antes =.= . Ahora puede tener verdaderos amigos :D . ojala se conoscan jung bin , yun jae y su amigo el loco jaja, aver q sapa sapa!
ResponderEliminarLa Ara ;)
jajaja gracias Ara! ya vas a leer que pasa! :)
ResponderEliminarGracias Araceli por tu comentario. Tan dulce como siempre ;) y nadaaa segui leyendo que ya te vas a enterar...
ResponderEliminarQuien como seá ese michacho que pone tan nerviosa a la gran Sara? Que misterio
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